MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El beneficio y el costo de las tormentas en Nuevo León

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En Nuevo León, un estado marcado por su aridez y escasez de agua, las tormentas tropicales se presentan como una bendición ambivalente. En tiempos de sequía extrema, estas lluvias intensas representan una oportunidad única para revitalizar nuestras reservas hídricas y mitigar el impacto de la sequía en la población. 

Estos últimos días, con la llegada de “Alberto”, nos hemos enfrentado a una cruel realidad que no podemos, y mucho menos debemos, ignorar: una vez más, las comunidades marginadas enfrentan las peores consecuencias.

Estos últimos días, con la llegada de “Alberto”, nos hemos enfrentado a una cruel realidad que no podemos ignorar: una vez más, las comunidades marginadas enfrentan las peores consecuencias.

Históricamente, hemos visto cómo estas tormentas proporcionan un alivio temporal pero significativo a nuestra infraestructura hídrica y agrícola. Los embalses y presas, que en meses previos lucen desolados, se ven repentinamente revitalizados, ofreciendo una reserva importante para el consumo humano y el desarrollo agrícola.

En tan sólo menos de 24 horas, Alberto llenó a más del 100 % la presa de “La Boca”, una de las principales fuentes de agua de la ciudad. Para muchos, especialmente los agricultores y ganaderos cuyas cosechas y animales dependen del agua, estas lluvias son una fuente de esperanza y sustento.

No obstante, la verdadera cara del impacto de las tormentas tropicales emerge en las áreas menos privilegiadas de nuestra sociedad. Las comunidades marginadas, que a menudo carecen de infraestructuras adecuadas para canalizar y gestionar el agua de manera segura, sufren las peores consecuencias. 

Calles convertidas en ríos, hogares inundados, vehículos arrastrados y, en los casos más desgarradores, vidas perdidas. En las mismas 24 horas se realizaron rescates en pueblos de la zona de la Huasteca, donde sus habitantes habían quedado atrapados por el paso de la corriente.

Habitantes de zonas altas experimentaron el deslave de los cerros. La misma agua que salva cultivos y abastece acueductos se convierte en un destructor implacable cuando no se maneja con un plan de contingencia adecuado.

Es crucial reconocer que, a pesar de las experiencias pasadas y los avances en infraestructura, la realidad persiste para la clase trabajadora. La lluvia que debería traer alivio se convierte en una amenaza adicional para quienes ya luchan por subsistir.

Sus sacrificios personales, en forma de hogares destruidos y pertenencias perdidas, eclipsan cualquier beneficio que el agua pueda traer. Esta disparidad subraya la urgente necesidad de políticas públicas que prioricen la equidad en la gestión del agua y la infraestructura resiliente que proteja a todas las comunidades por igual.

Las tormentas tropicales como “Alberto” son un recordatorio poderoso de la dualidad del agua como recurso vital y fuerza destructiva. Pero, sobre todo, de la desigualdad en la que nos tiene el sistema capitalista: mientras unos celebran sus beneficios por la sequía, no podemos ignorar que otros sufren las injusticias inherentes y cómo estas afectan desproporcionadamente a los más vulnerables.

Es tiempo de no sólo adaptarnos a la naturaleza, sino de proteger a todos los ciudadanos, garantizando que cada gota de lluvia sea una bendición para toda la población de Nuevo León, sin excepción.

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