En el mundo cobran cada vez mayor nitidez y fuerza dos tendencias ideológicas que buscan regir, cada una, la manera de gobernar a las naciones o los grupos de naciones de todo el orbe.
Derecha o ultraderecha se le llama a una de ellas, frente a las tendencias contrarias que se han autollamado de izquierda o incluso de ultraizquierda. Esto, como se puede imaginar, está generando confusión y encono en la mayoría de los ciudadanos poco acostumbrados a buscar la esencia de los fenómenos, principalmente sociales, que no aciertan bien a entender cuál de las dos tendencias es la que mejor conviene como gobierno a todos los seres humanos para garantizar la paz, la tranquilidad y el verdadero bienestar.
Enseñarle a entender el marxismo al pueblo es liberarlo y enseñarle a combatir la pobreza que sufre.
Como no pretendo hacer aquí un análisis exhaustivo de la esencia del tema, me limitaré a dejar una opinión que, de alguna manera, pueda servir de orientación a mis escasos y pacientes lectores.
El significado de los términos “derecha” e “izquierda” aparece en el mundo desde finales del siglo XVIII, y llegaron con las primeras consecuencias de la gran Revolución francesa. A. Manfred lo describió así en su obra, al referirse a la conformación de la Asamblea Nacional Constituyente de 1789:
“Al principio, en la Cámara del Tercer Estado la demarcación entre partidarios y adversarios de las medidas revolucionarias se operaba de manera casi fortuita, los primeros (el pueblo, la burguesía y sus partidarios) iban a sentarse a la izquierda y los segundos (los representantes reaccionarios de la nobleza y del alto clero) a la derecha del sillón presidencial, colocado en medio de la sala. Estas denominaciones entraron en el uso corriente, y se aclimataron tan bien en el vocabulario político, que siguen usándose en nuestros días”.
En la actualidad, por tanto, todos aquellos que se sienten representantes del pueblo, aunque sus actos digan lo contrario, gustan de autollamarse de izquierda; mientras que los otros, aquellos que representan en la política a las clases económicamente dominantes, son la derecha.
Los extremos que se denominan con el prefijo de “ultra” aparecieron después, y explicar la relevancia no es aquí muy necesaria.
Pero lo que sí es relevante es definir con cierta precisión hasta donde nos sea posible, la verdadera esencia que debería identificar a la izquierda como representante del pueblo trabajador a lo largo de la historia.
Por obvio de espacio, opino que, si aceptamos que profesar el izquierdismo conforme a su origen y connotación científico-social, significa asumir y defender consecuentemente los intereses fundamentales económicos e históricos del pueblo trabajador, no existe mejor representante de esta tendencia que el filósofo y economista alemán llamado Carlos Marx, fallecido el 14 de marzo de 1883.
Por tanto, dudo mucho el hecho del que se pueda pasar por izquierdista aquel que desconozca y desdeñe, cuando menos lo más elemental de la teoría inmortalizada en el mundo como marxismo.
Y no es raro que nuestros modernos partidarios de la izquierda desconozcan el marxismo. Las ideas de Marx han sido combatidas por la derecha y los falsos izquierdistas desde el momento mismo que comenzaron a difundirse.
Pero más abundante aún es la incomprensión o ignorancia sobre las previsiones que hizo acerca del socialismo y del comunismo, como modelos económicos diferentes al capitalismo.
La realidad, como maestra rectora del todo, nos dice siempre con elocuente vehemencia que el marxismo revive a cada momento y cada vez con mayor influencia, en cada nueva manifestación tangible que pone de relieve la teoría de la lucha de clases, magistral descubrimiento de Marx, que revela el fundamento primero que dio sustento a las tendencias de la derecha y la izquierda en la humanidad.
Y esto es así porque nunca nadie se ha atrevido siquiera a refutar el gran descubrimiento y aporte científico de Marx a las ciencias sociales, y que él mismo resumió genialmente en su famoso “Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política” (su hilo conductor), que sostiene lo siguiente:
“En la producción social de su vida, los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.
Dicho coloquialmente y con el riesgo de la tergiversación siempre involuntaria, digo yo que, siguiendo a Marx, es el modo de producción capitalista o neoliberal el que genera la pobreza en que vive la mayoría del pueblo trabajador; no es su conciencia de pobres. Por tanto, no se puede salvar al pobre de la pobreza que sufre, sin necesariamente al mismo tiempo cambiar el modelo de producción. Se equivocan pues los izquierdistas que pregonan que se puede acabar con la pobreza con puros discursos y buenas intenciones. ¡Mienten!
Por eso creo firmemente que la verdadera izquierda en el pueblo trabajador debe ser construida por el pueblo mismo. Sólo que, para poder llevar a cabo tamaña hazaña, el pueblo necesita de dos factores indispensables: organización y educación; pero con el entendido de que hablar de educación, nos referimos al conocimiento y asimilación del marxismo, es decir, de la teoría liberadora del pueblo creada por Marx. Por tanto, enseñarle a entender el marxismo al pueblo es liberarlo y enseñarle a combatir la pobreza que sufre.
Conforme a los discursos electorales que ya inundan casi todos los medios de difusión a que tiene acceso el pueblo, no es momento de caer en la confusión. Digan lo que digan al pueblo trabajador los partidos y partidarios que hoy se encuentran en disputa, envueltos insolentemente entre taparrabos izquierdistas, mientras no se propongan en serio cambiar el modelo de producción en favor de las clases social y económicamente más maltratadas, mienten en favor de la derecha, es decir, mienten para mantener a la clase dominante de los potentados encima de las clases socialmente dominadas.
Pero como no hay más remedio por el momento, conforme a nuestro moderno sistema democrático electoral, debemos salir a votar. Sin embargo, no olvidemos que, tal como en otros procesos similares, la tarea seguirá pendiente para los trabajadores del mundo: construir entre todos la nación justiciera y equitativa que merecemos. No lo olvidemos.
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