Los Juegos Olímpicos, conocidos como Olimpiadas, son el mayor evento deportivo internacional del mundo, en el que compiten atletas representantes de prácticamente todos los países existentes a lo largo de varios días en un evento multidisciplinario organizado cada cuatro años.
Dicho sea de paso, se trata de uno de los eventos deportivos más difundidos por los diferentes medios de comunicación, que representan jugosas ganancias para los “organizadores”.
El pasado 11 de agosto terminaron los Juegos Olímpicos de París 2024, oficialmente conocidos como los Juegos de la XXXIII Olimpiada. Este evento multideportivo internacional se llevó a cabo en la ciudad de París, capital de Francia.
El deporte en México está abandonado por parte de las autoridades. No hay ni voluntad ni liderazgo en cantidad y calidad dentro del gobierno para promover una verdadera cultura deportiva.
Todos estuvimos pendientes de estas justas deportivas y de la participación de los atletas mexicanos, pero como diría el dicho popular, “jugaron como nunca y perdieron como siempre”.
Los resultados de México fueron pésimos: tan sólo tres medallas de plata y dos de bronce, quedando en la lejana posición número 65 de los 85 países que obtuvieron medallas.
Estos malos resultados, ¿cómo se explican? ¿Es culpa de los atletas que no hacen más esfuerzo? ¿O cuál es el verdadero problema del deporte común y de alto rendimiento en México?
Quizás yo no tenga las respuestas más adecuadas, pero, en mi humilde opinión, considero que las siguientes son las respuestas que ubican el problema del deporte en México en sus justos términos. Veamos.
México tiene una población joven, con abundantes recursos naturales y financieros. Tenemos una industria pujante, somos un referente cultural global, somos el país con más hispanohablantes, etcétera.
Es decir, México es un país muy rico; somos la duodécima economía del mundo. Con todo esto, nuestro país debería estar, al menos, en el top 20 del ranking olímpico mundial. Sin embargo, esto no sucede.
Muchas veces se culpa directamente a los atletas de los fracasos en este tipo de justas deportivas por no echarle suficientes ganas, pero eso no es así.
Todos somos testigos de que muchos atletas de alto rendimiento tienen que buscar apoyo o hacer actividades económicas para sufragar el costo de ser un atleta de alto rendimiento, y cuando llegan a justas deportivas importantes como las Olimpiadas, tienen que conseguir recursos a través de vendimias, colectas o apoyos de particulares para poder asistir, porque el apoyo del Estado es poco o nulo.
Claramente, los atletas son los menos culpables de los fracasos en este tipo de contiendas; más bien, son una víctima más de este sistema desigual en el que vivimos. El Estado es quien debería impulsar y promover el deporte en todas sus capas, y de allí ir seleccionando a los mejores atletas para convertirlos en atletas de alto rendimiento.
Pero esto no es así. Al Estado no le importa el deporte; lo deja de lado y esto lo demuestra con la poca inversión en este. El Estado mexicano, con el poco interés y recursos que le pone al deporte, niega una verdadera cultura deportiva.
Pero los más afectados no son los deportistas de élite, ni ningún equipo de privilegiados miembro de atletas, sino miles de niños y jóvenes que, más allá de no poder incorporarse a prometedoras carreras deportivas porque no encuentran ni beneficio ni oportunidades para ello, terminan siendo víctimas de la obesidad, vicios o, en muchos casos, reclutados por el crimen organizado.
El deporte nunca ha sido prioridad para el Gobierno mexicano, ni en el de “La Cuarta Transformación” ni en el de ningún otro. La falta de interés, el recorte presupuestal y los continuos casos de corrupción son los principales responsables del rezago deportivo en México, lo que también es un reflejo de la crisis generalizada por la que atraviesa nuestro país y que se ha visto más agudizada en el Gobierno que está por terminar de Andrés Manuel López Obrador.
Deberíamos aprender del modelo deportivo de Cuba, ese pequeño país que tiene menos del 10 % de la población de México y que enfrenta severas carencias y dificultades económicas debido al bloqueo económico que le impuso Estados Unidos, del que han sido víctimas por más de 50 años. Aun con todas las dificultades, los cubanos han salido adelante.
El modelo deportivo de los cubanos es particularmente diferente al de muchos países. Con la Revolución Cubana inició la promoción institucional y masiva del deporte, fungiendo este como herramienta de formación y bienestar social.
De hecho, la participación de la sociedad cubana en los deportes se convirtió más que en un derecho básico en una obligación moral, transformando así el deporte en un instrumento de empoderamiento y cohesión racial, en una actividad de ocio cotidiano, una profesión normalizada y hasta en una forma de mantener sana a la población.
El éxito del deporte cubano es totalmente innegable porque forman atletas de élite y mantienen a su población saludable, algo que nuevamente dista mucho del fracaso deportivo mexicano y de nuestro serio problema de obesidad.
La clave está en la inversión, porque a pesar de la precaria situación de los cubanos, su régimen no deja de aumentar la inversión en el deporte. Tan sólo en el último año, Cuba invirtió 73 millones de dólares, lo que representa un 25 % más que en 2023.
Mientras que México, para 2024, tenía aprobado un presupuesto de 2 mil 636 millones de pesos, que al tipo de cambio son más o menos 142 millones de dólares, el doble de Cuba. Pero México tiene casi 130 millones de habitantes y Cuba solamente 11 millones; es decir, Cuba invierte per cápita casi seis veces más dinero en el deporte que México.
El deporte en México está abandonado por parte de las autoridades. No hay ni voluntad ni liderazgo en cantidad y calidad dentro del Gobierno para promover una verdadera cultura deportiva. Urge que los mexicanos nos organicemos en un gran bloque nacional para que juntos exijamos a las autoridades que haya un mejor impulso al deporte y con ello, una mejor calidad de vida para los mexicanos. Vale.
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