Tlaxcala, el estado más pequeño de México, enfrenta una crisis educativa que pocos quieren ver. Según datos del Inegi (2023), la entidad cuenta con 398 planteles de educación media superior que atienden a 52 mil 847 estudiantes. La cifra parece alentadora, hasta que profundizamos en la realidad que se vive dentro de esas aulas.
De acuerdo con el diagnóstico más reciente de la SEP, el 67 % de los planteles educativos en Tlaxcala requieren intervención urgente en su infraestructura básica. ¿Sabía usted que cuatro de cada diez escuelas tienen problemas graves en sus instalaciones eléctricas? ¿Que el 35 % carece de laboratorios funcionales? ¿Que el 42 % tiene sanitarios en condiciones deplorables?
La transformación del sistema educativo en Tlaxcala es una tarea urgente que depende de la acción colectiva de sus estudiantes y de la sociedad en su conjunto.
La inversión federal en infraestructura educativa media superior para Tlaxcala ha sido, en el mejor de los casos, insuficiente. El presupuesto asignado entre 2012 y 2024 apenas alcanzó los 892 millones de pesos, según datos de la Secretaría de Hacienda. ¿Le parece una cifra considerable? Hagamos cuentas: distribuida entre todos los planteles, representa apenas 186 mil pesos anuales por escuela. ¿Qué se puede mejorar con eso?
Pero el problema va más allá de la infraestructura. El sistema educativo actual sigue anclado en paradigmas del siglo pasado. Ceneval reporta que el 73 % de los estudiantes tlaxcaltecas de nivel medio superior tiene deficiencias severas en pensamiento crítico y resolución de problemas. ¿Por qué? Porque seguimos educando para crear obreros, no pensadores; empleados, no innovadores.
El modelo económico actual ha pervertido el propósito de la educación. Las escuelas se han convertido en fábricas de mano de obra, donde el pensamiento colectivo y la conciencia social han sido reemplazados por competitividad individual y obediencia ciega. ¿Es esto lo que queremos para nuestros jóvenes?
Coneval señala que el 48.2 % de los jóvenes tlaxcaltecas entre 15 y 18 años vive en condiciones de pobreza. ¿Cómo esperar excelencia académica cuando las aulas se caen a pedazos, cuando faltan equipos de cómputo, cuando los laboratorios son obsoletos o inexistentes?
Estudiantes de Tlaxcala, la historia nos ha enseñado que los cambios significativos nunca vienen de arriba. La transformación que necesitamos debe nacer de ustedes.
No se conformen con aulas deterioradas, con equipos obsoletos, con una educación que los prepara para ser engranajes de una máquina que beneficia a otros.
Los convocamos a organizarse, a exigir lo que por derecho les corresponde. No están pidiendo privilegios; están demandando lo básico: instalaciones dignas, equipamiento adecuado, una educación que les permita desarrollar todo su potencial. El futuro de Tlaxcala está en sus manos, y el momento de actuar es ahora.
La educación no puede esperar. Cada día que pasa con infraestructura deficiente es un día perdido para miles de jóvenes. ¿Seguiremos permitiendo que las autoridades ignoren esta realidad? ¿O nos organizaremos para exigir el cambio que merecemos?
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