MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Gobierno de Oaxaca violenta a los ciudadanos

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En 2016 el Ministerio de Defensa de España, publicó a través del Insituto Español de Estudios Estratégicos, en su revista número 183, el estudio del sociólogo y matemático noruego, Johan Galtung, La violencia: cultural, estructural y directa. En este documento el destacado investigador, reconocido a nivel mundial por sus aportaciones a temas de carácter social y de paz, realiza una caracterización del concepto de violencia, el cual sintetiza como la privación de los derechos humanos fundamentales y la disminución real de la satisfacción de las necesidades básicas, por debajo de lo potencialmente posible. 

Partiendo de un análisis profundo, sistemático y reflexivo de la sociedad, construyó su Triángulo de la Violencia, en el que manifiesta que existe violencia de tipo directa, cultural y estructural. A la primera, la define como todo el registro de crueldad perpetrada por los seres humanos, tanto contra los demás, como contra otras formas de vida o con la naturaleza en general. A la de tipo cultural, la caracteriza como aspectos de la cultura, en su forma simbólica, que son utilizados para justificar o legitimar la violencia directa. En tanto, la violencia estructural, dice, es del tipo en que una clase dominante consigue muchos más beneficios de la interacción con ciertas configuraciones de las estructuras sociales, mientras que las clases más desfavorecidas viven en un estado de marginación o pobreza. 

Pues bien, en Oaxaca la violencia directa, sigue creciendo de manera constante, así lo confirma el número de homicidios dolosos, ya que, en el primer trimestre de 2022, llevamos 174, diez más comparado con el mismo periodo del 2021, de acuerdo al reporte de la Fiscalía General del Estado. 

Los otros dos tipos de violencia que señala el autor no son tan visibles, pero se ejercen, cubiertos con la niebla del discurso oficial y con la retórica de los medios de información. La violencia cultural se ejerce, por ejemplo, usando un lenguaje despectivo contra madres de familia que exigen se encuentre a sus hijos desaparecidos durante meses o años, llamándolas alborotadoras o contra campesinos de los Valles Centrales que denuncian el retiro de subsidios federales para el pago de luz, que les permitían ser competitivos en el mercado, asignándoles la categoría de chantajistas y, qué no decir de las miles de familias que viven de la recolección de desechos industriales o la separación de los materiales en los basureros, los llamados pepenadores o chatarreros, quienes ven hoy en riesgo su fuente de ingresos al no ajustarse a la reforma fiscal que la 4T trata de aplicar en este sector, a los cuales se denomina morosos. 

Pero a mi juicio, la más grave de todas, es la violencia estructural porque sus efectos recaen en amplios sectores de la población. Galtung señala que quienes ejercen este tipo de violencia y, a la vez, pueden disminuirla o evitarla, son las autoridades, a través de políticas públicas eficientes. Sin embargo, en Oaxaca la pobreza azota a 66.4 por ciento de la población, mientras el promedio nacional es de 43.9 por ciento (CONEVAL, 2018), y se manifiesta en el enorme rezago en infraestructura carretera, servicios de agua potable, drenaje o alcantarillado, empleo.

Entonces, cuando grupos de individuos o comunidades enteras se acercan a sus autoridades para solicitar que se les ayude a remediar alguna de las tantas carencias que tienen, la autoridad, alegando múltiples pretextos o fingiendo comprometerse, para después no cumplir, está ejerciendo violencia estructural en todos sus términos. Esto ocurre, en especial, con quienes estamos organizados en el Movimiento Antorchista, porque desde inicios de año, hemos venido planteando al gobernador, Alejandro Murat Hinojosa, la solución a necesidades básicas en más de 172 municipios, entre localidades rurales y urbanas. Dichos planteamientos tienen que ver con infraestructura social, educativa, deportiva, cultural, así como con apoyos para hacer producir el campo y mejorar la vivienda de más de cincuenta mil familias. La respuesta ha sido siempre, escuchar, comprometerse, pero incumplir de manera reiterada.

Por eso, los antorchistas hemos anunciado durante estos últimos días, a través de volantes, spots en radio, perifoneo en cabeceras, y declaraciones en redes sociales, además combatimos esa violencia con una manifestación por las calles de la capital, con la reunión de 5 mil antorchistas el19 de mayo.

Pero no solo se comete violencia contra nosotros al negarnos soluciones, peor aún, al momento de escribir estas líneas, estamos siendo amedrentados vía teléfono, por denunciar la política de contención con que se violan nuestros derechos constitucionales, así mismo, con la presencia de cuerpos policiacos en algunos domicilios de los dirigentes de Antorcha.

Por tanto, hacemos responsables a las autoridades y en concreto, al gobernador del estado y al secretario de Gobierno, de lo que pueda pasar en los próximos días y, a la vez, les decimos, que desde que nacimos como proyecto político que busca combatir la pobreza lacerante en que se debaten millones de mexicanos, supimos hacer frente a esta violencia con la fuerza de las masas organizadas en torno a los derechos tutelados por nuestra carta magna. Que por tanto, el antorchismo oaxaqueño, cobijado con la fuerza de tres millones de mexicanos que militan en nuestras filas, seguirá luchando paciente pero tesoneramente, por el reparto equitativo de la riqueza nacional. 

Finalmente diremos, que reducir a cero la solución a nuestras legítimas demandas, no hará que desistamos de nuestra lucha, antes al contrario, nos empujará inevitablemente a llamar a los millones de pobres que, como nosotros, enfrentan los tres tipos de violencia a que se refiere Johan Galtung, para la creación de un partido político con verdadero raigambre en el pueblo, que dé una vuelta de timón a la política económica que hoy se aplica en México y, así, crear empleos, aumentar los salarios, instaurar una política fiscal progresiva en la que paguen más los que más ganen y, permita redireccionar el gasto público para favorecer a las capas más pobres y necesitadas, porque hemos llegado a la conclusión de que solo así podremos realmente contrarrestar la violencia estructural de que somos víctimas. 

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