MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Falso demócrata, intolerante y manipulador

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Se dice demócrata, pero está a mil años luz de serlo porque solo quiere imponer sus decisiones, no respeta a la oposición ni a las minorías; se dice honesto y transparente, pero todas sus acciones son opacas; dice que todo lo que hace es para beneficio del pueblo, pero todos sabemos que no ha habido Gobierno federal que haya maltratado tanto a ese mismo pueblo, al grado que cada día más mexicanos caen en las filas de la pobreza y miles mueren por la falta de una estrategia de salud que los aleje de la tumba.

Las líneas anteriores, seguramente ya lo descubrió el lector, retratan de cuerpo entero al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a quien cada vez más mexicanos no solo vemos como intolerante, sino que su comportamiento y acciones son dictatoriales.

Si López Obrador fuera un demócrata no alentaría la campaña de odio en contra de los diputados de oposición que votaron en contra de su reforma eléctrica; si fuera demócrata, sería tolerante, respetaría a la oposición y entablaría diálogo con ese sector legislativo para hacer menos amarga la toma de decisiones en ese importante y emblemático recinto de los mexicanos. 

La democracia, señor presidente, se basa en el reconocimiento de los derechos individuales, los cuales se ejercen a través de los representantes políticos de los ciudadanos y, solo por eso, debe respetarlos.

Pero no, para López Obrador, como para cualquier otro político con aires de dictador, las cosas siempre se definen de la siguiente manera: estás conmigo o estás contra mí. En su cabeza no cabe la idea de que haya gente que no piense igual que él y, mucho menos, que debe respetarla.

Y como 223 diputados de oposición no avalaron su propuesta de dar mayor poder a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y reducir la inversión privada, instrumenta una campaña para desprestigiarlos en la que los califica de traidores a la patria por el simple hecho de no aprobar una ley para entregarle más poder a Manuel Bartlett Díaz, director de esa empresa, a quien se le ha acusado de enriquecimiento ilícito, pero en contra de quien no toma medidas el mandatario.

López Obrador sabe bien que el delito de alta traición o traición a la patria consiste en cometer un acto de extrema deslealtad respecto a un país o a su jefe de Estado, y que generalmente lo instrumentan grupos armados, dirigidos o asesorados por extranjeros, dentro o fuera del país, que tienen por finalidad atentar contra la independencia de la república, su soberanía, su libertad o su integridad territorial como invadir el territorio nacional, aun cuando no exista declaración de guerra. 

Traición a la patria cometió el dictador Victoriano Huerta, en febrero de 1913, al asesinar al presidente electo democráticamente, Francisco I. Madero y, con ello, ilegalmente se convirtió en presidente del país por cerca de año y medio. López Obrador bien sabe que ese acto sí fue traición a la patria, no la votación en contra de su propuesta que hicieron los legisladores de oposición.

La campaña que López Obrador, Mario Delgado y Citlalli Hernández realizan en contra de los legisladores a los que ellos llaman rebeldes, es solo un calificativo político, discursivo; una estrategia política a fin de seguir atacando a la oposición y ponerla como enemiga del pueblo y la patria.

En lo que le queda de gobierno a López Obrador seguramente seguiremos escuchando ese grave calificativo en contra de los diputados de oposición con el objeto de allanarle el camino a Morena para las elecciones presidenciales de 2024, pues, como bien dijo la periodista Dennis Maerker, el episodio de la reforma eléctrica solo constituye el capítulo 1 de traición a la patria; el segundo se vivirá con la segunda iniciativa de reforma constitucional, la electoral, que López recién envió al Congreso de la Unión.

Dicha reforma constitucional electoral, que también está condenada al fracaso porque seguramente los diputados de oposición tampoco brindarán sus votos para que se cambien 18 artículos de la constitución, se sustituya al Instituto Nacional Electoral (INE), se elimine a diputados plurinominales (elegidos por representación proporcional, sin voto directo) y reducir los congresos locales.

Con esa reforma electoral, López Obrador vuelve a mostrarse como un hombre antidemocrático toda vez que no solo pretende eliminar al INE que se ha opuesto a sus caprichos y berrinches, sino que pretende acabar con el sistema de representación proporcional, el cual se atribuye a cada partido el número de cargos de elección popular que resulte proporcional a los votos obtenidos en la contienda electoral. Es decir, el sistema de representación proporcional resulta ser más equitativo que la simple elección bajo el sistema mayoritario; no obstante, el mandatario pretende desaparecerlo con el fin de que solo prevalezca el sistema de elección mayoritaria, con lo que facilitaría a los candidatos del partido en el poder; o sea, los de Morena.

México retrocedería 35 años con el sistema electoral que propone el presidente López y que es similar al que funcionaba en México antes de 1987.

No obstante, eso no le importa al señor López, lo que le importa es que esa propuesta de reforma constitucional, electoral, le proporcione argumentos suficientes para volver a atacar de traición a la patria a los diputados que se opongan a ella, lo cual reforzará su campaña a favor de su partido Morena, al que hace pasar como representante del pueblo, cuando lo único que representa son los intereses del partido y los personales de sus militantes más conspicuos.

El presidente no solo hace ataques mediáticos en contra de los legisladores de oposición, también lo hace en contra de la organización social más grande del país, con el objeto de manipular la percepción que la gente tiene de ella, pero no es tan fácil porque la gente conoce a Antorcha desde hace 48 años y sabe que las acusaciones presidenciales son absolutamente falsas.

Hoy, más que nunca, urge que todos los inconformes con el Gobierno federal que hoy tenemos se organicen una para acabar con gobiernos de este tipo de corte dictatorial. 

Nos quedan dos años para sumar fuerzas con el objeto de sacar a Morena del palacio nacional y elegir a un presidente que realmente vele por los intereses de los mexicanos y saque de la pobreza a los más de 60 millones de mexicanos que hoy existen.

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