¿Por qué las guerras? Todos sabemos de la guerra en Europa entre Rusia y la OTAN. Sabemos que están usando a Ucrania como títere para que Estados Unidos intente derrocar a su más fuerte competencia, Rusia, que, conjuntamente con China, es una alternativa diferente al imperialismo rapaz, cruel y sanguinario.
El capitalismo, en su fase superior, el imperialismo, está ya en plena decadencia como modo de producción dominante en el mundo.
El sistema capitalista llegará, fatalmente, al momento, como resultado de su propio desarrollo, en el que aparecerá una tendencia decreciente de la tasa de ganancia y de la tasa de retorno de la inversión de los capitales, y esa tendencia decreciente de la tasa de ganancia, una vez que aparezca, no podrá ser revertida de ninguna manera, a menos que el imperialismo deje de ser imperialismo.
El capitalismo lleva en sus entrañas la contradicción que lo tiene que matar.
La tendencia decreciente de la tasa de ganancia es el fruto del desarrollo del capitalismo, de su éxito; no es un error, no es un tropiezo, no es una falla de concepción o una mala política que se esté aplicando.
Es precisamente el éxito del capital lo que lo está ahogando, pues lleva en sus entrañas la contradicción que lo tiene que matar.
La explicación está en que la producción de mercancías, del tipo que sean, se compone de dos tipos de capital: capital constante, que es todo lo inerte, como las máquinas, los edificios, los transportes, etcétera, y el capital variable, que es el dinero que se dedica a contratar obreros para que muevan la maquinaria del capital.
A medida que se desarrolla el capital, sobre todo en su fase imperialista, lo que se produce son máquinas cada vez más perfectas, más eficaces, más eficientes y cada vez más automatizadas, de manera que inevitablemente provocan el despido de los obreros. De hecho, para eso las están inventando continuamente, para deshacerse de los obreros.
Los obreros piden aumentos de salarios, porque presionan y exigen vivienda, educación, seguro, etcétera, y cuando no son escuchados, se lanzan a la lucha, es decir, son un problema del sentido político y del sentido económico.
Los capitalistas sueñan con poder ganar todo el dinero que quieren sin tener que lidiar con los obreros, sin tener riesgos. Es por eso que recurren a la medida drástica de despedir obreros.
Pero existe un problema: la ganancia, la utilidad, sale del trabajo del obrero, no del trabajo de las máquinas. Si se despiden a los obreros, las ganancias se reducen.
Para corregir este problema, se necesita recontratar a los obreros, pero eso nunca lo van a hacer, porque son ellos los ideólogos y porque son tan soberbios que nunca aceptarán la realidad. Para seguir manteniéndose en el poder, inventan otras formas, como la famosa globalización y el neoliberalismo.
De este invento, los capitales estadounidenses, aprovechando la coyuntura favorable, se colocaron por todo el mundo donde obtuvieran mejores ganancias. La consecuencia fue que Estados Unidos se quedó con poca industria, porque países como México pagan salarios de hambre, y así ganan más las empresas internacionales.
Cuando llegan empresas a nuestro país, a nuestros estados, llegan por el interés de aumentar sus ganancias, no porque estén preocupados por el pueblo mexicano o por sacar a un país del desempleo.
El sistema, para poder convencer a las transnacionales, les da todo tipo de facilidades, las mismas que les fueron negadas al pueblo trabajador y a las empresas nacionales.
Estados Unidos intenta que las empresas regresen a su país, pero no las convencen. Entonces, ¿cómo seguir ganando? Pues ahora se están inventando las guerras.
Con la guerra, venden armas, destruyen todo y luego obligan al pueblo perdedor a permitir que se reconstruya toda su infraestructura con empresas estadounidenses, y todo es un negocio redondo.
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