Médicos, abogados, contadores; ingenieros químicos, civiles, industriales, en mecatrónica, en sistemas computacionales y en logística; fisioterapeutas, administradores, maestros, pedagogos, psicopedagogos, periodistas, comunicólogos, músicos, bailarines, pintores; psicólogos, escritores, criminólogos, sociólogos, trabajadores sociales, historiadores; licenciados en inglés, matemáticas, física, español; en gastronomía, animación digital y deporte, entre otras disciplinas, son las profesiones que ahora ejercen más de cinco mil jóvenes egresados de las ocho instituciones de educación superior en Chimalhuacán, Estado de México.
El fuerte y sostenido impulso a la educación que dieron los Gobiernos antorchistas generó un gran impacto: miles de jóvenes accedieron a una educación equitativa, lo que les permitió acceder a mejores empleos y salarios.
Estas instituciones educativas incluyen el campus Chimalhuacán de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), el Centro Universitario Chimalhuacán (CUCH), adscrito a la UNAM, la Universidad Politécnica (Upchi), el Tecnológico de Estudios Superiores (Teschi), la Escuela Normal Ignacio Manuel Altamirano (Enima), las dos escuelas de Bellas Artes, Víctor Puebla y Cristina Pacheco, y el Centro Universitario Tlacaélel (CUT).
Todas estas instituciones fueron fundadas por Gobiernos municipales encabezados por miembros del Movimiento Antorchista Nacional, quienes han trabajado en el Estado de México.
Estas instituciones han brindado oportunidades educativas de nivel superior no sólo a miles de jóvenes de este municipio, sino también a muchos otros provenientes de municipios aledaños como Chalco, Nezahualcóyotl, Los Reyes La Paz, Chicoloapan, Amecameca e Ixtapaluca.
Estas escuelas ofrecen estudios de nivel superior, lo que elimina la necesidad de que los jóvenes se trasladen a la Ciudad de México para continuar su formación académica.
Las instalaciones de estas instituciones están cerca de sus hogares, lo que les evita tener que salir a las 4 o 5 de la mañana para llegar a tiempo a sus clases de las 7 en alguna facultad de la UNAM, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) u otra universidad en la capital.
El hecho de que las universidades estén cerca de sus hogares no solo les ahorra tiempo en el transporte público, sino también una considerable cantidad de dinero, que a menudo se destina a la compra de alimentos o libros, reduciendo así las posibilidades de deserción escolar.
Antorcha llegó a Chimalhuacán en 1988, un municipio mexiquense donde predominaba la pobreza extrema y, por tanto, el olvido y la marginación en la que los gobiernos municipales, estatales y federal habían sumido a sus habitantes.
Muchos de ellos eran nativos, pero otros llegaron a estas tierras de historia ancestral en busca de sustento para sus familias. Primero, se dirigieron al entonces Distrito Federal en busca de trabajo.
Sin embargo, debido a sus raquíticos salarios, no pudieron alquilar un lugar para vivir en la capital. La alternativa que encontraron, precisamente en la década de los 80, fue trasladarse a un municipio que estuviera a menos de hora y media de la capital, desde donde podían desplazarse diariamente a sus trabajos.
Desde entonces, Chimalhuacán se convirtió en un “municipio dormitorio,” ya que la mayoría de la gente solo regresaba a él para dormir unas pocas horas antes de reanudar su rutina diaria.
No importaba que sus viviendas estuvieran construidas con materiales de desecho; no importaba que tuvieran que caminar sobre polvo, lodo, drenajes a cielo abierto o que se transportaran en vehículos desvencijados que frecuentemente se averiaban o se accidentaban, poniendo en riesgo la vida de las personas.
Todo esto se soportaba con tal de tener un lugar donde descansar, aunque el número de escuelas primarias y secundarias era escaso… bueno, sí importaba, pero como dicen: “no había de otra.”
En 1996, un luchador social llegó a este municipio forjador de escudos y puso en el centro de sus preocupaciones a los chimalhuacanos. Se dispuso a trabajar arduamente para mejorar las condiciones materiales en las que vivían estos mexicanos marginados.
