A finales de junio se dio a conocer, a través de redes sociales, el abuso de autoridad en que incurrieron elementos de la policía municipal de la ciudad de Puebla al intentar detener de forma arbitraria y sin sustento legal a un joven estudiante. Los policías, pese a la negativa de las autoridades educativas y sin ninguna autorización, ingresaron a las instalaciones de la universidad con el objetivo de detenerlo; tras varios jaloneos y empujones entre los uniformados y parte de la comunidad estudiantil, se evitó la arbitraria detención.
El día 24 de julio, el portal 35mmpuebla.com, también a través de sus redes sociales, expuso otro caso de tantos, en que la misma policía capitalina, “sólo por su aspecto” realizó una “inspección de rutina” en contra de joven que caminaba en las principales calles de pleno Centro Histórico de la ciudad. El actuar de estos elementos policiacos que, denuncian ciudadanos en redes sociales, deja mucho que desear.
Al respecto, el propio presidente de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) en el estado de Puebla, Félix Cerezo, ha señalado que cualquier detención arbitraria debe ser denunciada, además de que la CDH ha emitido una serie de medidas cautelares al ayuntamiento de la ciudad de Puebla que encabeza el edil, Eduardo Rivera, para cesar estos hostigamientos, pues, además, “no pueden revisar o detener a una persona por que le parezca sospechosa por su forma de vestir, gorra, sudadera o mochila”.
Sin embargo, ¿qué fue lo que causó la molestia de los uniformados para arremeter violentamente contra el estudiante del primer caso? Una simple expresión, queja, sugerencia o como se le quiera llamar. Esa debería ser su reacción contra los que en verdad roban; esa expresión del joven, que refleja el sentimiento de una gran cantidad de personas, fue lo que detonó la prepotencia de los policías municipales de Puebla.
¿Y así se ponen con quienes roban, violentan, amedrentan, o violan la ley de cualquier otra forma? Lo cierto es que no. Hay casos registrados en los que, siendo testigos oculares, dejan que delincuentes violen la ley afectando a terceros convirtiéndose los oficiales en cómplices por omisión y yendo en contra de su función para la cual se les paga con los impuestos de esas mismas personas a las que deberían defender.
Para muestra, un botón. El 24 de mayo un grupo de porros entró de forma violenta al mercado de Amalucan golpeando y sometiendo a quien se les pusiera enfrente y reclamando el mercado municipal como propiedad de la agrupación “28 de octubre”, mientras los policías, ahí presentes, se limitaron a permanecer como espectadores a la vez que los comerciantes eran salvajemente golpeados por no querer pertenecer a dicha agrupación. El saldo, varios comerciantes con lesiones de gravedad que requerían intervención médica inmediata.
Semanas más tarde, se registró una nueva brutal agresión por parte de los representantes de la “Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de octubre” (UPVA) en contra de los comerciantes de este mercado y la constante fue, no sólo la agresión, sino la negligencia de la policía municipal que, de nueva cuenta, por el hecho se negó a cumplir con su trabajo.
La suma sigue. Ante la incapacidad del ayuntamiento de Puebla, y de sus elementos de seguridad pública, para garantizar la paz y el orden al interior de dicho mercado, ubicado al norte de la ciudad, este 24 de julio se registró una agresión más en contra de quienes buscan ganarse la vida de forma honrada, sólo que ahora hubo una variante, los elementos policiacos ya no se quedaron impávidos, ahora sí actuaron.
Lamentablemente, y para deshonra de su uniforme, vergüenza del gobierno municipal e inconformidad de los ciudadanos, actuaron sumándose a las agresiones de los porros de la UPVA en contra de dos mujeres: una persona de la tercera edad y la dirigente de los comerciantes antorchistas en el mercado, a quien los policías sometieron de forma violenta mientras la amenazaban, a la vez que el resto de los policías, reguardaban a los malandros mientras continuaban las agresiones, impidiendo que las afectadas pudieran ser auxiliadas ipso facto por sus compañeros.
Como vemos, el actuar de la policía municipal de la ciudad de Puebla es muy cuestionable, así como su ética profesional. Si no están realizando arbitrarias “inspecciones de rutina” en contra de los ciudadanos, están cuidando a grupos de maleantes mientras violan la ley y agreden a terceras personas, o si no, golpean, amenazan y someten arbitrariamente a los ciudadanos a quienes debieran de proteger. La Presidencia Municipal de Puebla debe responder: ¿a quién defiende la policía capitalina?
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