No creo que haya quién en su sano juicio dude de la urgencia de que los estudiantes regresen a las clases presenciales. La última prueba PISA realizada en 2018 arroja que los países asiáticos de Singapur, China y Macao fueron los que (una vez más) obtuvieron los puntajes más altos en lectura, matemáticas y ciencia, respectivamente. El 85% de los estudiantes de estos países lograron obtener un nivel 2 o superior en lectura, identificaron la idea principal en un texto de largo y uno de cada seis alumnos obtuvo un nivel 6 en matemáticas, el que PISA considera como el más complejo.
Además, países como Estonia, Finlandia, Canadá, Irlanda y Polonia, también lograron buenos puntajes en lectura y el 78% de los estudiantes que tomaron la prueba resultaron eficientes en un nivel básico o mayor de ciencia, porcentaje equiparable al obtenido en lectura y matemáticas, con un 77% y 76%, respectivamente, mientras que de los estudiantes mexicanos que participaron en esta prueba, sólo el 1% obtuvo un desempeño sobresaliente en lectura, matemáticas y ciencia”.
Pero, además, de acuerdo con datos aportados por el Coneval en México el rezago educativo creció durante los dos primeros años de AMLO pasando del 19% al 19.2% a pesar de que en los años anteriores la tendencia era a la baja, significando que para 2020 unos 872 mil mexicanos se sumaron a los 23.5 millones de personas de entre 3 a 21 años que no asistían a la escuela y no contaban con educación obligatoria en 2018. Carlos González Seemann, investigador de “Mexicanos Primero” sobre asuntos educativos, explicó que donde se vio el mayor porcentaje de aumento fue en el grupo de 16 a 21 años que no asiste a la escuela, pasando de 3.7 a 4.1 millones, mientras que el grupo de 3 a 15 pasó 2.6 a 2.8 millones.
En 2020 las tres entidades con menor porcentaje de población con rezago educativo fueron: la Ciudad de México (9.5%), seguida por el Estado de México (14.1%), y Coahuila (14.3%), y en 18 estados se incrementó el porcentaje de población con rezago educativo, entre ellos Chiapas, Oaxaca y Michoacán, con niveles de 32.5%, 29.6% y 29.4%, respectivamente. Ante esta tragedia, repito; ¿quién puede oponerse al regreso de los estudiantes a las aulas como últimamente ha insistido el presidente López Obrador?
Pero no nos dejemos engañar, que lo compre el que no lo conozca. La educación de los niños y jóvenes es lo que menos le importa y su tronante declaración de que “habrá clases presenciales “llueva, truene y relampaguee” no es más que una nueva frase para llamar la atención, para generar reacción y polémica (su especialidad) entre sus ingenuos seguidores y quienes quieren un regreso a clases, sí, pero seguro, sin riesgos de contagios y muertes para los estudiantes de todos los niveles, sus familias y los profesores.
¿Por qué la orden del regreso a las aulas la hace el presidente, sosteniendo que se deben correr ciertos riesgos ante el regreso a clases presenciales y no la formalmente secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez? “Vamos a estar pendientes de que no se contagien los niños, de que si hay un contagio se le atienda rápido, que se proteja a los demás y que se les haga pruebas, cuidarlos, dijo López Obrador. Y agregó: “el retorno a las aulas no es obligatorio ni por la fuerza, pero tenemos que correr ciertos riesgos como todo en la vida, imagínense si no salimos porque nos puede pasar algo, nos vamos a quedar todo el tiempo ahí, encerrados”.
Seguramente el presidente, con sus declaraciones, pretende no evidenciarse ante el mundo como lo que es, un presidente incapaz de proponer medidas seguras para el regreso a las clases presenciales, como lo hacen ya los países europeos, evitando la propagación de la variante Delta de la covid-19, causa de muerte de jóvenes y niños, y finalmente, echar a pelear a los mexicanos para mantener su rating de popularidad a costa de todo.
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