El problema de feminicidios, al igual que todos los problemas que atentan contra la vida, seguridad e integridad de la mujer, lacera a la sociedad y causa de una gran indignación en todos los mexicanos.
El feminicidio ha sido ya abordado en todas sus aristas por muchos articulistas y especialistas, de manera seria y extensa, con cifras y datos que revelan el desbordamiento de este crimen de género en el contexto del régimen fallido de la Cuarte Transformación.
Aunque, como ya lo dije, otros ya se han expresado sobre le feminicidio, no podemos dejar de tratarlo nuevamente, ya que no es un problema que tienda a quedar solucionado, sino todo lo contrario: a diario nos informan los medios de comunicación locales y nacionales de más casos de mujeres desaparecidas que luego de investigaciones, los casos terminan en feminicidios.
En estos tres años de gobierno de la 4T, este fenómeno se ha disparado de manera alarmante, colocándonos en el segundo lugar en feminicidios en América Latina, solo después de Brasil.
La violencia de género está presente en el tejido social en México: “En uno de los delitos que registró su cifra más alta desde 2015, estuvo la violencia de género que durante el mes de marzo reportó 1 684 casos, está cerca de convertirse el año con más casos ya que en tres meses ha reportado cuatro mil 122, cifra muy cercana a la del año 2021 con cuatro mil 186 casos en 12 meses” (Milenio nos dice en su edición del 25 de abril del 2022)
Cada vez que hay un caso (Como recientemente el de Debanhi, en Monterrey) que pueda ser catalogado como feminicidio levanta el clamor de la sociedad y particularmente de los colectivos feministas que hacen marchas, algunas pacíficas y otras violentas, gritando consignas como ¡porque vivas se las llevaron, vivas las queremos!
Es necesario señalar que un gobierno incompetente de la 4T, que ha sido incapaz de solucionar este sentido problema, trata de ocultar las cifras de feminicidios queriéndolos presentar como asesinatos culposos o dolosos, con tal de salir bien librado. Pero, como se dice, el sol no se puede tapar con un dedo. Y aunque se oculten las cifras o se escondan de tras de otras para maquillarlas, la violencia de género en su forma más violenta, el feminicidio, no se puede esconder, las cifras oficiales siguen siendo alarmantes: sólo en el primer trimestre del 2022, en México se han registrado 229 feminicidios, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Y la cifra parece no ceder: “El país ha mantenido, así, un promedio mensual de 78 feminicidios, cuyo punto más alto fue febrero, cuando se registraron 82” (unotv.com, 26 de abril).
El problema de la violencia de género, y su lado más oscuro, el feminicidio, es un fenómeno que refleja cómo está mal estructurada nuestra sociedad en que vivimos, y, por eso, se dice que es que obedece a un mal estructural. Fenómeno que surge de una sociedad profundamente injusta: donde la riqueza es para un pequeño grupo de magnates (Slim, Salinas Pliego, Germán Larrea; solo por mencionar los más sobresalientes) que se enriquece más y más mientras millones y millones de personas pasan a engrosar las filas de la pobreza porque carecen de hasta de lo más indispensable.
La 4T es un gobierno que defiende este modelo económico llamado neoliberalismo. Si la riqueza se distribuyera de manera equitativa no habría pobreza y es esta, lo sabemos, es la madre de todos los males de la sociedad, entre ellos el de la inseguridad, y, muy particularmente, los feminicidios.
Por eso todos los sectores afectados por la cerrazón de AMLO, como son los padres con niños con cáncer, ambientalistas que defienden la selva en el sureste del país, trabajadores de la salud que han sido lesionados en sus derechos laborales, los colectivos feministas, deben unirse, para formar un gran torrente que logre vencer la terquedad y cerrazón de la 4T y lograr un país más justo.
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