La educación es el pilar fundamental para el desarrollo de cualquier sociedad, sin embargo, en Chiapas, el estado más pobre de México, persiste una serie de desafíos que obstaculizan el acceso a una educación de calidad para todos sus jóvenes y niños. La educación pública, cada vez recibe golpes mortales que abarcan tanto el presupuesto destinado a esta, como el menor gasto en la infraestructura y la adecuación de modelos caducos, entre otras grandes amenazas.
Es necesario abordar las causas subyacentes de la desigualdad y la exclusión social, promoviendo el desarrollo económico y social de las comunidades más marginadas y vulnerables
En este mes de julio comenzamos a celebrar en las distintas escuelas el cierre del ciclo escolar y graduaciones de los niños, adolescentes y jóvenes, que después de tres o seis años de poner mucho esfuerzo a su preparación educativa, verán concluida una etapa de su formación y darán paso a una nueva. Los más pequeños ingresan al preescolar o primaria, los adolescentes a la secundaria o preparatoria, y la juventud está por comenzar una etapa de responsabilidad más elevada, pues hay quienes ingresarán a las universidades y, desafortunadamente, otro grupo se arrojará al campo laboral. Y es, en este último grupo, en el que me quiero detener.
Datos oficiales indican que en México residen alrededor de 39.2 millones de personas adolescentes y jóvenes (12 a 29 años) y solo Chiapas concentra al 4.7% que corresponde a 1 millón 842 mil de la población joven total del país y de estos, el 24.7% tiene carencia de acceso a la alimentación diaria, esto puede ser el principal motivo porque este sector opte por dejar las aulas y busque un empleo, pues con hambre no puede concentrarse en las clases, tomando en cuenta que ni en las escuelas de la entidad existen los comedores estudiantiles que como todos sabemos fueron cancelados por este gobierno, y que bien o mal, ayudaban a las familias a que el estudiante recibiera por lo menos un alimento al día.
Pero ¿a qué situación se enfrentan aquellos que deciden emplear su fuerza de trabajo y ponerlo al servicio del aparato productivo si su ingreso promedio ronda entre los 4 mil pesos mensuales en las ciudades, y de quienes lo hacen en la agricultura, ganadería, silvicultura, caza o pesca es de mil pesos mensuales o menos? Lo que obtienen tampoco les alcanza para ayudar en el gasto familiar o personal, porque ganan por debajo de la línea de bienestar, es decir, que con el ingreso no les es posible acceder a la canasta alimentaria básica o al transporte, vestido, etc.
Esta realidad, los obliga a tener que buscar otros horizontes que les permita “cambiar” el modo de vida en el que viven; optan por dejar su estado o país, emigrar en busca de mejores ingresos, y dejar definitivamente las escuelas.
Recordemos que, en 2022, Chiapas era el estado con mayor número de niñas o niños repatriados de EE. UU, de cada 100 chiapanecos menores de edad deportados 96 eran adolescentes de 12 a 17 años que se encontraban no acompañados. Por otro lado, municipios de Chiapas, han manifestado la falta de oportunidades de los jóvenes, pues al seguir viviendo en pobreza, desempleo o hambruna, buscan mejorar sus ingresos.
Por ello es urgente implementar medidas que garanticen que todos los niños y jóvenes, independientemente de su origen étnico o socioeconómico, las mismas oportunidades de aprender y desarrollarse, pero, sobre todo, urge lograr la masificación de la educación, haciendo que ésta llegue hasta el último de los niños mexicanos.
Asimismo, es necesario abordar las causas subyacentes de la desigualdad y la exclusión social, promoviendo el desarrollo económico y social de las comunidades más marginadas y vulnerables. Esto incluye la generación de oportunidades de empleo digno, el acceso a servicios básicos de calidad y el fortalecimiento de las redes de protección social. Chiapas requiere de un enfoque que trascienda los límites de los ciclos políticos y que involucre a toda la sociedad en la construcción de un futuro más justo, inclusivo y próspero para todos.
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