El término analfabetismo remite a la falta de instrucción de una sociedad con respecto a la lectura y escritura. Es una palabra de origen griego, formado por el prefijo an que significa negación y de las partículas alpha y beta, correspondiente a la primera y segunda letra del alfabeto griego, la palabra finaliza con el sufijo ismo, que quiere decir sistema o doctrina.
En términos estrictos, son analfabetas aquellas personas que no saben leer ni escribir. Vistas en conjunto, representan la tendencia denominada analfabetismo, falta de conocimiento de las letras. El analfabetismo es identificado como un problema social debido a que limita el desarrollo económico y social. En la sociedad actual, el analfabetismo es un serio problema en términos de inserción social, participación laboral y productividad. Según la UNESCO, afecta a más de 773 millones de adultos y jóvenes en el mundo.
El analfabetismo en la antigüedad era abundante, solo una parte de la sociedad conocía la lectura y escritura. Durante el imperio romano, la iglesia era la única que poseía estos conocimientos, por lo que la gente se veía obligada a aceptar que se le transmitieran de manera oral y no tuvieron ningún recurso para preservarlo, confiando pura y exclusivamente en su memoria.
En México, debido a la conquista, los españoles impusieron una educación centrada en la enseñanza religiosa; las estancadas fuerzas productivas no exigían una rigurosa formación científica, de ahí que desde esa época existiera tanto analfabetismo. Una de las razones principales que llevó a la identificación del analfabetismo como un problema fue el surgimiento de información estadística sobre educación en el país.
El primer censo moderno en México fue publicado en 1898, el cual reveló que el 82.1 por ciento de los adultos eran analfabetos (Inegi Estadísticas Históricas), por lo que antes de esa fecha no existía una noción clara sobre el número de personas analfabetas, aunque sí se realizaron varios conteos del número de escuelas que había en el país. Este censo fue evidencia para la primera política gubernamental que buscaría la erradicación del analfabetismo: la Ley de Escuelas de Instrucción Rudimentaria de 1911, esta ley -promovida por el secretario de instrucción Jorge Vera Estañol- instituyó escuelas en las que se enseñaba exclusivamente a leer y escribir y ciertas nociones básicas de aritmética, dichas instituciones estaban orientadas a atender a la población indígena y campesinos.
A partir de Álvaro Obregón y con Vasconcelos a la cabeza de la nueva Secretaría de Educación Pública (SEP), surgió para el nuevo régimen, un nuevo modelo educativo con la alfabetización masiva, después las escuelas normales, el Instituto Politécnico Nacional (IPN), en 1936; y más tarde, en 1952, la Ciudad Universitaria de la UNAM. Hoy en día, es sorprendente ver el patético estado de las universidades Benito Juárez de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), remiendos al sistema educativo, asimismo la burda e irresponsable manipulación del contenido de los libros de texto gratuito.
Para 1982, la educación perdió la importancia que tuvo en los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana, dejó de ser derecho fundamental y se convirtió como todo en el capitalismo, en mercancía. El Estado abandona la tarea, reduce el financiamiento empobrece la calidad educativa, para sólo producir mano de obra barata y no conocimientos, por lo que las familias se ven en la necesidad de enviar a sus hijos a escuelas particulares y renuncia a una obligación constitucional.
En 1980, la matrícula en instituciones públicas de educación superior representaba el 91 por ciento del total y el 9 por ciento en escuelas privadas; en 2020 el porcentaje era de 76 y 24 respectivamente. A esto hay que agregar la alta deserción escolar, principalmente en los más pobres. En México, de cada 100 alumnos que ingresan a primaria 21 son los que terminan la universidad, cuatro estudian una maestría y uno llega a doctorado (OCDE 2017, Panorama de la Educación). Lo peor es que el gobierno de la 4T de manera anual invierte menos recurso a educación y para 2022 se destinarán 883,929 millones de pesos, este monto representa el 3.1 por ciento del PIB, el nivel más bajo a partir de 2010, así lo refieren cifras del Centro de Investigaciones Económica y Presupuestaria (CIEP), lo anteriormente mencionado refleja que no se está invirtiendo en un sistema educativo de calidad. Esta es la triste situación por la que atraviesa nuestro país.
Sin embargo, en el mundo hay evidencia de naciones preocupadas en educar a su población, uno de ellos es Cuba, tras el triunfo de su revolución en 1959, inició una campaña para abatir uno de los grandes males que aquejaban a esta sociedad. La campaña de alfabetización en este país inició el 1 de enero de 1961, fue una batalla ganada por el pueblo y gobierno cubano, esta campaña evidenció que la alfabetización de un pueblo es un acontecimiento que depende de la participación masiva y unánime de las organizaciones existentes, así como de los sectores de la población, sin dejar de lado el aspecto técnico organizativo. El 22 de diciembre de 1961 Cuba es declarada territorio libre de analfabetismo, en solo 12 meses lograron erradicar este mal.
Para tener éxito en cualquier proyecto este debe estar planeado, de lo contrario estará destinado al fracaso y es lo que gobiernos en turno han realizado en nuestro país, varios presidentes han implementado trabajos para erradicar el analfabetismo desde hace 100 años con resultados mediocres y mientras se siga repitiendo la misma estrategia no se logrará declarar a nuestra nación territorio libre de analfabetismo. Para lograr este objetivo el funcionario a la cabeza debe estar comprometido con el pueblo trabajador para sacarlo de su atraso y ahí está el problema, ya que un pueblo educado no se le puede manejar a su antojo.
La educación forma hombres libres, capaces de criticar, de analizar causas y consecuencias de cualquier problemática de la sociedad para posteriormente transformarla por medio de la reflexión y acción, por ello los grupos de poder no están interesados en sacar al pueblo trabajador de su ignorancia, de lo contrario perderían sus privilegios de clase.
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