El héroe de nuestro tiempo es el infortunio para los más humildes, no solo de nuestro país sino del mundo entero que se ven azotados por la pandemia de la covid-19, que justamente en estas fechas, hace un año, arrebató a su primera víctima en nuestro país y que lamentablemente ahora se contabilizan cerca de 193 mil muertos y más de dos millones de contagiados. A nivel global tampoco es favorable el panorama, 119 millones de contagiados y tristemente nos acercamos a 3 millones de muertos, pero la desdicha aún no termina con esto, el hambre se está tornando devastadora para todos.
Según el programa mundial de alimentos, 270 millones de personas van a pasar hambre este año, debido a los confinamientos y restricciones impuestas por muchos países, esto ha tenido un gran impacto en la economía debido a que se han cerrado millones de negocios y se han acabado los empleos para millones de trabajadores en todo el planeta, lo que ha originado, por ejemplo, en el continente europeo, donde se localizan varías de las economías más pujantes, delicadísimos problemas.
Los graves problemas económicos en el viejo continente han ocasionado que se formen “las colas del hambre” donde fundamentalmente se encuentran estudiantes que han perdido sus empleos, con los que se ayudaban a sostener sus estudios, pero que ahora con los bares y restaurantes cerrados, que era habitualmente el sitio donde se ocupaban, ya no tienen un salario para seguir adelante y han tenido que recurrir a las ONG para subsistir.
Esta situación está presente en la quinta economía del mundo como lo es Francia y ha obligado al gobierno del presidente Emmanuel Macron a otorgar dos comidas al día por un euro, ante tan difícil situación de los jóvenes que muchas veces no tienen ni dinero para adquirir un boleto del metro e ir a recoger sus alimentos a donde los están donando.
Esto nos da idea de lo que seguramente está ocurriendo en América Latina, donde la Organización de la Naciones Unidas (ONU) declaró que 20 millones de personas pasarán hambre en los próximos meses, y ya lo vemos, en Lima, Perú, los pobladores han tenido que recurrir a estrategias alimenticias no vistas desde los periodos de guerra como son “las ollas comunes”, donde los habitantes de los barrios se organizan para acudir a los mercados a pedir lo que los comerciantes les regalen; llevarlo, cocinarlo y repartirlo en grupo. Esta situación es producto de que el 70 por ciento de la población de Perú vive en el empleo informal.
Pero si vamos a países del continente africano la situación es peor, según la ONU, 400 mil menores pueden morir de malnutrición aguda, por último, en su “Informe sobre el Estado de Seguridad Alimentaria y Nutrición en el Mundo, 2020” la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advirtió que en América Latina y el Caribe, pese a su gran producción de alimentos, 47.7 millones de personas sufren de hambre y este dato no consideraba aún los efectos de la pandemia.
Todas estas cifras escalofriantes son producto de la terrible desigualdad social que nos impone este sistema capitalista neoliberal, donde una minoría lo tiene todo hasta el hartazgo, sí, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante, esto debe llevar a todos, pero fundamentalmente a los que padecemos este injusto sistema económico, a cambiarlo todo, a buscar un nuevo modelo económico que pueda producir tanto como ahora o más, pero que sea capaz de repartir equitativamente esta riqueza para no morir de hambre.
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