Este mes egresa la última generación de niños y jóvenes formados durante los primeros seis años de supuesta “transformación” encabezada por el presidente López Obrador y, por tanto, es buen momento para evaluar si la política educativa instrumentada por su Gobierno fue adecuada o no.
Según datos del Instituto Mexicano para la Competitividad el presupuesto federal destinado al rubro educativo se redujo en 3.6 % con respecto al año 2015, el año en que más se invirtió, pues en ninguno de los seis años de la 4T se rebasó el tope de 1 billón 057 mil millones de aquel año; los sectores más afectados fueron la Educación para Adultos (-35 %), la Educación Media Superior (-20 %), la Educación Superior (-14 %) y la Educación Básica (-6 %).
Durante los seis años de la “transformación”, escuelas de Xalapa no recibieron ni un solo centavo para mejorar su infraestructura. En ellas se cristaliza la esencia del proyecto educativo del Gobierno y se desnuda crudamente su verdadera naturaleza falsa y demagógica.
Además, el 90 % del total del presupuesto educativo se utiliza para el pago de nóminas y salarios, es decir, en México el Gobierno apenas gasta lo indispensable para tener maestros.
Así pues, el IMCO reveló que el promedio del gasto por estudiante fue de menos de 300 pesos diarios, muy por debajo del promedio de los países de la OCDE que supera los 700 pesos diarios. En primaria el Gobierno federal gastó apenas 237 pesos por estudiante, en secundaria 207 y en bachillerato 286 (el promedio de la OCDE es de más de mil pesos en este rubro).
Otro grave retroceso fue la eliminación de los mecanismos para evaluar la calidad educativa. Hasta septiembre de 2019 existió el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE), pero fue eliminado y en su lugar se creó el Mejoredu, una institución sin presupuesto suficiente para coordinar el sistema nacional de evaluación y diseñar políticas para elevar la calidad educativa.
Para el año 2024 esta dependencia ejerció menos del 62 % del presupuesto que tuvo el INEE hasta el 2018. El resultado de este desmantelamiento fue que nuestros estudiantes de secundaria reprobaron las evaluaciones de la prueba PISA en ciencias, matemáticas y lectura.
Durante el Gobierno morenista tampoco aumentó el presupuesto para mejorar la infraestructura física de las escuelas de todos los niveles que existen en México y las carencias físicas siguen intactas y agravándose: 28.3 % de las escuelas primarias y secundarias no tienen servicio de agua potable y el 13.3 % funcionan sin electricidad, además de que sólo 23.1 % tienen infraestructura inclusiva para personas con discapacidad.
En el caso de las escuelas de Educación Media Superior, se reporta que el 25.2 % no tiene agua potable, el 31.2 % no cuenta con computadoras y 49.7 % no tiene conexión a internet.
Estos datos demuestran que el Gobierno de López Obrador realmente no se propuso mejorar las posibilidades de desarrollo individual de los mexicanos y, mucho menos, hacer de México un país moderno con alto desarrollo tecnológico y científico, capaz de producir todos los bienes materiales y espirituales que requiere nuestra sociedad, algo que sólo se logra con una fuerte inversión en educación de calidad.
Y como es probable que estas cifras frías transmitan poco el sentimiento de alarma, agregaré algunos ejemplos y anécdotas que he recogido en estos días, acudiendo a diversas ceremonias de graduación de escuelas a lo largo del estado de Veracruz:
Visité el municipio de Filomeno Mata, uno de los más pobres del país, ubicado en el corazón de la sierra totonaca y escuché la denuncia que hizo la supervisora de la zona escolar de telebachilleratos:
“Nuestro subsistema enfrenta muchas dificultades porque durante estos años prácticamente trabajamos en el abandono, enfrentamos persistentes recortes presupuestales y no tuvimos la posibilidad legal de acceder a apoyos de los Gobiernos municipales (…)
En los meses de intenso calor visité a los jóvenes del telebachillerato (de Filomeno Mata) y realmente fue muy doloroso y desesperante ver cómo estaban los pobres muchachos hacinados dentro de sus salones, sufriendo el intenso calor al borde del desmayo, porque el espacio en donde se encuentra la escuela ya es muy pequeño, urge un nuevo terreno y la construcción de nuevas instalaciones. Ojalá el Gobierno estatal o municipal atienda esta petición que llevamos muchos años haciendo”.
