67 mil 218 niñas, niños y adolescentes desaparecidos entre el 1 de diciembre de 2006 y el 24 de enero de 2022, esto según la base de datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB). Es decir, que en los últimos 15 años un menor de edad desaparece aproximadamente cada dos horas. Es impactante, ¿verdad, amigo lector?
La Comisión Nacional de Búsqueda dice también que de ese total dado a conocer 54 mil 332 menores fueron localizados, pero, lastimosamente, poco más de 600 sin vida; además, hay aún 12 mil 886 de los que no se sabe nada. Qué terror vivirán todos los días desde el día que los dejaron de ver, esos miles de familias que siguen buscando sin descanso, por todos lados, con los medios a su alcance y con la esperanza por delante; qué angustia, qué impotencia. Imaginarlo cuesta y duele.
Atroz es aquel que roba a un niño, pero más atroz las condiciones que permiten este delito, ¿y qué condiciones? Las que genera un sistema desigual como el capitalismo. Sí, el capitalismo en su etapa más salvaje, la neoliberal, es el responsable de estos actos tan viles, ¿por qué? Porque todo para él, para su ganancia y riqueza desmedida en manos de unos pocos es mercancía. A lo que quiero llegar es que muchos de los casos de desapariciones de niños y adolescentes son con fines de trata de personas, para ponerlos en las calles a pedir limosna, turismo con fines sexuales, siendo las principales víctimas las niñas. En el caso de los adolescentes, se sabe que son raptados por la delincuencia organizada a fin de ser vendedores de droga, “halcones” o para que ellos ayuden a atraer a más jóvenes.
Para evitar casos como el último, sabemos también por testimonios de madres de familia, que en Michoacán hay cientos de familias de la región de tierra caliente que han tenido que huir de sus comunidades, hacia el norte, como Tijuana o al interior del mismo estado, para poner a salvo a sus hijos de las garras de los cárteles, que siguen en disputas por los territorios; como es el caso de Margarita de 51 años, quien huyó de Aguilla en octubre, después de que, dijo, hombres de un famoso cártel la amenazaron con reclutar a sus dos hijos menores de edad; un mes antes, uno de los menores había sido secuestrado, pero logró escapar. “No me quiso decir qué le hicieron ni qué le dijeron por miedo, después de que pasó eso a los pocos días ya no podía dormir de los nervios”, comentó.
Al escuchar o leer casos como el de la señora Margarita se encoge el corazón al tratar de ponerse en sus zapatos, sin embargo, son casos en los que se pudo evitar el rapto de sus hijos, pero la situación es más cruda cuando el cometido de atraer a los jóvenes se logra. En este sentido, el Estado de México es el que registra un mayor número de niñas, niños y adolescentes de los que nada se sabe desde su desaparición, con mil 72 casos, le siguen Tamaulipas (1,503), Nuevo León (1,060), Jalisco (836) y Ciudad de México (976). Ante este problema las autoridades deben poner solución, pues en muchos de los casos las labores de búsqueda no son suficientes o ni se realizan, por lo que las familias son las que toman la iniciativa para poder saber el paradero de los desaparecidos.
Gran parte de esta responsabilidad corre a cargo del gobierno federal, pues de ahí debe partir la iniciativa de crear mecanismos más eficaces para hacer búsquedas rápidas, con todas las herramientas que se necesitan. Pero primero, para poder arreglar este punto, primero se necesita un gobierno con ganas de cambiar todo de raíz para dejar de tener una sociedad tan desigual en la distribución de la riqueza; así, al disminuir la pobreza, que ya sabemos, es el origen de muchos males, incluidos estos que aquí abordamos, se erradican también esta forma de comerciar con vidas humanas, con vidas inocentes.
Es un largo camino que se debe recorrer y la forma de gobernar del presidente en turno en México deja mucho que desear para lograrlo, pero estemos seguros que con la unidad del pueblo y la decisión de tener políticos más humanistas, las circunstancias pueden cambiar a nuestro favor.
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