MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Mario García Castillo, in memoriam

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“Ese cuerpo, señores que con piadosos ojos estáis mirando fue depositario de un alma en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas, fue solo en la cortesía, único en el ingenio, extremo en la gentileza, Fénix en la amistad, magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza, y finalmente, primero en todo lo que es ser bueno y sin segundo en todo lo que fue ser desdichado”, Miguel de Cervantes en Don Quijote.

El miércoles 20 de noviembre falleció el ingeniero Mario García Castillo, víctima de una enfermedad que lo tuvo hospitalizado más de cinco meses y, pese a que se le atendió con todos los medios y recursos necesarios, no pudo ganar la batalla.

El compañero Mario nos deja en momentos difíciles para el Movimiento Antorchista y para los pobres de este país. Sin embargo, su memoria y su ejemplo perdurarán en la mente y el corazón de sus compañeros de lucha, a quienes nos deja la tarea de seguir bregando y de mantener la estafeta en la que creyó y por la que luchó y dio su vida.

Conocí personalmente al profesor Mario en el año 2021, en el contexto de una campaña política en Santa Clara Ocoyucan, Puebla. En ese año se renovarían los ayuntamientos y el pueblo ocoyuquense iría a las urnas para elegir a sus autoridades municipales para continuar con el trabajo y progreso que había conquistado tres años antes: un gobierno antorchista.

Por esa razón, a algunos activistas se nos había concentrado en la zona y uno de ellos era precisamente el ingeniero Mario García Castillo. Yo sabía por pláticas con diferentes compañeros que el profesor Mario fue de los primeros activistas que se habían organizado en los tiempos difíciles de Antorcha, en los tiempos mismos de la formación de lo que hoy es el Movimiento Antorchista Nacional, y que fue, junto con otros compañeros de la vieja escuela, de los primeros que se fueron a iniciar el trabajo organizativo a diferentes estados del país.

Lo había visto en reuniones, en aniversarios y escuchaba por comentarios de otros compañeros que formó parte de la Dirección Nacional, que había iniciado el trabajo antorchista en los estados de Campeche y Quintana Roo, y que la necesidad del trabajo lo llevó a fundar colonias, casas de estudiantes, a organizar a los campesinos y colonos ahí donde la organización lo encomendó a hacer trabajo.

Fue líder político en zonas importantes de Veracruz, en Sonora, en Hidalgo y, más recientemente, en Tlaxcala y Puebla.

En el año 2021, el ingeniero Mario se sumó a las actividades propias del trabajo en la región y fue en ese tiempo cuando lo conocimos y lo tratamos más de cerca.

El profe Mario, como le decíamos sus compañeros, era un hombre moderado, sereno, amable, que inspiraba respeto y estaba presto para dar un consejo o una opinión en las problemáticas del trabajo; tenía un acervo cultural y político profundo, propio del que ha caminado por veredas y caminos escarpados, del que ha vivido entre los pobres de la ciudad y del campo.

A la vuelta de un año y con las vueltas que da la vida y el trabajo dentro de nuestra organización, Mario llegó a integrarse al equipo en la zona conurbada de la capital poblana, a la zona de San Martín Texmelucan. Llegó con la disposición de trabajar y de sumarse al grupo de activistas, a reforzar el trabajo con su experiencia y su capacidad teórica.

Los demás activistas lo veíamos como nuestro hermano mayor, pues explicaba de manera paciente y convincente los materiales de estudio tanto a los activistas, a los plenistas y a los estudiantes de secundaria y bachillerato de Santa Anna Xalmimilulco, en donde impartía clases de arte e historia.

En algunas pláticas con él, mientras viajábamos a reunión o desayunábamos en la colonia, me comentaba de los difíciles días de Antorcha en la Mixteca, de las agresiones y asesinatos de antorchistas en Cuayuca de Andrade, de las dificultades para iniciar el trabajo de activismo en el sureste, en los estados de Campeche y Quintana Roo. 

Fue así como supe que luchó al lado de campesinos de Veracruz por sus tierras ejidales; también estuvo en Sonora al lado de humildes colonos que buscaban un lote para vivir.

En ese estado, estuvo al lado de estudiantes para luchar por un albergue estudiantil y participó en marchas en Empalme, Sonora, en una lucha para defender a campesinos y colonos contra abusos de CFE por cobros injustificados y altas tarifas a sus hogares.

A sus 66 años, Mario cumplía con las actividades propias del activismo; realizaba sus reuniones con estudiantes y campesinos, se integraba a las colectas y a las actividades económicas. Difundía la propaganda antorchista entre la gente, se mantenía estudiando siempre y era diestro con la pluma, como él mismo tituló uno de sus últimos artículos mientras libraba la batalla contra su terrible enfermedad: usaba la pluma como arma y como escudo.

Mario estaba profundamente convencido de lo justo en la lucha del Movimiento Antorchista, y lo demostró con hechos hasta el último día de su vida:

“Al Movimiento Antorchista ya nadie lo va a destruir, de eso debemos estar seguros y convencidos, porque los enemigos de clase y los poderosos de este país ya intentaron de todo y no lo han destruido, por eso es preciso seguir organizados y luchando”, sostenía ante los campesinos del municipio de Huejotzingo, que fue uno de sus últimos centros de trabajo.

A los compañeros activistas del seccional Texmelucan nos duele su ausencia, porque convivimos con él y porque estuvo con nosotros en momentos críticos, pero nos deja una lección de lealtad, de perseverancia y de dedicación a la lucha por los más desprotegidos de este país y de nuestra clase.

Aunque con deficiencias y tropiezos, trataremos de seguir su ejemplo y de honrar su memoria. Ese es el mejor tributo que podemos hacer a su memoria y a su persona.

Hasta pronto, profe Mario.

 

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