Más al norte, en Tantoyuca en la huasteca veracruzana, escuché las opiniones de algunos directores de Centros de Bachilleratos Técnicos Agropecuarios (CBTA) que preocupados advertían que durante los seis años de Gobierno morenista prácticamente no se fundó ninguna nueva escuela de este tipo.
“Sin escuelas agrícolas, estamos condenados a no elevar la producción de alimentos en México y a seguir comprándolos a otros países, incluido el maíz que se descubrió en nuestro país”, dijo uno.
En el colmo del desinterés gubernamental, el Gobierno federal incorporó a la DGTA (el órgano directivo de este subsistema) a las escuelas especializadas en las ciencias del mar en “una inexplicable fusión con las escuelas agropecuarias”.
En opinión de los directivos, esto demuestra que no existe ningún interés gubernamental para incentivar el estudio de las ciencias que permitan un mejor aprovechamiento de nuestros litorales y la riqueza marina.
“No es posible que en Veracruz con cientos de kilómetros de costa solo existan 4 escuelas especializadas en estudios marinos”, se denunció.
También, en pleno corazón del estado, el jardín de niños y la primaria de la colonia “Humberto Aguirre Cruz” de Xalapa y la telesecundaria de la colonia 2 de marzo en Coatapec entregaron otra generación de niños que tuvieron que cursar sus estudios en aulas improvisadas por los padres de familia, con pisos de tierra, bajo un enlonado cada vez más deteriorado o con las copas de árboles como único techado.
Durante los seis años de la “transformación”, estas escuelas no recibieron ni un solo centavo para mejorar su infraestructura. Puedo decir que en ellas se cristaliza claramente la esencia del proyecto educativo del Gobierno y se desnuda crudamente su verdadera naturaleza falsa y demagógica.
Y, finalmente, en la graduación de los jóvenes del Cobaev 46 en Córdoba, la jovencita Dayanny Guzmán Vela, estudiante de dieces, llamó enérgicamente al Gobierno federal a reformular el sistema educativo, para evitar que los niños y jóvenes deserten y para permitir que todos los que deseen seguir estudiando lo hagan.
“Mientras nosotros nos graduamos, más de 1 millón 300 mil jóvenes dejaron de ir a la escuela durante el año por los problemas económicos de sus familias”, denunció con energía.
Puedo decir, sin faltar a la verdad, que con todas estas dificultades constaté el gran esfuerzo que realizan los maestros a pesar de la adversidad y, sobre todo, advertí un profundo deseo de superación de los niños, jóvenes y de sus padres de familia, deseosos de que la educación sea realmente un vehículo para acceder a una vida mejor y de que nuestro país se desarrolle.
Vi cómo los asistentes a las ceremonias escuchaban con atención los mensajes de los líderes antorchistas y se entusiasmaban ante los llamados para construir entre todos un país rico y próspero, donde la riqueza producida alcance para satisfacer las necesidades vitales de todos los mexicanos.
Los antorchistas creemos que esto es plenamente posible, porque como señaló Homero Aguirre, vocero nacional antorchista en Tantoyuca:
“… los mexicanos somos un pueblo tan inteligente como cualquier otro pueblo en el mundo, somos muy trabajadores y esforzados, el problema es que hace falta un Gobierno que realmente se proponga dirigir esa fuerza e inteligencia colectiva para hacer de México una gran potencia económica”.
Pues bien, en todos estos foros nos comprometimos a seguir luchando en pro de una educación científica, crítica y popular y también a seguir organizando y educando políticamente al pueblo de México, porque esta es la única vía para llevar al poder a verdaderos representantes populares que hagan de la educación un detonante de la superación individual y colectiva de nuestro pueblo.
Ciertamente, los antorchistas llevamos ya 50 años en esa gran tarea, pero el tiempo transcurrido no nos desespera.
La historia enseña que no hay fecha fija para las revoluciones; sin embargo, tarde o temprano ocurren, sobre todo cuando los pueblos se cansan de los falsos mesías y los demagogos para finalmente tomar su propio destino en sus manos.
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