MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La crisis de los partidos en México y la necesidad de una nueva opción

image

Hoy, escuchar algo sobre política, quizá para muchos, sea algo decepcionante. Y no es para menos, porque quienes se han encumbrado en la clase política se han encargado de que el pueblo mexicano se confunda y, a la par, se enoje sobre las acciones de estos, al verlos en un partido y después en otros. Por eso, en esta ocasión, me referiré a la bancarrota de los partidos políticos tradicionales en México y la necesidad de construir un partido de nuevo tipo, un partido que represente verdaderamente los intereses de las grandes mayorías.  

Nuestra sociedad, que se enmarca en lo que se llama “democracia representativa”, requiere conocer el origen de la “democracia”, que viene de los vocablos griegos demos, que significa pueblo, y kratos, que significa poder.

Llevamos ya seis años de Gobierno de AMLO, en que los ricos se han vuelto más ricos: según la Comisión Bancaria Nacional, en los cinco primeros años del Gobierno obradorista, los bancos obtuvieron 958 mil 702 millones de pesos.

Luego, entonces, la palabra democracia significa poder del pueblo, y, según Norberto Bobbio, la democracia representativa es aquella en la que el poder político procede del pueblo, pero no es ejercido por él, sino por sus representantes elegidos mediante el voto, y, como todos sabemos, los instrumentos para elegirlos son los partidos políticos.  

A su vez, Maurice Duverger, en su obra Los partidos políticos, dice que, desde el punto de vista del origen de la palabra, estos son partes de un todo. Es decir, partes de una sociedad. ¿Qué partes? Pues las partes más activas, las más preocupadas por influir en los destinos de la sociedad. Pero estas partes responden a sectores sociales definidos, ya sean las clases altas, bajas o medias. 

Por tanto, un partido político es una organización que agrupa a personas con ideologías, intereses y objetivos comunes en el ámbito político.  

Ahora bien, es necesario decir que es un prejuicio generalizado que la democracia es la mayoría de la población quien decide con su opinión y participación. A poco que nos metamos a investigar, veremos que ni la democracia que se practicaba en la Grecia antigua, donde esta surgió, era el gobierno del pueblo, pues sólo participaban los hombres libres, los griegos de las clases económicamente acomodadas, quedando los esclavos y personas pobres relegados de toda decisión en la sociedad.  

Es en ese sentido que los invitamos a reflexionar a ustedes, queridos lectores, acerca de lo que pasa realmente con la forma de gobierno que tenemos, porque si se comprendiera bien, a fondo, con precisión, la gran mentira que la democracia significa.

Porque si entendemos que un partido político representa los intereses de un sector determinado, no tendremos dificultad para entender, a su vez, que sus programas políticos y de Gobierno están diseñados realmente para defender y promover los intereses de ese sector y no de la sociedad en general. Pero para que eso sea aceptado, ha tenido que armarse el discurso de la democracia representativa, que hace pasar como decisiones de todos. Veamos:  

Al fin de la Revolución Mexicana de 1910-1917, no fueron los representantes de las clases populares los que ascendieron al poder, sino la naciente burguesía, como veremos en esta breve explicación en la que se observa cómo los partidos que en los últimos tiempos han detentado el poder se establecieron para servir al gran capital nacional y extranjero.  

En 1919 se intentó formar un partido que defendiera los intereses de las masas populares; este fue el Partido Comunista Mexicano (PCM). Desafortunadamente, los fundadores nunca pudieron realmente organizar a las masas para la defensa de sus intereses, por su divisionismo interno, falta de capacidad teórica y falta de consecuencia con sus planteamientos.

Después, en 1989, se creó el Partido de la Revolución Democrática (PRD), con los restos políticos de lo que fue el Partido Comunista y los demás partidos populares que, por incapacidad teórica y práctica, terminaron parasitando en la política a nivel marginal, como aglutinadores de la inconformidad de algunos sectores, para evitar trastornos sociales peligrosos que afectaran a los poderosos, mostrando su servilismo al nombrarse Partido de la Revolución Democrática, es decir, ajustándose a la democracia representativa del mismo sistema que nos gobierna, sin cambiar nada.  

Por su parte, el sector más activo de la clase capitalista se organizó en el Partido Nacional Revolucionario (PNR), fundado en 1929. Para 1938, este cambió su nombre por el de Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y, en 1946, adoptó el nombre de Partido Revolucionario Institucional (PRI), que actualmente conserva.

Este cambio de nombre fue la forma en que la clase capitalista se hizo pasar como la heredera de la Revolución, cuando la realidad exigía que los gobernantes hicieran sentir a las clases populares tomadas en cuenta, hasta que finalmente se llevó a institucionalizar la revolución, para alejar los ideales de progreso y combate a la pobreza de su discurso.

Por otro lado, un sector totalmente opuesto a la clase trabajadora, de corte conservador y en desacuerdo con el carácter popular del discurso del PRI, formado por herederos de las fortunas de la Colonia Española y de la Iglesia Católica, formó al Partido Acción Nacional (PAN), en 1939.  

Hasta aquí la forma en que se organizaron los sectores más activos de las distintas clases sociales: las masas populares, en el partido comunista y sus restos que dieron como resultado el PRD; la burguesía, que intentaba hacerse pasar como defensora de los ideales de la revolución en el PRI; y los herederos del colonialismo conservador, en el PAN.  

