Los últimos meses de 2021 el continente europeo se enfrentaba a Ómicron (la nueva mutación de la covid-19, 216 veces más infecciosa que las cuatro conocidas hasta el momento). Así, la cuarta ola de contagios en el viejo continente asechaba al resto del mundo. Mientras tanto, en México, las autoridades, una vez más, seguían impávidas ante tal amenaza, y convocaban a fiestas y eventos masivos. El Gobierno morenista, volvía a ignorar los llamados de alerta de los organismos internacionales que pedían responsablemente tener más cuidado ante el tsunami de contagios de una variante cuyo comportamiento no se conoce del todo, pero que se sabe se propaga a una velocidad sin precedentes. Las autoridades no han tomado medidas para impedir esta situación, por el contrario, la alientan.
Ante un sistema de salud deficiente, pobre y sin la necesaria inversión gubernamental; con casi la mitad de adultos sin vacunar, pues apenas 56% de la población mayor de 18 años cuenta con un esquema de vacunación completo, 6.8% con una dosis y 37.1% sin ninguna, y con menos del 3% de mexicanos sin vacuna de refuerzo, la situación parece complicarse más que en las olas anteriores, pues aunque ya se cuenta con distintos biológicos, los niños, adolescentes y otros millones de jóvenes de 15 a 17 años, aún no han recibido ninguna dosis, lo único que se escucha desde Palacio Nacional y de los encargados del manejo de esta pandemia es cómo subestiman constantemente, una día sí y otro también, esta enfermedad que ha desafiado en tiempo récord a todos los científicos y dejado más de 20 millones de muertos alrededor del mundo, diciendo que se le puede combatir con remedios caseros.
La indolencia gubernamental en México es insultante. En una semana, los corifeos del presidente se adelantaron y él terminó por hacerles eco. El 4 de enero, el secretario de Salud, Jorge Alcocer, aseguró que en casos no graves los niños con covid-19 “pueden ser tratados con tés, paracetamol y VaporRub”. El 7 de enero, la Ciudad de México, epicentro del aumento de contagios, permanecía en Semáforo verde y sin ninguna actividad no esencial restringida. En el mismo color se encontraban 19 estados, 10 permanecían en amarillo y tres habían retrocedido al naranja. El viernes 8, la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, se reunió con el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, y al día siguiente dio positivo a covid-19. Dos días después, en la mañanera del 10 de enero, el presidente se presenta ante reporteros y funcionarios, fiel a su estilo: sin cubrebocas, pero con voz ronca. Minimizando su estado de salud y la nueva variante aseguró que Ómicron era como una gripe con ronquera y aseguró que “este virus ya va de salida, pues nada más se queda en la garganta y no va a los pulmones y no se necesitarán hospitalizaciones. La tarde de ese 10 enero, el mandatario resultó contagiado de covid-19 por segunda ocasión. El 11 de enero, repite con sorna lo escrito por el periodista Pedro Miguel: “ómicron es como un covidcito para las personas vacunadas. Tomen paracetamol, permanezcan en su casa, aíslense y eviten contagiar a otras personas”. Pero no, quienes han tenido covid-19 en la última semana y cuentan con el esquema completo de vacunación, no han tenido una simple gripa ni el paracetamol les ha sido suficiente. En noviembre de 2021 varios países iniciaron a reforzar el esquema de vacunación; en México la vacunación de refuerzo comenzó el último mes del año de manera lenta, con escaso número de dosis y en unos cuantos estados, por lo que la mayoría de los mexicanos recibió la cuarta ola sin dosis refuerzo que le hubiera permitido, como al presidente, apenas sentir los efectos en su segundo contagio.
La calidad de vida de los 57.1 millones de mexicanos que tienen un trabajo remunerado no es la misma que la del presidente. A julio de 2021, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reportó que 17.1 millones vivían con no más de 4 mil pesos al mes (máximo un salario mínimo al día); 30.5 millones gastan entre 3,068 y 18, 482 mil pesos mensuales (de dos a cinco salarios mínimos) y 1.1 millón gana más de 18,483 al mes, lo que equivale a más de 5 salarios mínimos al día. El presidente y su familia gastan alrededor de un millón 500 mil pesos al mes. Si tan sólo se consideraran los 140 mil pesos que recibe como sueldo (sin contar el resto de prestaciones de que goza a costa del erario de todos los mexicanos y sin entrar en mayor litis de si se justifica o no esta percepción) su sueldo equivale a 813.95 salarios mínimos al día. Evidentemente, la austeridad que pregona el mandatario mexicano no se parece ni de lejos a la de los trabajadores mexicanos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), al 2 de enero de 2022 habían aumentado 71% los contagios en el mundo (9.5 millones) y 41 mil personas había muerto en esta cuarta ola. Situación que obligó a su secretario de general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, a hacer un llamado a no minimizar la situación actual: “si bien Ómicrón parece ser menos severa en comparación con Delta, especialmente en los vacunados, no significa que deba clasificarse como leve”.
México acaba de alcanzar las 300,000 muertes reconocidas (sin considerar las estimaciones de expertos, cuya cifra ya rebasa el millón), 43.9% de los mayores de 18 años están en riesgo de enfermar gravemente o morir, pues aún no cuentan con vacunas, no se digan los niños y adolescentes, para quienes no se ha dispuesto ningún tipo de inmunización. México acaba de rebasar por primera vez la cifra más alta de contagios detectados en un día (30 mil) en todo lo que va de la pandemia. Si consideramos la tendencia en otros países, la realidad en nuestro país puede resultar más desastrosa de lo que pensamos, pues desde el inicio de la pandemia no han tenido la intención de contenerla y salvar vidas. Ojalá se tratara de una gripita, señor presidente. Los mexicanos pobres no podemos darnos el lujo de no usar cubrebocas e infectarnos cada que aparezca una nueva variante, por eso debemos seguir cuidándonos lo más que podamos, y unirnos y protestar al unísono contra este ma
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