Todos los fenómenos de nuestra vida social reflejan la existencia de las clases sociales, fundamentalmente, aunque no únicamente, los explotados y los explotadores. Digo “no únicamente” porque en la alineación de las clases sociales en la vida moderna aparecen varias que no son precisamente “explotadas” y otras que no son “explotadoras” ya que no participan directamente en el aparato productivo como actores directos de la propiedad de los medios de producción. Los miles y miles que no tienen casa, por ejemplo, que ahora en la catedral del imperialismo, viven en el centro de grandes y famosas ciudades como Los Ángeles, San Francisco y Seattle, entre otras, no son explotados porque no trabajan en fábricas o en tiendas porque no tienen ningún tipo de trabajo, pero son quiérase o no, producto de la explotación, son lo que se conoce como ejército industrial de reserva, que es cada día más numeroso.
En una circunstancia parecida están en Estados Unidos las personas de color y las que son descendientes de los numerosos pueblos indios que no terminaron de ser exterminados por los colonizadores europeos que llegaron a establecerse en el gran territorio norteamericano. La inmensa mayoría de estos grupos sociales son en esta época, integrantes de ese gran ejército industrial de reserva que desde hace ya muchos años existe en Estados Unidos. No tienen ningún empleo y viven de las insignificantes ayudas sociales del gobierno, a muchos de ellos, para mantenerlos dóciles e impedir que se rebelen a su suerte, se les tiene sumidos en el alcoholismo y la drogadicción.
Quiero compartir ahora, para ilustrar las diferencias de clase, las grandes injusticias que se cometen por parte de los medios de comunicación que son una poderosísima arma de propaganda y de fijar en la mente del público lo que es importante y lo que no es importante, en primer lugar, la lección que nos brinda un caso policiaco que, precisamente, gracias a esos medios de comunicación, ha cobrado gran relevancia en todo Estados Unidos en los últimos días. Se trata del caso de la desaparición y asesinato de una muchachita blanca originaria de Long Island, Gabrielle (Gaby) Petito que se fue de vacaciones por Estados Unidos con su novio que ahora, se dice, no aparece por ningún lado.
La jovencita blanca de 22 años fue hallada muerta en el estado norteamericano de Wyoming y, como ya dije, en torno al caso se ha desplegado una catarata de noticias y comentarios que mantiene sumamente interesado en el caso al público norteamericano. No obstante, debo decir que entre los años de 2011 a 2020, en el mismo estado de Wyoming en el que desapareció la jovencita blanca y fue hallada muerta en cuestión de días, fueron reportados a las autoridades como desaparecidas 710 personas indígenas, claro, sin que hayan recibido la misma cobertura por parte de los medios de comunicación; ese escandaloso fenómeno social queda oculto y, para fines prácticos, para el gran público, no existe. Así funciona la propaganda del capitalismo: no tiene necesidad de mentir ni exagerar, la desaparición y asesinato de una muchachita, es estremecedora, sólo hay que callar el fenómeno completo.
Se procede de manera similar con respecto a las muertes por covid-19. La covid-19 es una asesina de pobres. Dígase lo que se diga, mueren más los que tuvieron una infancia con carencias, que no se alimentaron de manera suficiente y sana, que no se curaron completamente y a tiempo de sus enfermedades, que no vivieron en una casa y en un ambiente sano y que, ya adultos, están débiles y llenos de padecimientos y que no tienen dinero ni para pagar una prueba PCR ni para internarse en un hospital. La propaganda de la clase dominante no lo dice así, pero es cierto. Revisemos unos datos referentes también a los Estados Unidos, pero que seguramente tienen su equivalente en México y en el mundo entero.
Datos al 15 de septiembre pasado indican que, en la gran Unión Americana, esa que seguramente les sirve de modelo democrático a los presidentes de Uruguay y Paraguay, las muertes por covid por grupo étnico, fueron las siguientes: un muerto por cada 1,300 blancos; un muerto por cada 480 negros; un muerto por cada 390 en hispánicos y un muerto por cada 240 americanos nativos. No hay duda, se mueren más los pertenecientes a los sectores más pobres y desamparados. Ahora bien, en el grupo de 18 a 39 años, las diferencias raciales son aún mayores en donde la covid mata negros e hispánicos más de tres veces más y americanos nativos, más de nueve veces más. Veamos los datos: un muerto por cada 16,000 blancos; un muerto por cada 4,900 negros; un muerto por cada 4,700 hispánicos y un muerto por cada 1,800 americanos nativos.
Como se ve, tampoco en este caso, se necesita que la gran prensa diga mentiras, simplemente, que destaque las muertes en general y que esconda u omita por completo hacer referencia a las muertes por sector de clase social. La enseñanza es clara, los medios de comunicación son una de las armas más poderosas, probablemente la más poderosa que les queda a los explotadores de la tierra para manipular sus mentes y para modelar sus conductas para que se muestren y estén contentos con su miserable destino en esta sociedad explotadora. Invito a todos los que me hagan favor de leerme, a ser más, mucho más críticos y precavidos con las supuestas grandes e irrefutables verdades que nos dicen todos los días los medios de comunicación.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario