MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La agricultura tradicional, de la nostalgia a la competitividad

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El pasado fin de semana tuve la oportunidad de visitar a mi familia que vive y trabaja en el campo de la mixteca poblana. Por la temporada de lluvias hay buen ánimo de toda la gente de la región, pues hasta la fecha existe suficiente humedad que propicia el crecimiento de la milpa; se trata de la asociación maíz, frijol y calabaza, especies con buena adaptación a las tierras del lugar y que permite la cosecha de estos productos básicos para el autoconsumo.

A diferencia de las grandes extensiones de tierra que tienen los agricultores del centro norte de México, en el estado de Puebla la mayoría son dueños de pequeñas parcelas que no pueden ser labradas con tractores y menos con maquinaria tecnificada, por lo que se usa la tradicional yunta que jala el arado para aporcar los cultivos a fin de fortificar las raíces, controlar las malezas y permitir la absorción de los fertilizantes comerciales, de lo contrario el rendimiento es sumamente bajo. Me sumé a los trabajos mencionados y constaté que siguen cultivando con los mismos medios que hace 40 años.

Desde que tengo memoria han pasado sexenios encabezados por diferentes partidos políticos: PRI, PAN y ahora Morena; cuando hacen campaña proselitista dicen que de ganar el poder invertirán recursos millonarios en la tecnificación del campo para sacar a los campesinos de la agricultura de subsistencia y elevarlos a la altura que tienen en países como Estados Unidos (EU) y Canadá, para que sean capaces de competir y comercializar sus cosechas mediante las facilidades que brindó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) logrado en el año 1994.

Con Andrés Manuel López Obrador, mandatario mexicano del partido Morena, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) se retomó y renovó, porque según él era muy ventajoso para los vecinos del norte y malo para los mexicanos; sin  embargo, hoy que han pasado casi 5 años del gobierno de la transformación, los pequeños agricultores apenas logran cosechar el grano suficiente para el consumo familiar, y si algo les sobra es lo que pueden destinar al mercado local, ni soñar siquiera que podrían exportar sus productos como se pensaba.

Considerando todas las desventajas de los productores mexicanos con sus competidores del norte, en el TLCAN se estableció que la liberación de la frontera para los granos se haría hasta el año 2009, es decir, se daba un lapso de 15 años para que el campo mexicano, con apoyo gubernamental se volviera competitivo; pero el gobierno jamás se dio a la tarea de atender el campo y tampoco lo hizo el demagogo López Obrador, que eliminó los pocos apoyos que existían, con la única razón de que venían del pasado y había corrupción, pero sin ofrecer algo novedoso que los supliera.

Pero volvamos al caso de los campesinos del sur, porque es evidente que no hay suficiente apoyo oficial a la actividad productiva, que como se señaló es en pequeña escala por la forma de repartición de la tierra, que hace incosteable el financiamiento de la iniciativa privada y gubernamental, no porque el campo no sea negocio, sino porque forma parte de un plan premeditado para favorecer la agricultura capitalista concentrada en algunas zonas donde ya pasaron la etapa del minifundio.

Ante todas estas dificultades el pequeño productor del que hablamos se conformará con los apoyos que pueda dotar el gobierno para la compra del fertilizante, conque se entreguen paquetes tecnológicos y se brinde asesoría gratuita en la prevención de plagas y enfermedades, pero también es urgente que se fortalezcan programas gratuitos para la captación de agua de lluvia.

También urge que se devuelvan programas como el seguro catastrófico que respaldaba con mil 200 pesos ($1,200) por hectárea siniestrada como última salida ante un temporal incierto debido al cambio climático que provoca desaliento entre la población rural, pues invierte alrededor de 10 mil pesos ($10,000) por hectárea, dinero que quita a sus necesidades de alimentación para aplicarlos a sus cultivos.

Para muestra de que los problemas del campo son muy serios, recordemos que los productores de Sinaloa iniciaron movilizaciones de protesta en reclamo de un precio de 7 mil pesos ($7,000) por tonelada de maíz y 8 mil pesos ($8,000) para el trigo; en el mercado el precio fluctuaba entre los 4 mil 900 pesos ($4,900) a 5 mil 400 pesos ($5,400) por tonelada de maíz y 4 mil 886 pesos ($4,886) para el trigo. El conflicto llegó a Palacio Nacional, pero fue descalificado por López Obrador, que acusó a los manifestantes de ser una elite que siempre se había quedado con los apoyos del gobierno.

Los productores sostuvieron que no podían aceptar menos de 7 mil pesos ($7,000) por tonelada de maíz y 8 mil pesos ($8,000) para el trigo debido al incremento del precio de los insumos en más de 30 por ciento, pues estarían incapacitados para invertir en el siguiente ciclo agrícola.

Si los productores sinaloenses no pueden competir con sus pares a través del TMEC, aunque cuenten con tecnología, con semillas mejoradas y agua para el riego, los paisanos del sur menos, aunque apliquen su ingenio y su arduo trabajo. Y si el ciclo agrícola sigue favorable habrá buenas cosechas que permitirán llenar algunos costales de maíz y frijol que se vaciaron el año pasado ante la falta de lluvias, asegurarán la alimentación de las familias, pero no hay manera de hacer negocios ni garantizar la autosuficiencia alimentaria que presumen en la 4T.

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