“Putin es un criminal de guerra”; esto decía hace algunos días el presidente de los Estados Unidos (EE. UU.), Joe Biden, sobre su homólogo de Rusia, Vladimir Putin, y la guerra en Ucrania.
Llama la atención que, una vez iniciada la guerra, los medios occidentales hablen más de las declaraciones de los ministros norteamericanos que sobre el conflicto en sí. Una cantidad inusitada de medios, periódicos, blogs, parecen estar viviendo el problema no sólo desde la perspectiva norteamericana, sino como si fuera Estados Unidos el territorio agraviado. Esta reacción inconsciente, en la que preocupa más lo que vea y diga Norteamérica sobre lo sucedido en Ucrania debería hacernos pensar cuáles son verdaderamente las naciones que dirigen la conflagración y qué rumbo pretenden darle al conflicto.
La acusación de Biden es sólo una más entre las decenas de declaraciones agresivas y groseras que, desde hace algunos meses, emite la Casa Blanca.
Días después de estas aseveraciones, el jefe del Estado Mayor de Estados Unidos, Mark Milley, salió a expresar con mayor claridad lo que, en su insana ofuscación, el presidente no quiso decir: “Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión geoestratégico muy crítico e histórico. Entramos en un mundo cada vez más inestable y aumenta la posibilidad de un conflicto internacional importante entre superpotencias”.
En otras palabras, “Nos estamos preparando para guerra y el utilizar a Ucrania como pretexto es cada día más necesario”. A estas descarnadas confesiones hay que añadir las siguientes, también de Mark Milley: “Nos enfrentamos a dos potencias mundiales, China y Rusia, cada una tiene importantes capacidades militares. Y ambos países pretenden alterar fundamentalmente el orden mundial actual”.
¿A qué enfrentamiento se refiere? ¿China ha participado de alguna manera en el conflicto? ¿Es que en Washington están viendo algo que el mundo entero no alcanza a percibir? ¿Con orden mundial se refiere al orden estadounidense? Estados Unidos quiere hacer caer a China en la trampa porque necesita que entre en su juego para justificar una guerra mundial que el imperio requiere para sobrevivir.
Lo que más sorprende no es el cinismo o la ausencia del fetichismo de las palabras que tanto gustan a los diplomáticos norteamericanos, el desenmascaramiento total, sino la credulidad, la simpleza y la esperanza de que China vaya a caer en este juego, en estas infantiles provocaciones.
La acusación lanzada sobre Putin tiene más contenido y oscuras intenciones de las que se observan. Biden acusa a Putin de criminal de guerra y exige juicio político, es decir, espera que las instituciones internacionales, naturalmente controladas por EE. UU., aprueben y legitimen la persecución al presidente ruso, que permitirá, a su vez, incorporar formalmente a las potencias aliadas norteamericanas en la guerra contra Rusia.
La BBC, agencia de innegable naturaleza pronorteamericana y proimperialista, tardó muy poco en sacar a relucir las intenciones de Biden e hizo un detallado análisis de las consecuencias que traería consigo el juicio político y, sobre todo, echó a andar a todo el think thank a su disposición para legitimar la acusación.
Arguyendo los estatutos de Ginebra y Roma como principios, la BBC expone, como uno de sus principales argumentos para acusar a Putin por crímenes de guerra, una de las causales del estatuto de Roma de 1998: “Dirigir intencionalmente ataques contra la población civil o contra civiles que no participen directamente en las hostilidades” (BBC, News Mundo, marzo 2022). La acusación se funda en la pretensión de que los ataques en la ciudad de Bucha dejaron un saldo de civiles muertos.
Suena paradójico, incluso irónico, que la guerra, la acción que por definición es absolutamente caótica, tenga, ahora, reglas que respetar. Pero así es, y en teoría estas reglas guían toda la destrucción, la anarquía y la barbarie que significa una guerra.
A tal grado nos enfrentamos a esta máscara de la guerra humana que, en un informe de junio de 2021, la alianza liderada por Washington decía sobre las guerras perpetradas en Irak y Siria: “Seguimos un proceso de selección de objetivos muy preciso para todos nuestros ataques a fin de garantizar el estricto cumplimiento del derecho internacional humanitario en conflictos armados”.
Es pasmoso, pero al parecer, ahora, existen guerras humanitarias; suena absurdo; una contradictio in adjecto; pero no importa, el todopoderoso imperio norteamericano hace posible lo imposible.
En estas guerras humanitarias, a decir de los Estados Unidos, “son pocos los civiles que han perecido”. Según el informe citado anteriormente, elaborado por la coalición norteamericana, de 34 mil 984 ataques perpetrados en Irak y Siria, se calculan mil 417 bajas civiles.
Otras organizaciones, menos parciales que los propios militares a los que se pide cuentas de sus humanitarios actos y, a pesar de todo, pertenecientes al mismo sistema norteamericano, como la Syrian Network of Human Rights (SNHR), acreditada por la ONU, reporta al menos 3 mil 047 civiles muertos en seis años, entre ellos miles de niños (Le monde diplomatique, marzo 2022).
Otras organizaciones no gubernamentales, que, naturalmente son siempre creadas y conducidas por intereses particulares con fines lucrativos, dan cuentas más realistas de la cantidad de civiles asesinados sólo en la última guerra perpetrada desde Washington. “La ONG Airwars, financiada en particular por Joseph Rowntree Charitable Trust, y Open Society Foundations, de George Soros […] estiman que el número de civiles muertos en Irak y Siria bajo las bombas lanzadas por la coalición oscila entre 8317 y 13190. El número de niños muertos se situaría entre mil 765 y dos mil 363” (Damien Lafauconnier).
Ojo, estamos hablando de dos organizaciones norteamericanas, parciales y antirusas. “Teniendo en cuenta los sucesos que no están corroborados por una prueba o testimonios –prosigue Lafauconnier–, la ONG plantea un balance de víctimas aún más elevado: entre 19,284 y 29,643”.
Son datos de la última guerra encabezada por Estados Unidos y la coalición europea que hoy acusa a Rusia. ¿Cuántos millones de muertos habrá provocado la pax norteamericana el último siglo? No lo sabemos con certeza, lo único seguro es que son ellos, los grandes financieros que controlan el Estado norteamericano, los verdaderos criminales de guerra.
Hoy Biden retoma la política de destrucción y aniquilamiento que durante un sexenio pareció olvidarse en Estados Unidos. Él, como sus predecesores, son tan inocentes en crímenes de guerra y de cualquier otra naturaleza, como el verdugo de París es médico.
Las acusaciones de Estados Unidos deben ser tomadas, pues, por lo que son, un intento desesperado y burdo de castigar a quien sólo busca defenderse; la última treta de un régimen que se desmorona económica e ideológicamente y que pretende salvarse infringiendo sanciones que ya no pueden sostener, castigos que no puede aplicar y, sobre todo, buscando en la guerra mundial su salvación imperial.
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