"El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue".
-Eduardo Galeano.
Galeano, el uruguayo anticipó, hace años, una crisis extremadamente dolorosa para él y los verdaderos amantes del fútbol; la decadencia y muerte del deporte más hermoso. Hemos sido testigos de la extinción de la esencia del deporte que más alegrías le ha dado al mundo, y de la exhibición de su cuerpo a cambio de unas monedas. Este es su epitafio.
Según la UEFA, en 2016, la final entre Francia y Portugal consiguió que se quedaran pegados al televisor más de 600 millones de personas a nivel internacional, siendo una de las finales más vistas de la historia, no se tienen tan frescas escenas de juego que se hayan impregnado en la memoria de los aficionados.
En 2020, sin embargo, el momento estelar de la Eurocopa, uno del cual, propios y extraños, nos enteramos por su impacto, no se dio en un partido a lo largo de los 90 minutos de juego sino en una conferencia de prensa, el protagonista del momento fue Cristiano Ronaldo, capitán de la selección portuguesa. El momento duró menos de siete segundos, con un movimiento, Ronaldo retiraba de su frente un envase de Coca Cola, marca patrocinadora del evento, tomó en una mano una botella de agua y dijo: “Agua. Coca Cola no”. El gesto de apartar las botellas de soda provocó una brutal caída del 1,6 por ciento para la compañía en el mercado bursátil. Y en términos económicos, Coca Cola pasó de valer 242 mil millones de dólares a 238 mil millones. Unas pérdidas totales de 4.000 millones de dólares.
El impacto económico no representó un daño letal para la empresa refresquera, pero abrió una conversación con múltiples aristas que sin duda hizo más visible el rumbo que el fútbol había tomado hace tiempo.
A todo esto, no podemos avanzar de página sin hablar de Lionel Messi. Todos sabemos la historia de Messi, un niño de la misma nación que Maradona, bajito, curioso y con un talento innegable con la pelota que lo hizo pasar de jugar en un barrio de su natal Rosario a valer 200 millones de euros en menos de 10 años. La historia es simple, sencilla, se entiende. Juan Pablo Meneses, escritor y periodista chileno ha abordado el tema en su libro: “Niños futbolistas”.
Trataré de sintetizar la idea central de Meneses en la siguiente frase: “Frente a esas cifras (los sueldos de Messi y todos los astros del fútbol), ¿qué importan las medallas?, ¿qué importan los goles?, ¿qué importan los campeonatos?, ¿qué importan las escuelas de formación de nuevos jugadores? Mucho mejor salir de compra”.
La nueva esencia del fútbol ya no es la magia de una jugada, como espectadores no somos más eso que Galeano llamó mendigos del buen fútbol, aquellos que mendigaban un gol o buen fútbol y se iban agradecidos y felices cuando este llegaba. No. Lo espectacular ahora es qué tanto puede generar un evento, un club o un jugador en su bolsillo, las cifras son absurdas. Y los nuevos niños ya no tienen esa aspiración inocente y mágica de lograr una jugada de fantasía a lo Ronaldinho, golazos al estilo Ronaldo o llevar una alegría a su país, ellos quieren valer lo mismo que La Pulga o El Bicho.
Hago una acotación, el tema del fútbol y su muerte, por culpa de la ambición de unos cuantos, es un tema extenso y triste, ya le han dedicado libros completos a la corrupción promovida por la FIFA y muchos libros más se podrían escribir con las particulares injusticias cometidas en nombre de los espectáculos mundialistas, pero esos serán tema para una siguiente ocasión, por el momento terminaré el punto.
La conversación de la infidelidad de Piqué a la cantante colombiana, Shakira, ha sido un tema enorme que, sin duda, ha sacudido en todos los medios y ha eclipsado a una multitud de temas con una importancia infinitamente mayor (no es la primera vez que este tipo de casos suceden), pero me resulta curioso, que esto suceda ahora, apenas unas semanas después de que la prensa española filtrara unos audios en los que Gerard Piqué, jugador del Barcelona F.C., negociaba, con los jeques árabes, el traslado de la Supercopa de España, junto con todos los beneficios de transmisión, promoción comercial (uno de los eventos cumbres de España) a Arabia Saudita.
Así es, el fútbol español, de afición e historia española, ya no pertenecería a los españoles, sino a los mejores postores, aquellos que por su petróleo y riquezas mejor pagan: los árabes. Los audios no solo se limitaban a negociaciones con el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), sino que también se mencionaba al rey de España entre otras autoridades involucradas con el jugoso negocio de cederle el fútbol al dinero.
Volvamos al punto, la máquina del post fútbol sirve en función de generar dinero, y usa toda la maquinaria a su servicio para defender su modelo de negocio, lo verdaderamente relevante en todo esto debería ser el destino al que se dirige el fútbol y en general todo el deporte, pero la conversación hoy engañosamente se conduce a que la gente hable de la infidelidad de Piqué y quién sigue a quién en Instagram u otras redes sociales, pero detrás de todo siempre hay un hilo rojo que nos conduce a las manos del capital.
Las cortinas de humo cada vez son más grandes, pero mucho nos convendría no perder el hilo de lo sustancial. Hoy, con tristeza presenciamos la muerte del fútbol macro a como lo conocíamos, como lo vimos al crecer, pero de nosotros depende que el deporte a nuestro alcance, el de las masas siga en nuestras manos.
El deporte también está en riesgo, al acecho de los poderosos, los que todo lo tienen y más quieren, y es tarea nuestra defenderlo. En México, por ejemplo, hay un intento por desarrollar el deporte como un arma de formación humana alejada de los vicios propagandísticos del deporte empaquetado, esas aspiraciones de que los nuevos niños del fútbol solo aspiren a ser mercancías de colección, mis mejores deseos están con el Instituto Deportivo Salvador Díaz Mirón, va para ellos mi escrito. Hagamos del deporte un acto de muchos protagonistas y muchos espectadores, todos ellos pueblo porque de ellos y para ellos debe ser.
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