“Yo tengo otros datos”, “lo que el pueblo sabio decida” o “por el bien de todos, primero los pobres”. Estas son solo algunas de las palabras que forman parte del típico recurso retórico que utiliza el presidente López Obrador para imponer su voluntad de un poder sobre una sociedad en la que la desigualdad de ingresos es brutal. En este contexto, las mayorías empobrecidas -ignorantes de los motivos que las llevan a vivir miserablemente- siguen esos cantos populares y se alinean a la voluntad de quien les habla bonito en un reino del caos. Sin embargo, la realidad que vive México y los mexicanos, no se puede ocultar, mucho menos disfrazar. La crisis política, económica, de seguridad y de salud que atraviesa nuestro país va creciendo. Para muestra un botón.
No es novedad que el país está sumergido en una grave crisis que la pandemia ha venido a empeorar. Los propios informes de instituciones especializadas indican que el empleo ha decrecido y que hasta la fecha 504, 092 empleos formales no se han recuperado. Recientemente el Coneval dio a conocer que la pobreza laboral aumentó en un 3.8 por ciento a nivel nacional en el primer trimestre de 2021. Lo que explica que el problema que atraviesa México y los mexicanos es objetivo. De cada 10 mexicanos, tres viven en pobreza extrema y seis padecen alguna carencia.
Pero por si eso fuera poco, las políticas del presidente en turno, lejos de mitigar tan pesado fardo, se impone con severidad. En medio de la crisis sanitaria, el gobierno no quiso destinar recursos para apoyar a la población más pobre, a los trabajadores que perdieron su empleo y a las pequeñas empresas que tuvieron que cerrar por el confinamiento. Lo que prueba que la adjetivación de promesas políticas bajo el manto de “primero los pobres” no es un problema teórico, sino un problema práctico. Por tanto, “es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”. Cambiar una idea por otra, una frase por otra, no puede llevar a nadie “más allá de las viejas condiciones del mundo, sino solamente más allá de las ideas de estas”. En suma, la “cuarta transformación” ha combatido principalmente algunas ideas sobre la realidad nacional, pero no ha combatido, ni por equivocación, la realidad misma.
Pues bien, ya vimos que el principal enemigo de los pobres tiene nombre. Ya decía Lenin en 1903: “(…) los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Son los peores porque excitan los malos instintos de la multitud y porque a los obreros atrasados les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se presentan, y a veces sinceramente, como amigos. Son los peores, porque en este período de dispersión y vacilaciones, en el que la fisonomía de nuestro movimiento está aun formándose, nada hay más fácil que arrastrar demagógicamente a la multitud, a la cual podrán convencer después de su error solo las más amargas pruebas”.
Y las más amargas pruebas las estamos viviendo. Detrás de la tragedia de la línea 12 del metro, las muertes por covid-19, la tragedia de la salud, del hambre, de la miseria… nada de eso importa en aras de la consolidación de la “cuarta transformación”. Son primero los pobres las víctimas mortales de la “austeridad republicana”.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario