El pasado lunes 6 de febrero, nos enteramos, a través de los diversos medios de comunicación, que dos potentes terremotos de magnitud 7.8 y 7.5 en escala de Richter, respectivamente, devastaron el sur de Turquía y el noroeste de Siria. El desastre fue apocalíptico, pues al día de hoy se cuentan más de 35 mil muertos y cerca de cien mil heridos, cifras que, según expertos, pueden subir considerablemente por la magnitud del desastre.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en Turquía se derrumbaron más de cuatro mil edificios y 15 hospitales sufrieron daños parciales o graves. En Siria, donde el sistema sanitario ha sido diezmado tras 12 años de guerra civil, se derrumbaron al menos 479 edificios y daños severos en al menos 20 instalaciones sanitarias, de éstas, cuatro son hospitales al noroeste de Siria, en la zona rebelde de Idlib y Alepo.
Hasta este momento, la OMS indica que casi 26 millones de personas son las afectadas por los devastadores terremotos, precisando que, de estos, son 15 millones en Turquía y 11 millones en Siria, donde ya de por sí habían más de 15 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria por la guerra civil, así que, Siria es doblemente golpeada.
Estos dos países vecinos que comparten cultura y grandes historias están divididos y en constante golpeteo por los intereses de Occidente, sobre todo de Estados Unidos (EE. UU.) en su afán de controlar esa importante zona, pero, sobre todo, echar abajo el gobierno de Siria para aprovecharse de sus riquezas naturales.
Turquía es un país transcontinental, con cerca de 85 millones de habitantes, es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con la mayor parte de su territorio situado en Asia Occidental y una menor en Europa Oriental al oeste del mar Mármara. Esta parte se extiende por toda la península de Anatolia y Tracia Oriental en la zona de los Balcanes. Debido a su posición estratégica, ubicándose entre Europa y Asia, así como en tres mares, ha sido una encrucijada histórica entre las culturas y civilizaciones orientales y occidentales. Su territorio ha sido el hogar de varias y grandes civilizaciones; tiene conexiones culturales con el antiguo imperio griego, el persa, romano, bizantino y otomano, he ahí la importancia de este país en la estrategia geopolítica de EE. UU. y Europa.
Mientras que Siria es un país soberano del Oriente Próximo, con poco más de 21 millones de habitantes, es miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde su fundación, bañado por la costa levantina mediterránea, cuya forma de gobierno es la república unitaria semipresidencialista. Comparte fronteras con Turquía por el Norte, con Irak; por el Este con Israel y Jordania al Sur, y con Líbano y el mar Mediterráneo por el Oeste. Tiene grandes reservas de petróleo y otros ricos minerales.
Pues bien, los desastres naturales no conocen de frontera ni de conflictos entre los hombres, estos fenómenos arremeten y causan mucho daño como los que hoy vemos en estos dos países en comento. El dolor de los turcos y de los sirios es muy grande, las imágenes son aterradoras, nosotros los mexicanos sabemos del sufrimiento y dolor que causa este tipo de desastres, puesto que los hemos vivido en carne propia, en varias ocasiones, pero también hemos recibido ayuda de muchos países que se solidarizan.
Sin embargo, en estos días que corren, hemos visto que no todos los países del mundo se han solidarizado como se debe con Turquía y Siria. Por ejemplo, Estados Unidos, el país más rico y poderoso del planeta no ha apoyado como se debe, porque según los datos investigados, el gobierno de ese país anunció tres días después del desastre que destinará 85 millones de dólares en ayuda humanitaria para enfrentar el terremoto en Turquía y Siria. Esta cifra es hasta cuatro veces menor que la entregada a Ucrania para la guerra.
Tan solo un día después de que Rusia inició un operativo sobre el territorio ucraniano, el 24 de febrero de 2022, el presidente de EE. UU., Joe Biden, aprobó la entrega de hasta 350 millones de dólares en ayuda para Kiev, los cuales estarían destinados, sobre todo, para artículos y servicios de defensa, incluidos formación y entrenamiento militar.
Así que, el gobierno de Estados Unidos entregó más fondos millonarios a Ucrania para enfrentar la invasión rusa que apoyos económicos para solventar la crisis por el terremoto que azotó a Turquía y a Siria el pasado 8 de febrero.
Ítem más. Los doblemente golpeados son los sirios, porque estos tienen al menos 12 años de una guerra civil, que según los expertos en el tema y que son, sobre todo, honestos y sinceros, dicen que es ocasionada por EE. UU. para derrocar al gobierno del presidente Bashar al-Ásad para después de eso, aprovecharse de su petróleo y otros minerales, como ya lo hemos visto en países de Asía y otros continentes.
Y, como no lo ha logrado, entonces ha impuesto severas sanciones contra Siria, incluida la “Ley Cesar” una importante pieza de legislación estadounidense aprobada a finales de 2019 que apunta al gobierno y las empresas sirias con severas sanciones y amenaza con medidas punitivas contra cualquier persona, empresa o país extranjero que coopere con Damasco. Aunque se promociona como destinada a castigar al gobierno sirio y al presidente Bashar al-Ásad por los crímenes de guerra contra el pueblo sirio, la ley provocó en la práctica, un sufrimiento indecible entre la población civil de Siria al bloquear las importaciones de bienes esenciales como alimentos, energía, suministros y equipos médicos básicos. Algo parecido al bloqueo económico de la Isla de Cuba.
La situación actual de Siria amerita que el occidente y sobre todo EE. UU. levante las sanciones para que la ayuda internacional pueda llegar con mayor facilidad a este pueblo que fue golpeado tan duramente por la naturaleza, pero no. Eso no ha sucedido y dudo mucho que suceda porque el interés de occidente y de EE. UU. no es el bienestar del pueblo sirio sino aprovecharse de su riqueza y por eso quieren acabar con su autonomía.
Espero me equivoque y manden la ayuda que hoy necesita Turquía, pero sobre todo Siria que clama por apoyo que hasta ahora ha sido insuficiente debido al bloqueo económico. Es un buen momento para que el capitalismo encarnado en EE. UU. y occidente demuestre su humanismo.
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