MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Morenismo proyanqui

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De pronto, el tono desafiante del discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador hacia el gobierno de los Estados Unidos (EE. UU.) menguó; aunque despotricó en los días previos a la Cumbre de la Américas, hace pocos días fue recibido en la Casa Blanca, sin ningún tipo de reproche. Biden también se mostró conciliador y señaló que: “vemos a México como un socio en igualdad”. 

Y desestimó las diferencias de opinión con López Obrador: “Usted y yo tenemos una sólida y productiva relación, y, yo diría, una alianza”. 

El presidente mexicano le propuso cinco puntos de cooperación, cinco temas de cooperación bilateral, entre los que se destaca: otorgar visas de trabajo que permitan a mexicanos migrar de forma regular hacia el país vecino; esta propuesta es congruente con la alegría que le genera saber que los montos por remesas se incrementan, presume que son los más altos del mundo y agradece que los paisanos se esfuercen por enviar más. 

Una declaración que no sólo exhibe una estrechez de miras en términos humanitarios (porque no considera las condiciones inhumanas en que se logra ese trabajo ilegal en el país vecino, el sacrificio de exponerse a un traslado criminal y lo que implica abandonar la familia y amigos obligados por la violencia, desempleo o pobreza) sino, sobre todo, su incapacidad para lograr condiciones de desarrollo económico en nuestro propio país que impidan, de raíz, la exportación de mano de obra barata. Existen muchas pruebas palpables de que, en el terreno económico, el gobierno morenista es un fracaso, pero declarar que ve con beneplácito el flujo migrante es aceptar que esto es necesario para subsanar el desbordado desempleo mexicano y que, sin esta fuente de trabajo en el extranjero, la población tendría mayor inclinación a la inestabilidad social.  

Analistas expertos en el tema aseguran que la solicitud de paciencia de parte del presidente Biden ante las peticiones de visas de trabajo de López Obrador es aceptar sin conceder; es decir, mostró estar de acuerdo con el tema, pero no se comprometió a otorgarlas, la autorización no pasa solamente por el presidente Biden, sino en el Capitolio, un congreso, plenamente hostil a una real reforma migratoria. El internacionalista de la Universidad Iberoamericana, Javier Urbano, insiste en que la comitiva mexicana sabía que no se iba a lograr nada por el contexto adverso de la administración Biden.

Dentro de los puntos de cooperación está la económica: el compromiso de comprar alimentos como leche en polvo y de liberar de aranceles en ciertas mercancías. ¿Ignora el presidente que ese ofrecimiento refuerza la dependencia alimentaria con respecto al país vecino? Las implicaciones de reforzar el lazo de dependencia en materia económica y alimentaria pasarán directamente por la dependencia política: quien te da ingreso económico y alimentos controla tu vida política. 

El tono desafiante de López Obrador que sostuvo en su gira, hace semanas, por Centroamérica tiene algunas bases sólidas que le permiten cometer estos excesos; el primero, en mi opinión es que les asegura a los vecinos del norte que México será un país de contención migratoria.

Aunque el discurso es aparentemente conciliador y humanitario, López Obrador no ha renunciado a la militarización de la frontera sur de nuestro país; en mayo de este año dijo: “Nosotros estamos trabajando de manera coordinada con el gobierno de Estados Unidos, ayudando y sí, tenemos que proteger la frontera sur para proteger, aunque parezca contradictorio o paradójico, a los migrantes, porque no conviene la travesía por el país, es muy riesgosa y tenemos que cuidarlos”. (Milenio, 4 de mayo).  El gobierno de los Estados Unidos tiene claro este papel: un testaferro que soporta y alivia los problemas que implican el incremento del flujo migratorio. En este mismo sentido se explica el compromiso del gobierno mexicano para invertir 1,500 millones de dólares en infraestructura de las aduanas, es decir inyectar dinero en los puntos de cruces de mercancía y de personas.

El argumento del Gobierno mexicano no es que Biden los haya obligado a invertir en la seguridad de la frontera (como lo pretendió Trump) sino que es una inversión económica. ¿Será? lo cierto es que esta infraestructura también está planeada para hacer más estrictos en la vigilancia y el control de cruce ilegal de migrantes. Ofreció gasolina barata, ofreció gasoductos y 72 horas luego de la visita, por si fuera poco, regaló la captura de un capo: Caro Quintero. 

Curiosa manera de actuar: el presidente desestima la captura de grandes capos de la droga, pero, luego de esa reunión privada, se despliega un gran operativo para capturarlo. No hay coincidencia. Una relación bilateral de paz, pero de alta sumisión mexicana. 

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