El PRI dominó la política mexicana hasta el 2000 y, después, del 2012 al 2018. Durante este tiempo demostró, sobradamente, que sus intereses no han sido los de las clases populares. Por ejemplo, la matanza de los estudiantes en Tlatelolco en 1968, ordenada por Díaz Ordaz, para sofocar las luchas por libertad, justicia y una mejor educación; las políticas económicas del neoliberalismo que llegaron con Carlos Salinas de Gortari, como la privatización de las empresas estatales, la apertura a las extranjeras, junto con la corrupción generalizada; además, una gestión deficiente de la deuda externa que ocasionó una de las peores crisis que hemos vivido, que, al devaluar al peso mexicano en diciembre de 1994, desató una espiral inflacionaria que aumentó la pobreza del 17 % al 28 %.  

Ante este evidente declive del partido hegemónico, el PRI, y a la falta de desarrollo del PRD, que solo logró gobernar algunos estados y lo que hoy es la CDMX, vino el triunfo del PAN con Vicente Fox en el 2000. Pero el cambio de partido no significó el fin de la corrupción y los males del país.

Fuimos testigos de escándalos como el de los "Amigos de Fox", que recibieron financiamiento del narcotráfico para la campaña presidencial de Fox. Después, con la llegada a la Presidencia de Felipe Calderón (2006-2012), se implementó una “guerra contra el narcotráfico” que desencadenó conflictos armados, asesinatos, desplazamientos forzados y una crisis humanitaria que afectó profundamente a todos los mexicanos. Además, el porcentaje de pobreza aumentó aceleradamente hasta un 42 %.  

El regreso del PRI al poder en 2012 con Enrique Peña Nieto y sus "estafas maestras", el desvío de recursos a través de universidades públicas y empresas fantasma, y el caso Odebrecht, en el que se acusó a Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, de recibir sobornos, fueron ejemplos claros de la persistencia de la corrupción en el sistema político mexicano. Entonces, el pueblo de México buscaba otra opción distinta.  

El Partido de la Revolución Democrática (PRD), que jamás logró tener el poder presidencial, también se vio envuelto en numerosos escándalos de corrupción, pero, como durante su existencia simularon defender a las capas populares de México de las políticas de los gobiernos del gran capital, un grupo de políticos encabezados por Andrés Manuel López Obrador, con experiencia de muchos años, supieron que el pueblo siempre fue relegado. Por ello, formaron el Movimiento de Regeneración Nacional.

Al principio se hizo pasar como de izquierda, aglutinando al pueblo pobre y poniéndolo en el centro del discurso político. Después, ya en el poder y con la aprobación del gran capital, ante el ofrecimiento de aplicar medidas aún más radicales para permitir el desarrollo del neoliberalismo, simulando combatirlo, se ha estado reforzando con políticos del PAN y del PRI, demostrando que son solo proyectos distintos de la misma clase en el poder que sólo cambia de partido para seguir funcionando.  

Y así llevamos ya seis años de Gobierno de AMLO, en que los ricos se han vuelto más ricos, como lo demuestran estos hechos: según la Comisión Bancaria Nacional, en los cinco primeros años del Gobierno obradorista, los bancos obtuvieron 958 mil 702 millones de pesos.

Por su parte, el medio informativo Bloomberg dice que la riqueza de los ricos mexicanos aumentó al doble de la del resto de los ricos latinoamericanos, por haber subido el precio de los bienes y servicios que comercian, por encima del precio de la inflación real. Mientras, 92 millones de mexicanos tienen por lo menos una carencia social, según el Coneval.

Además, la deuda externa e interna aumentó en 2.3 millones en este año, con lo que llega ya a 12 millones la deuda, la más alta de los últimos diez años, según el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas.

Lo que en los hechos está pasando es que, de seguir las cosas como van, la realidad nos lo va a decir de manera ruda cuando ya no sea posible sostener el discurso de la transformación de Morena. 

Este Gobierno ha comprado la conciencia de millones de mexicanos para mantenerse en el poder, pero, para sostener esos programas y las obras faraónicas como Dos Bocas, el Tren Maya y el Corredor Transístmico, ha aumentado la deuda con los bancos e instituciones financieras nacionales e internacionales, sin cobrarles impuestos a los ricos, como debiera ser. Esto les permite enriquecerse a costa de la sociedad mexicana, encareciendo sus productos escandalosamente.

Por tanto, en México, la realidad exige que, para cambiar el estado de cosas, nazca de una vez y para siempre un partido de nuevo tipo, un partido que no se esconda tras la mentira de la democracia representativa, que es el argumento para que los ricos y poderosos decidan por nosotros, invitándonos sólo a votar por ellos. 

Es necesario que nazca la verdadera democracia, la democracia colectiva, que involucre a las clases trabajadoras en la política y, por tanto, en las decisiones de la sociedad. Para ello, es fundamental que seamos no sólo críticos, sino participativos, y a eso invitamos los antorchistas a los mexicanos que deseen no sólo promesas de bienestar, sino hechos en la solución de los problemas que nos aquejan.

Los invitamos, pues, a conocer las propuestas y planteamientos del Movimiento Antorchista, pero, sobre todo, a conocernos por la tradición de lucha de 50 años y los resultados de esta en miles de pueblos y colonias que hoy tienen obras y servicios gracias a su pertenencia a nuestra organización.

0 Comentarios:

Dejar un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados *

TRABAJOS ESPECIALES

Ver más