Antes que nada, deseo hacer llegar mis modestas, pero muy sinceras condolencias a todas las familias de los mexicanos que perdieron para siempre familiares y amigos en el trágico accidente de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México. Asimismo, me permito solidarizarme con los heridos y los familiares de los heridos quienes, aseguro, están iniciando un sufrido calvario para que los reconozcan como víctimas, los curen hasta que queden plenamente restablecidos y reciban la obligada indemnización.
¿Quiénes fueron los culpables? No me inclino a señalar a tal o cual persona o funcionario, aunque la justicia, si hay, deberá identificarlos y castigarlos. Prefiero aportar algo que sirva para evitar en definitiva, para siempre, este tipo de desgracias. Nadie puede negar que en el suceso intervieron poderosos y, hasta cierto punto, intocables empresarios propietarios de las compañías constructoras que edificaron la Línea 12 del Metro y que la entregaron plagada de defectos que han sido muy señalados desde hace muchos años; nadie puede negar, tampoco, que intervinieron altas autoridades que contrataron y debieron haber supervisado la ejecución de la obra y, recibida a satisfacción, autorizado su funcionamiento y, finalmente, todos sabemos que estuvieron y están implicadas autoridades poderosas e influyentes que debieron haber cumplido con su obligación de darle mantenimiento escrupuloso y puntual al transporte masivo.
En síntesis, los responsables del desastre son: uno, los poderosos empresarios que construyeron la obra, dos, los políticos que la ordenaron, pagaron y recibieron y, tres, los políticos que debieron de haberla mantenido segura. Puros representantes de las clases poderosas de México. Por el otro lado, están las víctimas, muertos, heridos y sus familiares y amigos, puros miembros sencillos de la clase trabajadora que va y viene todos los días a ganarse la vida. Dejando de lado momentáneamente las responsabilidades de los individuos, queda evidente el desprecio de la seguridad y la vida de una clase, la oprimida, por parte de otra clase social, la encumbrada, la privilegiada. Ése es nuestro México. Si así lo concebimos y entendemos lo oprobioso que resulta un sistema con esas características, habremos avanzado aunque sea un poco en su remedio. La mitad de la solución de un problema está en conocerlo y aceptarlo.
En cuanto al título de este trabajo, debo decir que no es un insulto ni una falta de respeto para nadie, es la descripción de la realidad. Me refiero, siguiendo a Vladimir Ilich Lenin, quien así definió la actitud de los soldados rusos que abandonaban el frente de batalla de la carnicería organizada por los países imperialistas que se conoce como Primera Guerra Mundial y que decidían volver a su patria, me refiero, a los centenares de miles de mexicanos que, pese a las publicitadas bondades y conquistas del régimen morenista, deciden marcharse, abandonar a sus seres queridos, a su terruño, a su patria, en una palabra, a su vida de siempre para buscar en el extranjero la vida mejor que aquí no hallan. Al emprender el camino, están ya votando con los pies. Buena y contundente calificación para el régimen de Andrés Manuel López Obrador; sin INE.
La emigración de los mexicanos a Estados Unidos se mantiene, pues, incontenible. El periódico La Jornadainformó que la vicepresidenta de Estados Unidos, la señora Kamala Harris vendrá a México al día siguiente de las elecciones (no puedo evitar decir que me parece curiosa la fecha) para tratar con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el tema de la migración. En esa misma nota se añade que “el Ejecutivo federal desglosó con amplitud su propuesta de aplicar los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro en la región centroamericana, con objeto de arraigar a su cultura, costumbres y suelo a las personas que pretenden emprender el difícil periplo en dirección a Estados Unidos y Canadá”. El presidente receta sus programas sociales para arraigar a los centroamericanos a sus países; no es la primera vez que lo hace. Con el perdón, pero ¿quién ha evaluado con datos precisos, con series de tiempo, por regiones, es decir, con todo rigor científico que los programas obradoristas retienen a la población e impiden la migración? Absolutamente nadie. Son afirmaciones sin ningún sustento.
En cambio, a casi tres años de estarse aplicando esos mentados programas a los cuales se pudiera añadir la construcción del Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía, los datos duros, irrebatibles, sobre la emigración de mexicanos, revelan un fracaso total de los programas mencionados para evitar la expulsión de fuerza de trabajo. Cifras del Consejo Nacional de Población indican que en cinco años han emigrado, por lo menos, un millón y medio de mexicanos a Estados Unidos; sólo de octubre a la fecha, las autoridades norteamericanas aseguran haber detenido un promedio de 40 mil mexicanos por mes tratando de entrar sin papeles a aquel país. Esos, a no dudarlo, están votando con los pies y dejando en ridículo el supuesto efecto retentivo de los programas de Morena en el poder.
El mismo diario, en su edición del pasado 4 de mayo, publicó lo siguiente: “Las remesas establecieron un récord mensual en marzo. Los trabajadores residentes en Estados Unidos enviaron a sus familias en México 4 mil 151 millones de dólares, 30 por ciento más que en febrero y 2.9 por ciento arriba del nivel registrado en el tercer mes de 2020”. Me queda claro que un aumento en el envío de remesas no necesariamente significa un aumento en la migración, por eso hay que fijarse y tener presente el dato de los detenidos en la frontera que sí significa un aumento sensible en los intentos y éxitos en la migración. Pero el dato del aumento en la llegada de remesas nos ilustra, además, acerca de que los mexicanos en Estados Unidos trabajan más y gastan menos, de donde se puede concluir válidamente que las necesidades de sus familias han aumentado de manera notable y sí, es cierto, en México, hay más pobreza, mucha más.
La 4T está aprovechando el incremento de las remesas para beneficiarse de una estabilidad social que no propician sus políticas. La migración es una tragedia para el pueblo mexicano. El hecho de que ya tenga muchos años y esté generalizada, no le quita su carácter de despreciable calamidad. Las familias se destrozan, muchas, las más de las veces, para siempre. Los padres se van y frecuentemente forman otra familia, los hijos se marchan y nunca vuelven. México se desangra. Regala la mayor riqueza que posee: la inteligencia, el ingenio, la creatividad, la resistencia, todo lo que compone la imponente fuerza de trabajo nacional. No nos resignemos. La emigración, como la tragedia del Metro, puede evitarse pero no con medidas demagógicas de ayuda monetaria, puede evitarse con la participación del pueblo organizado y consciente que se encargue de construir una sociedad diferente en la que haya empleo para todos, buenos salarios y obra pública bien hecha y duradera. Un México mejor es posible y urgente.
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