En reciente visita del presidente López Obrador por tierras morelenses en la mañanera -que por cierto era la ocasión para visitar Cuautla por el natalicio de Jose María Morelos y Pavón, pero se decidio conmemorar en Jojutla, a resguardo de las posibles protestas seguramente- y después de anunciar que daría todo el respaldo a nuestro estado y al gobernador, a pregunta expresa de un reportero, de cómo se estaría combatiendo la inseguridad en Morelos, el presidente anunció la construcción de 15 cuarteles de la Guardia Nacional, de los cuales 2 ya fueron terminados.
Por esta declaración destacada es importante reflexionar y decir de entrada que, a medio camino de su mandato, no se ve por ningún lado que su política de “primero los pobres”, este dando resultados en favor de los marginados, más allá de repartir algún dinero en sus programas de adultos mayores, para mantener un mercado electoral cautivo que mantenga a la 4T en el poder. Según el Coneval, organismo que evalúa las políticas públicas, dió a conocer que en los últimos dos años con los programas del bienestar no se redujo la pobreza, al contrario, aumentó casi en 4 millones de mexicanos y la pobreza extrema también, del orden de 10 millones más a nivel nacional.
Ahora que la realidad pide a gritos poner atención a la economía, a la pandemia y al combate de la violencia también, pero atendiendo a sus verdaderas raíces que son la pobreza y marginación en la que viven la mayoría de lo mexicanos, resulta que en este mar de necesidades básicas la prioridad para el gobierno federal y estatal es solo la contrucción de cuarteles. Y ¿qué hay de la atención a los pueblos y colonias en obras y servicios públicos, de los solicitantes de vivienda, de los campesinos que demandan programas de apoyo al campo? Nada, solo unos cuantos pesos para mantener la clientela electoral.
Y si alguién lo duda, ahí está la suspensión del programa estatal de fertilizante para miles de pequeños productores de temporal que año con año recibían y que, sin más, el gobierno de Cuauhtémoc Blanco lo eliminó de un plumazo.
Ahí están los problemas de las inundaciones y los deslaves en varias zonas del estado que no se preven ni atienden con la prontitud y urgencia de las familias afectadas. Incluso las declaraciones del gobernador, a quien le molestó que los medios de comunicación le preguntaran de los afectados de Tlayacapan cuando él se encuentraba jugando golf con sus amigos y replica que también tiene derecho a hacerlo. O bien cuando señala que es responsabilidad de la gente que vive en zonas de riesgo y se lava las manos para apoyarlos y reubicarlos. Vean cómo la sensibilidad y deber están extraviados en nuestros actuales gobernantes.
Por último, la mala gestión de la pandemia que ha cobrado muchas vidas que se pudieron salvar; así mismo, el regreso a clases que tanto se publicitó e impuso la orden central de la SEP pero que en los hechos en cientos de escuelas no han podido hacerlo por falta de mantenimiento, de robo al patrimonio educativo, de carencia de agua y ventilación adecuada; además del temor fundado de los padres de familia para enviar a sus hijos a la escuela y que resulten contagiados por la falta de vacunación contra la covid-19.
La pregunta natural que se deriva de lo anterior es, ¿qué hacer en las actuales circunstancias de indolencia gubernamental y de falta de voluntad política de los gobernantes? No hay otra salida más que el pueblo se una en un solo cuerpo, se organice y luche, para así hacer efectivos sus derechos al trabajo, salud, educación, vivienda, etc. y a vivir en paz. Por lo mismo, a ningún gobernante hay que creerle, aunque diga de palabra que está con el pueblo, si los hechos no hablan por él, la biblia dice por sus frutos los conoceréis.
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