MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

A las madrecitas de Tamaulipas 

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Siempre fue muy exigente con ella misma y con los demás, sobre todo con nosotros. Había que andar bien vestidos a pesar de la pobreza. No se podía ir uno a jugar si no estaba hecha la tarea. Para desayunar, comer o cenar había que poner la mesa, el mantel y lo necesario. Esperar a papá que después del silbatazo de la 1 de la tarde de la fábrica llegaría en una hora. Terminando de comer había que alistarse porque era hora de salir al catecismo en la iglesia del centro del pueblo, en la cabecera municipal, para llegar tardábamos una hora. Al salir había que apurarle porque no podíamos, no debíamos llegar tarde-noche.

Se involucraba en nuestro trabajo académico, la recuerdo ayudándonos con la tarea, dibujando o coloreando mapas en geografía, recolectando plantas e insectos para biología, siempre exigiéndonos las tareas y algo muy importante que hiciéramos bien las cosas, nos exigía repetirle las tablas una y otra vez. Nos ayudó a dibujar, recortar y pegar las figuras geométricas. Era muy entusiasta impulsándonos a participar en los eventos escolares, no pasaba 10 de mayo, 15 de mayo, Día del Niño, clausuras donde no estuviéramos presentes. Por lo mismo, los maestros la buscaban y se apoyaban mucho en ella. Al igual que la población -mi madre no sé cómo y por qué- había aprendido a aplicar inyecciones, así que en esos años 1950-1975 ella era muy solicitada, además de que jamás ponía pretexto alguno, aun siendo de noche, de madrugada, lloviendo, en el frío, ella cumplía su importante tarea de llevar salud a la gente.

El asunto no paraba ahí, era la organizadora de llevar año con año una "peregrinación" un grupo de gente, a la Ciudad de México en aquel entonces el Distrito Federal, a visitar a la Virgen de Guadalupe a la Villa, dicha visita duraba lo que el recorrido de la entrada al altar y después de eso salíamos rumbo al grandioso “Castillo de Chapultepec” donde recorríamos una a una cada sala, cada letrero, me gustaba mucho porque me hacía leer cada letrero, siempre con una paciencia infinita, incluso me corregía cuando me equivocaba.  

Mi madre y nosotros, enfrentó un suceso terrible, una mañana como muchas tomó una tina de ropa, el tallador y salimos junto con ella a lavar la ropa, nos encaminamos al río: mi madre, mi hermana, yo y mi hermano, con nosotros travieso y juguetón el palomo. Mientras ella lavaba corrimos y jugamos con el Palomo en el agua cristalina del río Zahuapan. Llegó la hora de regreso y al pasar por la tabla del canal, mi madre nos formó: Andrés con el Palomo en sus brazos, seguía yo, después mi hermana Lulú y por último ella con la tina de ropa mojada recién lavada en la cabeza y el tallador bajo el brazo. Al iniciar el paso por la tabla el Palomo quiso soltarse, pero al no permitirlo mi hermano cayó junto con él al remolino que inmediatamente se los tragó, mi madre grito muy fuerte nos pasó rápido, aventó la tina y regresó, agarrada a un teposán quiso alcanzar a sacar a mi hermano, pero el árbol se estaba desprendiendo y solo por la llegada de mis primos ante el grito tan fuerte la pudieron salvar de la inminente muerte. 

Esto marcó su vida, pues enfermo del corazón, no obstante ello, dedicó aún más tiempo a sus dos hijos que le quedaban, hubo una tercera que murió al mes de nacida y que nos congregó nuevamente en el panteón municipal alrededor de la tumba de los abuelos y de mi hermano. Con mayor ahínco emprendió nuestra educación. 

Conservo aún una credencial que me nombra "Amiguito del Sol de Tlaxcala" y esto nos hacía merecedores de contar con el suplemento dominical dedicado para niños. Ahora con su salud mermada tenía que ir continuamente a la ciudad de Puebla a su atención médica. Salíamos a las 4 de la mañana de casa, pues debíamos tomar el ferrocarril que pasaba a las 5 de la mañana en la estación ubicada en la cabecera, para llegar a la ciudad de Puebla a las 6. Mientras llegaba la consulta y después de ésta, pues había que esperar el tren de regreso, a las 6 pm., nuevamente cogido de su tierna mano conocí: 

  • La casa de "Aquiles Serdán Alatriste" el prócer de la Revolución Mexicana en el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, convertida en “Museo de la Revolución Mexicana” a la que me gustaba ir y regresar cuantas veces se pudiera. 
  • Los museos de Los Fuertes de Loreto y Guadalupe, famosos por ser el lugar donde se dieron los sucesos de la batalla del 5 de mayo de 1862, contra los franceses.
  • Al antiguo zoológico (El Paseo Bravo) de la ciudad de Puebla entre Reforma y 12 poniente. 
  • El museo del ex convento de Santa Clara en Puebla.

En casa nos enseñó a trabajar, llegando de la escuela y del catecismo había que realizar varias tareas, tales como atender a los animales: gallinas de postura y pollos de engorda, cerdos, dos o tres vacas, dos o tres caballos. En los tiempos que se recrudecía su enfermedad mi papá la llevaba a hospitalizar hasta Puebla. Eran días muy tristes, la casa quedaba sola, "tirada", faltaba su presencia. Era una mujer que vivía con alegría, a pesar de su pérdida: toda la parte de enfrente de la casa estaba llena de macetas de flores, geranios, rosas, azucenas, dalias, margaritas, campanillas, todas de varios colores, tuberosas, alfombrillas, varita de nardo, perritos, gladiolas, tenía un gran conocimiento de sus formas de reproducción, de sus enfermedades, de la tierra que necesitaban. Por igual la casa se llenaba todas las mañanas y durante el día del canto de los pájaros que tenía: cuitlacoches, tiguerillos, calandrias, cenzontles, gorriones y primaveras.

Y fue una gran educadora, además de tomarnos la tarea y ayudarnos, nos exigía que fuéramos responsables, y debido a su enfermedad nos enseñó a trabajar en todo lo aquí descrito, pero también, nos enseñó a lavar la ropa, a planchar, a hacer las tortillas, el pan, la gelatina, los dulces de: tejocote, durazno, manzana, membrillo, camote, calabaza, dulce de arroz. Ir al molino todos los días, ir a la plaza los martes, hacer pinole, tlaxcalles, la ofrenda del dos de noviembre, el nacimiento en Navidad, ayudar en la pizca de la mazorca (cosecha de maíz) etc.

Y por igual a llevarnos con nuestros primos, a jugar, a respetarnos, a pensar en los demás pues con ella visitábamos a los enfermos, siempre tuvo entre nosotros a otras familias y/o jóvenes a quienes apoyo en sus estudios, y nos decía que debíamos prepararnos para luchar por una vida mejor para los obreros. 

Hoy procuro honrar su memoria, su entrega y su enseñanza luchando al lado del pueblo, y estoy agradecido con sus enseñanzas que me permiten caminar con gigantes como el Ing. Aquiles Córdova Morán y los antorchistas.

Madrecitas de Tamaulipas: ¡Salud!, felicidades en su día. 

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