A partir de entonces, empezaron a llegar las lecherías y algunos servicios básicos. En el año 2000, ese trabajo se potenció gracias a que este luchador social, Jesús Tolentino Román Bojórquez, se convirtió en presidente municipal. Desde entonces, trazó una línea de trabajo para llevar progreso y desarrollo social a la gente.
En el año 2000, las escuelas primarias del municipio comenzaron a cambiar. Estas tenían “instalaciones precarias, en un terreno cercado con varas, carentes de espacios adecuados y correctamente equipados, sin aulas propiamente construidas para la enseñanza y sin instalaciones sanitarias adecuadas,” como describió el profesor Antonio Elizalde, director fundador de la primaria “Moisés Sáenz Garza.”
Actualmente, Chimalhuacán cuenta con más de 600 escuelas públicas que aprovechan los conocimientos de los maestros formados en la Enima.
Del total de escuelas que hay en el municipio, 222 fueron impulsadas por Antorcha; es decir, una tercera parte de las instituciones educativas de este municipio se fundaron gracias a las gestiones y lucha que, ante Gobiernos estatales, dieron juntos pueblo y Gobiernos progresistas, Gobiernos antorchistas.
Gracias a ese esfuerzo colectivo, en agosto de 2023 se inscribieron 132 mil niños en el nivel básico y, de las ocho escuelas de nivel superior mencionadas, este año 2024 egresaron cerca de 700 profesionistas que ahora brindan servicios en Chimalhuacán y en municipios de la entidad.
El fuerte y sostenido impulso a la educación que dieron los gobiernos antorchistas generó consecuencias sociales de gran impacto: miles de jóvenes accedieron a una educación equitativa, lo que les permitió acceder a mejores empleos y, por ende, a mejores salarios.
Esto, a su vez, resultó en su ascenso social, un concepto que los estudiosos del tema relacionan con el hecho de que, cuando existen políticas educativas que realmente benefician a la población, el sector social beneficiado se desplaza a un sector social superior, combatiendo la pobreza de manera efectiva y no solo con palabras, como se ha escuchado en los últimos años.
El ascenso social es lo que han aportado a los chimalhuacanos las ocho escuelas de nivel superior. En 1994, el Movimiento Antorchista Nacional impulsó la Escuela Normal de esta localidad, y ahora, 30 años después de su fundación, los jóvenes estudiantes también pueden cursar maestrías y hasta doctorados.
Eso es trabajar por un mejor municipio, más igualitario y respetuoso de los derechos humanos. Quien no lo vea así, puede tener un elefante en la sala de su casa y tampoco notarlo.
No es que la pobreza haya sido erradicada en Chimalhuacán, no, eso no ha sido posible porque todavía hay mucha pobreza debido a que en este municipio del Oriente mexiquense no existen suficientes fuentes de empleo que le permitan a la gente acceder a un salario seguro.
De hecho, la mayoría de su población sigue dedicándose al comercio informal, en gran medida porque el Gobierno de López Obrador, en el año 2018, se opuso a la construcción de un parque industrial en los terrenos del ex-Lago de Texcoco, el cual habría generado empleos para 40 mil trabajadores de esta región.
En su lugar, se prefirió construir un “parque ecológico,” dejando a miles de personas sin sustento.
En su libro Marginación Urbana (2010), el doctor Abel Pérez Zamorano señala:
“… en esos gigantescos asentamientos de pobres se registra el desempleo y los más bajos salarios; predomina el sector informal, el déficit de vivienda es muy alto; hay poca atención a la educación, a la cultura y al deporte, y una insuficiente asignación de presupuesto público para la provisión de los servicios públicos básicos”.
En Chimalhuacán, en 21 años de Gobiernos encabezados por militantes del Movimiento Antorchista y del Proyecto Nuevo Chimalhuacán, se llevó a cabo una política pública educativa inclusiva, lo cual trajo como consecuencia el ascenso social de los chimalhuacanos, creando una sociedad más justa y menos desigual.
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