MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Hay muchas maneras de matar

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La lucha feminista y su conmemoración, el 8 de marzo, no es algo nuevo; surge y tiene sus inicios en 1889, impulsada por Clara Zetkin, quien fuera una destacada dirigente comunista alemana, que en su discurso pronunciado en el Congreso de fundación de la Segunda Internacional hizo un llamado a las mujeres a luchar por un salario igualitario a su jornada laboral, el derecho al voto y a la libre organización de las trabajadoras. 

En 1910, en la segunda Conferencia Internacional de Mujeres, Zetkin propuso el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

En los últimos años, los movimientos feministas han cobrado mayor relevancia y mucha fuerza en la sociedad mexicana, principalmente, para exigir un alto a los actos de violencia cometidos en contra del género femenino porque las estadísticas sobre estos delitos no mienten y son cada vez más alarmantes. 

De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), México tuvo un incremento en casos de feminicidio del 235 por ciento al cierre de 2021, desde 2015 esta tendencia ha venido al alza, pero la situación se ha agravado a partir de 2018, con la llegada de Morena y de Andrés Manuel López Obrador al Gobierno de México. 

Los datos también del SESNSP registraron un aumento en feminicidios, pues en 2016 hubo 607 casos; en 2017 se registraron 742; en 2018, ocurrieron 896; mientras que en 2019 la incidencia fue de 947 casos; en 2020, fueron 949 y en lo que va de 2022, cuando aún no hemos llegado ni a la mitad del año, se han registrado ya 122. 

El medio Latinus informó que el 86 por ciento del territorio nacional está bajo alerta por violencia feminicida, desaparición de mujeres y niñas, lo que provocó que la cifra de feminicidios pasara de un promedio de nueve a entre 10.5 y 11 casos diarios. 

En México, es precisamente eso lo que pasa, no solo hay un retroceso en victorias antiguamente logradas como los programas que, de cierta manera, ayudaban a las mujeres a salir y sacar a sus familias adelante. Van aquí unos datos, entre 2018 y 2021, el Gobierno federal ha recortado el 40 por ciento del apoyo a ciudadanos, entre los que se encuentran los programas de guarderías, para madres trabajadoras y Escuelas de Tiempo Completo, los cuales ayudaban a las mujeres a tener una vida más digna.

Pero hay más, el trabajo doméstico de las mujeres representa el 17 por ciento del PIB, esto es el equivalente a la industria manufacturera de 2020, pero desgraciadamente, ese 17 por ciento, no es contabilizado en las cuentas nacionales, y es también alarmante que el ingreso laboral de las mujeres sea el 10 por ciento menor al de los hombres. 

Creo que para toda mente consciente no puede ser indiferente la gravedad de esta situación por la que todos, en algún momento, hemos sentido la impotencia por lograr que se dé un cambio radical y nos garantice una mejor sociedad, que hemos tenido que salir a las calles a gritar y a protestar porque en el mundo que se siguen matando a las mujeres. 

Desafortunadamente, eso no basta. No basta gritar, porque las palabras se las lleva el viento, no basta mostrar nuestro descontento rayando muros, porque volverán a limpiarlos; se necesita, sobre todo, una acción consciente, un cambio real, desde la raíz y luchar por cambiar la base de esta sociedad, el modelo económico que rige en el mundo: el capitalismo. 

Hoy, muchas de las demandas que eran la bandera de la lucha encabezada por Zetkin, fueron conquistadas, como el derecho de la mujer para votar y la libre organización; pero surgieron nuevos desafíos, el principal como hemos mencionado arriba y la que ha sido el motor propulsor de estas manifestaciones: exigir que dejen de matar, secuestrar, violar y desaparecer a mujeres. 

Esta nueva forma de lucha solo rosa la superficie del problema y combate únicamente los efectos, no su causa profunda. En un mundo ideal, para que la mujer no fuera violentada, ésta debería tener acceso a una vivienda digna, empleo con un salario bien remunerado, educación de calidad para ella y sus hijos; desafortunadamente no es así, pues la mujer, al igual que el hombre, ha pasado a ser meramente parte del ejercito industrial al servicio del capitalismo, a quien se le dan, a veces, las condiciones para sobrevivir y garantizar que sigan siendo explotadas. 

No se mata a las mujeres solamente con un arma, y es aquí cuando viene a mi mente el poema del dramaturgo Bertolt Brecht “Hay muchas maneras de matar”: “Hay muchas maneras de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre. Quitarte el pan. No curarte de una enfermedad. Meterte en una mala vivienda. Empujarte hasta el suicidio. Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo. Llevarte a la guerra. Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado.”

Así que como en el poema de Bertolt Brecht, a las mujeres no solo las mata la violencia y la degradación social en la que nos encontramos sumergidos, sino también, y quizá en mayor medida, las acciones efectuadas por el gobierno y los recortes a los apoyos. 

No basta entonces con luchar contra los feminicidas, aunque es válido, pero es urgente, que las voces y cerebros femeninos en primer lugar, entendamos que esta lucha, poco logrará si no la dirigimos hacia las causas reales del problema. Es urgente que entendamos que la lucha femenina debe encausarse a erradicar la tan injusta repartición de la riqueza, que es la madre de la pobreza social, y que, al mismo tiempo, acarrea todos los demás problemas sociales. Alcemos la voz, y trabajemos con acciones concretas y efectivas, por un mundo mejor, donde las mujeres tengan la certeza, de que el día de mañana y los siguientes, sus ojos seguirán abriéndose y serán parte de un cambio real.

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