Las noticias de que Donald Trump cumpliría la imposición de aranceles a las mercancías alertaron, aunque después se anunció que la medida se postergaba un mes por “acuerdos” con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Pero de repente, el pasado lunes 10, se firmó un decreto para imponer impuestos al acero y al aluminio, y se advirtió que empezarían a aplicarse a partir del 4 de marzo, sin respetar los “acuerdos” convenidos.
Al poner el 25 % de aranceles a nuestras mercancías, quedaríamos fuera del mercado estadounidense, provocando el cierre de empresas, la pérdida de empleos y una crisis económica insostenible.
Ahora sí, como dice aquella expresión de “¡agua va!”, misma que se usaba para avisar a las personas que se iba a arrojar agua sucia por las ventanas y balcones de las casas, a los mexicanos, sin “agua va”, se les va a aplicar ya la medida.
Con respecto a la postergación de la medida, muchos mexicanos se conformaron y aplaudieron lo logrado por la presidenta de la república, y hasta aluden esta concesión como una acción generosa. Pero no debemos dejar que nos adormezcan las palabras bonitas ni caer en la trampa de la demagogia.
Esa “concesión” del mes que le dieron a nuestro país no es ningún favor, pues se consiguió porque el gobierno de México aceptó incorporarse a la labor de las Oficinas de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, encargadas del funcionamiento de las aduanas y de impedir la entrada de personas sin permiso a ese país. Para lograrlo, se aceptó enviar a 10 mil elementos del ejército mexicano; nuestros soldados cuidarán la frontera norte.
Debemos tener bien claro que lo que está en juego no es solo una medida económica. Los mexicanos debemos entender que Estados Unidos enfrenta un déficit comercial, donde su tasa de ganancia ha disminuido y, por lo tanto, busca soluciones. México es parte de su salvación.
El modelo neoliberal que se aplica ha traído a muchos empresarios estadounidenses a invertir en México porque aquí los salarios son baratos y los recursos abundan. El imperio está en crisis, en decadencia, y a como dé lugar busca tomar decisiones drásticas de supervivencia, como la amenaza de imponer aranceles a las mercancías mexicanas.
Entonces, debemos preguntarnos: ¿cómo y en qué nos afectan estas medidas? A decir de los estudiosos de la economía, primero debemos saber que el total del producto interno bruto, es decir, la riqueza que producen los mexicanos en un año, tiene como destino en poco más del 80 % el mercado norteamericano. Esto quiere decir que la economía mexicana tiene una dependencia tremenda y significativa de Estados Unidos. Poner el 25 % de aranceles a todas nuestras mercancías significaría sacarnos del mercado norteamericano, lo que nos metería en una crisis realmente insoluble, una tragedia para el país.
¿Qué haríamos con esas mercancías? ¿Qué haríamos sin poder venderlas a Estados Unidos? Se les puede buscar mercado en otro lado, pero eso no se logra en un día; en cambio, los impuestos sí. Ahí está el problema que enfrentaremos los mexicanos y las consecuencias serán terribles.
Las empresas cerrarán, despedirán a miles de trabajadores, sumiendo a las familias aún más en la pobreza: sin empleos, con productos más caros, sin ingresos para comer y brindar el pan de cada día a nuestras familias, sin vivienda, sin apoyo al campo, sin servicios, sin salud, sin educación, etcétera. Limitaciones que de por sí ya viven los mexicanos, mismas que se agudizarán.
Por otro lado, las deportaciones de mexicanos no cesan. Se calcula que un tercio de los 45 millones de extranjeros viviendo en Estados Unidos son mexicanos, y de ellos, un estimado de 4 millones están allí sin estatus migratorio, de un total de 11 millones de indocumentados. Entonces, si bien no hay 20 millones de migrantes sin papeles por deportar, es mucha la gente que puede convertirse en la promesa cumplida de Trump.
Hasta el 30 de enero, según datos oficiales y de la presidenta Sheinbaum, se han repatriado 5 mil 282 personas; de ellas, 4 mil 083 son mexicanas, pero a diario se suman más.
Miles de mexicanos que un día salieron a buscar el dichoso sueño americano para ganarse la vida en el extranjero están regresando con sus familias destrozadas y sin la esperanza de tener una vida digna. Más personas regresan a un México sin trabajo, sin educación, sin servicios médicos, un México con más pobreza y desigualdad.
Y a todos ellos, ¿qué les ofrece el gobierno mexicano de la 4T? Les ofrece la política “México te abraza”, la cual busca hacer un feliz retorno de los migrantes mexicanos. Una política de anestesia para taparle el ojo al macho, con la tarjeta Bienestar Paisano que da 2 mil pesos para gastos durante su traslado y albergue temporal.
Pero sabemos que eso no es suficiente. Los 2 mil pesos no cubren ni las necesidades más básicas. Las acciones vacías e improvisadas no pueden callar nuestra realidad, y debemos exigir algo mucho más concreto y digno para todos los mexicanos que se verán afectados.
A todo esto se suma la amenaza aún mayor de que Estados Unidos clasifique a los grupos del crimen organizado como grupos terroristas, lo cual abre la puerta para que intervenga en nuestro país bajo el pretexto de “combatir” el narcotráfico.
Esto implica no sólo una violación a nuestra soberanía, sino también el riesgo de que más familias mexicanas sufran los estragos de una intervención militar, como ya ha ocurrido en otras partes del mundo.
Los mexicanos nos encontramos ante un panorama sombrío y no queda de otra: debemos levantar la voz y organizar al pueblo para ir a la lucha por un cambio profundo y estructural. Es cierto que la unidad nacional es importante, pero esa unidad no puede ser una unidad impuesta en la que el pueblo se vea obligado a aplaudir las decisiones de los poderosos sin cuestionarlas.
Hemos vivido una unidad que carece de obras y servicios elementales en los pueblos y colonias, una unidad que ha silenciado al pueblo con dádivas y tarjetitas, que lo conforma y resigna a vivir a su suerte. Esa unidad no es la que necesitamos.
La verdadera unidad nacional solo será posible cuando las necesidades de todos los mexicanos sean atendidas, cuando no haya más simulaciones de democracia ni más monopolios que controlen nuestras elecciones, cuando no tengamos que resignarnos a la miseria, a la falta de derechos y a la represión. Es decir, cuando sea el pueblo quien gobierne de acuerdo con sus intereses.
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