Existen muchas opiniones un tanto pesimistas acerca de la posibilidad de educar y politizar a los sectores populares a través de escritos extensos y complejos, las cuales aseguran “que la sociedad no tiene el hábito de la lectura, menos el de obtener información seria y crítica acerca de lo que sucede a nuestro alrededor”. Sin embargo, disiento de ellas.
Esto viene a cuento porque en la actual coyuntura política, a pesar del alto nivel de inconformidad con la 4T por sus errores políticos y económicos, por la violencia desbordada, la corrupción descarada y la imposición de una reforma constitucional para someter al poder judicial, Morena, con Claudia Sheinbaum a la cabeza, obtuvo casi seis millones de votos más que la elección encabezada por AMLO.
Es necesario entender por qué amplios sectores pobres prefieren un apoyo monetario minúsculo, en vez de obras y servicios que impacten su vida de manera permanente.
Es claro que se continuará con la política económica aplicada en este sexenio, con la que según especialistas como Abel Pérez Zamorano, “se ha hipotecado el bienestar de las generaciones venideras”, pues los intereses que se pagan a la deuda pública han aumentado drásticamente.
Por ejemplo, el año pasado se destinaron 849 mil millones de pesos al pago de los intereses de esta y, en el año que corre, se presume que se pagarán 1.12 billones; a esto hay que sumarle, sostiene Pérez Zamorano, que la inflación continuará por arriba del 4 % y que la 4T se rehúsa a cobrar más impuestos a los ricos.
Seguirá configurándose, pues, el entorno para una crisis económica y ya sabemos que, en las crisis, los gobiernos rescatan a los bancos y a las empresas para que, según ellos, mantengan los empleos, cargando los costos a las clases trabajadoras, reduciendo el gasto social y aumentándoles impuestos.
Y ante este panorama, ¿cómo convencer al pueblo mexicano de que las transferencias monetarias directas no alcanzan para que atienda con ellas la salud, educación, servicios, obras de infraestructura, y menos podrán ayudarlo a enfrentar la crisis que se aproxima?
O más difícil aún: ¿Cómo convencerlo de que le conviene organizarse para defenderse?
Esta es una encrucijada de esas que son vitales para los pueblos, un obstáculo que tenemos que remontar los mexicanos de bien que luchamos genuinamente por construir una patria más justa.
Pero ¿cómo hacerlo? Si a pesar de que analistas y politólogos argumentan y difunden información copiosa acerca del fracaso en las políticas públicas, la demagogia y autoritarismo de la 4T, el pueblo no se interesa por tener elementos para hacerse un juicio más informado.
Más aún, si muchos ciudadanos, en vez de organizarse, prefieren un apoyo monetario, por demás reducido, que se ofrece como si fuera otorgado por López Obrador y no lo que en realidad es: un recurso que sale de los impuestos de todos los mexicanos.
Pues bien, la historia de liberación de los pueblos del mundo demuestra que su resistencia al estudio y al análisis se debe a la falta de educación y al peso de sus largas jornadas laborales.
Por tanto, para lograr hacer mella en la conciencia del pueblo y lograr educarlo, a pesar de las opiniones que afirman que esto es prácticamente imposible, es preciso combatir esa resistencia desde dos ámbitos.
Por un lado, debemos ser capaces de demostrar las causas verdaderas y profundas de la pobreza y de los males sociales que esta conlleva; de ilustrar cómo millones de mexicanos humildes se empobrecen mientras la clase empresarial se enriquece, o clarificar qué es la riqueza social, cómo se genera y cómo debe repartirse, etcétera, y hacerlo en un lenguaje lo suficientemente claro y sencillo que le permita entenderlo.
Por otro lado, demostrar en su realidad concreta la existencia de los procesos económicos y políticos a que está sujeto para ser explotado y sometido no solo física, sino intelectual y espiritualmente, traduciéndolo a las condiciones específicas de su entorno.
Asimismo, es necesario entender por qué amplios sectores pobres prefieren un apoyo monetario minúsculo, en vez de obras y servicios que impacten su vida de manera permanente y por qué creen en López Obrador, que se ha hecho pasar por el liberador del pueblo mexicano desprotegido que, como un huérfano, ha esperado la llegada de un padre salvador.
Para ello, hay que analizar varios aspectos e ir a la historia de México para comprender la idiosincrasia de los grandes sectores populares y el carácter de la nación mexicana, cuya historia, por lo menos desde la Conquista española, ha estado marcada por el dominio y el combate feroz contra la identidad orgullosa y altiva de los grupos étnicos que poblaban esta tierra.
Además, no hay que olvidar que a la pérdida de la identidad, se suma el tránsito, en unas cuántas décadas, de nación rural y netamente campesina en un país con grandes centros urbanos a los que han emigrado grandes sectores del campo, sumiéndose en las complicaciones demográficas que esto implica.
Finalmente, la migración de más de 20 millones de mexicanos que se han ido a mal vender su fuerza de trabajo a la potencia imperialista, liberando de la presión de falta de empleo a nuestros Gobiernos, por un lado, y por otro, trayendo costumbres, hábitos y formas de vida que chocan con el carácter autóctono y atrasado en muchos sentidos del México nuestro.
Una cosa más: ante este escenario, estudiantes, profesionistas, líderes sociales y personas con deseos de progreso verdadero —que no puede ser otro más que el progreso de toda la sociedad en general—, debemos comprender y aceptar, en primer lugar, que la transformación auténtica de un país debe pasar, necesariamente, por las aulas.
En segundo lugar, que quienes decidamos formar parte en la construcción de los instrumentos que la realicen, debemos unirnos real y verdaderamente con las masas populares, vivir con ellas, sentir como ellas, en fin, ser parte de ellas, para poder conducirlas en la asimilación del marxismo-leninismo, logrando con ello la perfecta comunión entre la lucha teórica y práctica. Cualquier esfuerzo que no reúna estas condiciones está condenado al fracaso rotundo.
Puede que la travesía sea larga, puede incluso que los que hoy enarbolamos la bandera de la libertad no tengamos el privilegio de ver ni siquiera de cerca la aproximación a la meta, pero puede también que las contradicciones, cada vez más agudas, del sistema capitalista en su modelo neoliberal, sean tan agudas y, por tanto, insostenibles, de tal forma que cave su propia tumba con su insaciable y consustancial hambre de ganancia, en unos cuantos años.
Cuando eso suceda, la dura realidad de las masas empobrecidas les convencerá de aceptar el esfuerzo teórico, por muy extenso y complejo que sea, pues la humanidad no va para atrás, sino para adelante, inexorablemente, pues como dijo el célebre poeta cubano José Martí, “cuesta mucho educar a un hombre, pero cuesta más, no hacerlo”, ¡así que manos a la obra!
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