Con el sonido de los campanazos a las 23:00 horas del 15 de septiembre se celebraron los 211 años de la independencia de México y con esto, como cada año, se hace la pregunta obligada: ¿Qué tan independiente se ha vuelto México realmente después de más de dos siglos? Son muchos los especialistas que se han encargado a lo largo de los años de tratar de dar a conocer la “realidad” de los hechos que sucedieron en la revolución de Independencia de México y de los personajes que la hicieron posible.
El análisis de los hechos históricos es muy complejo, tanto que es necesario hacerlo desde varias aristas, desde los acontecimientos mismos, sin tergiversaciones, sin prejuicios, sin subjetividades, hasta llegar a la verdad misma y a las consecuencias y a lo que desde ese tiempo no se ha resuelto. Tan solo para poder empezar a hablar de los sucesos que llevaron a realizar el movimiento de independencia es necesario saber y entender que desde 1521, con la conquista de los españoles a todos los pueblos de Mesoamérica, se produjo un proceso de exterminio de nuestra cultura, saquearon indiscriminadamente nuestras riquezas naturales, esclavizaron a los indígenas que habitaban el territorio nacional y los cristianizaron a punta de bayoneta y látigo. La dominación española (un capitalismo muy atrasado) duró más de 300 años y dejó como consecuencia el atraso en la ciencia, la tecnología, en la manera de pensar y la gran brecha económica entre las clases sociales que aún padece México.
Más de 300 años de esclavitud, cientos de miles de indígenas asesinados y condiciones pésimas de vida se tuvieron que dar para que llegara el momento de independizarse. Y la Independencia de México no es que no haya sido una revolución en el sentido literal de la palabra, sino que fue una revolución que se gestó para favorecer los intereses de las clases que de por sí ya gobernaban en esa época dada la mezcla entre los españoles y los nativos mexicanos: los criollos. El crecimiento económico que se produjo años antes del movimiento independentista acrecentó los intereses de estas clases para hacerse del poder, pero las normas jurídicas de ese entonces, no les permitían llegar a él.
Pero ese crecimiento económico, que no duraría mucho, no se vio reflejado en mejores condiciones de vida para los indígenas y mestizos, quienes para esa época equivalían al 82 por ciento de la población, para quienes la participación en las cuestiones políticas estaba prohibida y la educación sumamente restringida. A lo anterior, habrá que sumarle las condiciones de salud, pues las epidemias cobraban la vida de casi la mitad de la población más pobre, acentuándose en las zonas rurales. Esto trajó como consecuencia que este numeroso sector de la población dejara de trabajar en las zonas agrícolas y el precio de los productos se elevara, afectando a los más pobres llevándolos casi hasta el borde de la indigencia.
Hambre, desempleo, opresión laboral, pésimas condiciones de salud y la codicia de poder por parte de las clases acomodadas fueron los elementos necesarios para consolidar la conciencia de clase de los criollos y tener plena seguridad de realizar la independencia con la finalidad de su propio enriquecimiento y control del poder. Sin embargo, los intereses de cada clase social, evidentemente, eran distintos casi antagónicos, de tal modo que los criollos crearon, en palabras del historiador Aquiáhuatl Rivera, el concepto de conciencia nacional, concepto que sirvió para dar a entender que los intereses de ambos eran iguales, que el enemigo era común y que la unidad era necesaria para hacerle frente.
El movimiento se dio, pero en el plano de los hechos todo lo prometido por los criollos a las clases explotadas de la época fue olvidado. Los criollos nunca trazaron una independencia completa, se habían dado cuenta de la fuerza del pueblo unido y organizado, de tal modo que decidieron eliminar a los que dieron pie y ánimo de lucha a las masas (Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama) por nombrar algunos. Y para mantener aún más el orden, el papel de la iglesia y el Estado fueron fundamentales.
Después de todo lo anterior, considero que podemos darle respuesta a la pregunta inicial, ¿qué tan independiente se ha vuelto México? Al parecer casi nada, la independencia dejó muchas deudas a los que dieron su lucha y a quienes dieron su vida por ella. Aún seguimos creyendo fielmente en los actos heroicos de personajes falsos y nos olvidamos de quienes realmente hicieron posible este movimiento: los más pobres, los indígenas, los campesinos, todo el proletariado. En este día, a 211 años de la Independencia de México es necesario asumir el compromiso que tenemos todos de transformar este país en un lugar mejor, un México donde la riqueza de la nación sea repartida de manera más justa y equitativa y logremos así la verdadera independencia que desde hace más de 200 años no podemos tener.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario