La miseria en las periferias de las ciudades grandes y en la Sierra Tarahumara, son el retrato real, la evidencia de que la pobreza en el estado de Chihuahua existe como en el resto del país y de que es una falacia absoluta la afirmación de que vivimos en una próspera entidad. La verdad es que existen aquí enormes diferencias entre los dueños del capital y los trabajadores, sean del campo o de la ciudad. Brechas insalvables. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el 2018 México ocupaba el segundo salario mínimo más bajo de Latinoamérica, apenas superado por Haití, y de los países que la integran, es el país con el salario más bajo.
El Consejo Nacional de la Política de Desarrollo Social, Coneval, marca el costo de la canasta básica al mes en 2 mil 639.65 pesos, 88.83 pesos diarios contra los ridículos salarios reales con que sobrevive la población. Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del tercer trimestre del 2015, el 40.9 por ciento gana de 2 a 5 salarios mínimos, entre 4 mil y 10 mil pesos, un 26 por ciento 2 como máximo, alrededor de 4 mil pesos. En el 40 por ciento de la población desocupada caben fácilmente trabajadores informales, pensionados o jubilados, que para poder sobrevivir migran de la zona serrana a las ciudades grandes como Chihuahua o Juárez, o bien, a Estados Unidos.
Hay una mal fundamentada percepción de prosperidad norteña que se tiene en el centro y sur del país, que se observa de algún modo en algunas áreas de las ciudades grandes de Chihuahua, como en la capital y en Ciudad Juárez, pero si nos vamos a las periferias, nos encontramos con que la gente vive en la miseria, y ya no digamos en el resto del estado, donde hay pueblos en las serranías u otros olvidados en el desierto, que se quedan casi sin habitantes porque, azuzados por el hambre, se van ya ni siquiera a las ciudades "grandes" del estado, sino fuera del país. Esto último tampoco termina cristalizando como el sueño que muchos esperan. La gente emigra a los Estados Unidos para conseguir trabajo, pero se quedan en el camino muchas veces, se van a sufrir las persecuciones a los trabajadores indocumentados, o cuando llegan allá se dan cuenta de que no hay tantos empleos como creían.
La gente que se queda en el país, en el estado, sufre entonces de carencias de lo indispensable y lo básico para vivir; como en todo México. Necesita agua potable, drenaje, electricidad, caminos para conectar a las comunidades más marginadas y, literalmente, con qué satisfacer su hambre.
Y otra problemática importante, y frecuente, es la falta de vivienda, porque entre más pobre una familia es, menos posibilidades tiene de acceder a una, y ese es también el trabajo base de la organización antorchista, para que la gente esté con las condiciones mínimas para vivir dignamente.
Si no hubiera pobreza, nosotros decimos que Antorcha no existiría, y esta organización ha dado suficientes pruebas de que su trabajo es no sólo por y para los pobres de México, sino que realmente ha podido atacar la pobreza con el trabajo organizado y la preparación continua de muchos antorchistas para que sean el tipo de servidor público que requiere la población. Un ejemplo lo tenemos en Chimalhuacán, Estado de México, en donde no sólo los problemas de los servicios básicos se han solucionado, sino que se ha trabajado para combatir la raíz de la pobreza generando los empleos que necesita la gente. Como en muchos municipios de México, éste por muchos años careció de lo básico: de agua, de drenaje, de pavimentación, con una imagen que se repite en poblaciones muy marginadas y que se han venido gestionando a través de los años, y los que nos han gobernado sólo le dan largas a los problemas que debieran haber resuelto en su momento; a propósito promueven la pobreza en vez de desarrollar a los pueblos y procurar las condiciones para que viva de mejor manera, porque de ese modo controlan y someten a la gente a sus intereses particulares.
¿Qué dice Antorcha? Que al organizarse la gente, se van a resolver esos problemas, y por eso, la organización es tan necesaria en Chihuahua, como en todo México. Y con mayor razón ahora, cuando a los pobres de este país y de este estado se le suman, a su condición habitual, las restricciones impuestas a la gente para el combate de la pandemia del Coronavirus Covid-19, el cierre de empresas, la cancelación de miles y millones de empleos, el hambre agravada por el encierro domiciliario obligatorio.
¿Cuál es la alternativa, entonces? Nuestro pueblo ha enfrentado circunstancias adversas y definido sus propias vías de lucha para obtener condiciones de vida verdaderamente humanas para todos. No hay que ignorar la esencia de esta lucha: la unión de todos los mexicanos para desterrar nuestros males cotidianos e históricos; la organización, la politización y la acción práctica son nuestra única alternativa para conseguir dicho afán. Lograr esto, hoy, en tiempos de la pandemia por el Coronavirus, cuando se impone cambiar de táctica, adaptar la lucha en maneras creativas y combatir la nociva inmovilidad, es mi invitación, estimado lector.
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