MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Lenin filósofo

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Desde siempre se le ha escatimado a Lenin su capacidad como filósofo. Por “amigos” y enemigos. Quizá con razón. Lenin no fue un filósofo “stricto sensu”. Fue un revolucionario: un ser humano en toda la extensión de la palabra. Un “hombre pensante y operante”. Alguien en cuya persona se unimismaban práctica y teoría, alguien que hacía y conocía, que vivía y comprendía. Lenin fue en síntesis un individuo no sólo de pensamiento, sino también y sobre todo de acción. 

Pero lo que esperan encontrar los filósofos profesionales es quizá (para variar) un “filósofo” a su propia imagen y semejanza, en lugar de un individuo que obra tanto como piensa. Quisieran hallar un energúmeno linfático dedicado de tiempo completo y de pies a cabeza a las sutilezas de la vida contemplativa, abstraído en sí mismo, reconcentrado en sus propias cavilaciones y alejado de cabo a rabo de los fragores de la lucha práctica, divorciado en suma del mundanal ruido. Quisieran hallar un autor de obras de filosofía pura. ¿Ahora resulta que el pato político dispara contra la escopeta filosófica? Quizá escuece en lo más hondo de la retorcida vanidad profesional que un triste “político” los bata en su propio terreno: la arena tantas veces abstrusa de las lides filosóficas. ¿Es posible que un “abogaducho” puede enseñarle nada de nada de filosofía a un “filósofo” de tomo y lomo? ¿Que un miserable “amateur” se le ponga al tú por tú al profesional? Muy posible. Lenin filósofo derrota en un mano a mano a la caterva de sochantres de la iglesia filosófica y la turba vocinglera pone pies en polvorosa dispersándose entre miríadas de graznidos hieráticos y aspavientos sibilinos. El activista Lenin gana batallas filosóficas en la actualidad más viva. Y las gana como el Cid campeador: muerto. Para mayor gloria del muerto que vence y vergüenza de los vivos vencidos. 

No importa empero que les haga morder el polvo y los ponga en fuga. Lenin ha sido escamoteado de cualquier modo como filósofo. Los argumentos son muchas veces francamente irrisorios. Hilarantes. El más manido y manoseado es de la siguiente especie: “Lenin leyó a Hegel sólo hasta 1914”, muy tardíamente. Y lo han blandido contra Lenin filósofo tirios y troyanos. Moros y cristianos. La tirada es clara. Desautorizar las obras filosóficas que Lenin escribió antes del año de gracia de 1914. Desautorizar una muy en concreto: “Materialismo y empiriocriticismo” (publicada en 1908) so pretexto de que expone un materialismo de parvulario. Un materialismo ramplón de “jardín de niños”. Los impertinentes enanos filosóficos del tapanco le sacan la lengua a Lenin desde el presente en curso, mirándolo por encima del hombro con un desprecio tan altanero que da repelús. ¡Ja! ¿Importa ni un poco que desprecien la faceta filosófica de Lenin mientras alaban a verdaderos esperpentos de la filosofía contemporánea más guanga e inocua como el inefable filósofo del “cansancio” o aquellos otros filósofos del “instante”? Plejánov tenía la mano llena de razón. “Las ratas no dejarán nunca de creer que el gato es mucho más fuerte que el león”. 

Se ha llegado incluso a aventurar la presencia de dos Lenin recurriendo al expediente de escindir su personalidad ideológica única en sendos pedazos. Lenin político, hegeliano, marxista, ¡práxico!: palomita, aprobado; Lenin filósofo, positivista, engelsiano, ¡ortodoxo!: tache, reprobado. Los descuartizadores actúan como si de verdad no hubiera relación alguna entre la actividad política de Lenin y su filosofía, como si se tratara de dos aspectos descoyuntados. Tampoco se aprueba en realidad su práctica política, solo se difiere el momento de renegar también del Lenin político. Pero hace falta acabar primero con el Lenin filósofo.  

La capacidad de Lenin como filósofo ha sido escatimada por “amigos” y enemigos. Sobre los enemigos Lenin se pronunció en numerosas ocasiones en términos muy similares. “¡No inútilmente gustaba Lenin de repetir que es terriblemente difícil encontrar un adversario de buena fe!”. Sobre los “amigos”, ni hablar. “En verdad, hay «amigos» más peligrosos que enemigos”. Quienes más cuestionaron la capacidad filosófica de Lenin fueron ciertamente las principales figuras y figurines de la llamada “izquierda comunista germano-holandesa” (Anton Pannekoek, Paul Mattick, H. Görter, et al.), fustigados duramente por Lenin en “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” de 1920. Pannekoek fue el que más tiempo y espacio le dedicó a la empresa de desacreditar a Lenin como filósofo, pergeñando una obra completa al particular (titulada “Lenin filósofo” y publicada hasta 1938). Lenin concitó no obstante la furia reconcentrada de los revolucionarios más revolucionarios del mundo. Verdaderos Rrrrrrraaaadicals de la revolución mundial. Su esfuerzo conjunto coaguló más tarde en un título terribilísimo que comunica entre truenos y relámpagos una sola intención: derribar a Lenin a cualquier precio. La izquierda comunista germano-holandesa contra Lenin, tal fue el título que recibió la compilación muy posterior de tres textos escritos respectivamente por Görter, Pannekoek y Karl Korsch. ¡Contra Lenin! Ni más ni menos. Dime a quién atacas y te diré quién eres. La filosofía siempre termina por desembocar en la política. “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. Los riachuelos filosóficos de los izquierdistas germano-holandeses fueron a dar en efecto a la mar (¿o laguna?) “que es el morir” del Anti-Bolshevik Communism lucubrado finalmente por Mattick en 1978. Es muy natural. Quien dice A, tiene que decir B. 

¿De qué se trata en última instancia? ¿Qué se discute y juega? Se trata en realidad de la incapacidad más que comprobada de la filosofía burguesa para aquilatar el contenido filosófico del marxismo. Pero cabe advertir que no solo la filosofía claramente burguesa manifiesta la incapacidad congénita de comprender la significación filosófica de Lenin. También las tendencias izquierdistas en el comunismo. La filosofía patentemente burguesa y el izquierdismo recalcitrante coinciden, pues, en el punto de desconocer la solvencia filosófica de Lenin, confluyendo enseguida en la cruzada sacrosanta de combatirlo para extirparlo de la faz de la historia de una vez y para siempre. Los extremos, una vez más, se tocan. La pregunta es, ¿por qué? ¿Qué tiene Lenin filósofo que surte el extraño efecto de hacer coincidir en contra suya a los filosofastros de cuño tanto burgués como izquierdista? Una tercera opción es imposible.

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