Todo mundo desea, en algún momento de su vida, visitar la Riviera Maya o Cancún, Quintana Roo, estado enclavado en el caribe mexicano, puesto que es un lugar hermoso con preciosas playas de arena blanca y un mar con agua azul turquesa, además, tiene grandes poblaciones de arrecifes de coral, islas, pueblos mágicos, cenotes, ríos subterráneos, una selva exuberante y ruinas de templos y ciudades que son vestigios de la gran cultura maya que en su momento gozó de gran esplendor.
También, el lado sur de la entidad tiene lugares dignos de visitar como la Bahía de Chetumal, la ya famosa laguna de los siete colores en Bacalar, las lagunas milagros en Huay-Pix y la de Xul-ha, así como los hermosos balnearios de la ribera del río hondo, entre otras.
Estimado lector, el objetivo del análisis que pretendo hacer en esta colaboración no es precisamente hablar de las bellezas naturales de Quintana Roo y sus paradisíacos lugares, porque seguramente unos ya los conocen, debido a que los han visitado y otros, porque los han visto a través de los diversos medios de comunicación que hoy existen.
Al ser Quintana Roo un estado con un turismo en boga, donde el 87.48 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) proviene del turismo y sólo un 12.52 por ciento de otras actividades, es necesario preguntarse ¿En qué beneficia el turismo a la población local, sobre todo a la más vulnerable? Esta pregunta encierra el objetivo de mi análisis, saber si realmente el turismo -como se pregona por el gobierno y los empresarios del ramo- trae grandes beneficios para el pueblo y, por ende, ayuda a tener una mejor condición de vida. Veamos.
El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) que en esta administración federal encabeza el tabasqueño Javier May Rodríguez, afirma que el turismo genera empleos de calidad, capta divisas y contribuye a mejorar la calidad de vida de la población, convirtiéndolo en una palanca del desarrollo nacional. Por lo que esta dependencia tiene como uno de sus principales objetivos detonar al máximo el potencial turístico de México para consolidar su lugar como potencia turística mundial.
Está claro que estos instrumentos de planeación, razón por la cual nació Fonatur, hace más de 40 años, son un enfoque oficialista de la actividad turística del país que privilegia el aspecto económico y la búsqueda de mejorar el lugar como potencia turística. Las grandes inversiones (el Tren Maya, por ejemplo) se destinan a detonar el máximo potencial turístico en menoscabo de inversiones que verdaderamente ayuden a mejor la calidad de vida de los habitantes.
Contrario a lo que afirma la Fonatur y el gobierno, en sus tres niveles, cuando dice que el turismo contribuye a mejorar la calidad de vida de la población, lo que se puede apreciar a simple vista en Cancún y la Riviera Maya, por ejemplo, es que la industria turística, que en su gran mayoría son capitales extranjeros, sólo buscan recursos naturales y mano de obra barata para invertir su capital y explotar estos recursos, sin importar la calidad de vida de los pobladores.
Los recursos naturales como playas, manglares, selvas y zonas protegidas las privatizan y en ellos construyeron grandes hoteles lujosos, restaurantes y centros recreativos que sirven para que los turistas que vienen de todo el mundo disfruten de estos lugares a cambio de que los trabajadores de todo tipo, sean explotados al laborar largas jornadas con salarios raquíticos.
Ítem más, el turismo atrae a la Riviera Maya y Cancún a miles de migrantes de todo el país, sobre todo a tabasqueños, chiapanecos, veracruzanos y personas de los pueblos mayas de Yucatán, Campeche y del mismo Quintana Roo; ilusionados con tener trabajo y mejores condiciones de vida, dejan sus lugares de origen para engrosar la mano de obra barata de la industria turística; este fenómeno, hace que las ciudades como Cancún, Playa del Carmen y Tulum sobre todo, crezcan de manera explosiva y desordenada, generando todo tipo de problemas.
El peso que el gobierno y los empresarios le dan al turismo en México y sobre todo en Quintana Roo, que es el objeto de análisis, es solamente económico pero la realidad nos indica que debe ser también político, social y cultural. Puesto que el crecimiento desmedido de las poblaciones del Norte y Riviera Maya traen consigo mucha pobreza y marginación.
Por ejemplo, Cancún tiene una población de 888 mil 797 habitantes según el último censo oficial del Instituto Nacional Estadística y Geografía (Inegi). Este destino turístico, que tiene grandes y lujosos hoteles, recibió en 2022 a seis millones 482 mil turistas internacionales, esto es el 66.9 por ciento más que en el mismo periodo del 2021, la actividad aeroportuaria es de más de 500 vuelos diarios. El desarrollo de Cancún se basa en grandes hoteles con todo incluido y una amplia oferta nocturna. Pero a lado de este mundo de ocio destinado a clases medias de países ricos, la población local se amontona en la periferia de la ciudad en zonas irregulares con carencias de todo tipo.
Así que, el turismo ha fraccionado a esta ciudad, puesto que no existe un solo Cancún sino tres: la grande y lujosa zona hotelera desarrollada en la franja que un día fuera una isla desierta, la ciudad planificada y pensada para una clase media y la zona que concentra la mayor parte de la población que nunca fue incluida en los planes de desarrollo de la ciudad y que ha generado un cinturón de miseria.
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