Desde que los seres humanos han estado usando el lenguaje y viviendo en grupos sociales, el acto de una persona hablando a muchos ha ocurrido de una forma u otra. Ya sea para instruir, persuadir, motivar, celebrar o llorar, el lenguaje es la herramienta que los seres humanos utilizan para formar y mantener conexiones sociales.
Cada discurso que se pronuncie en el V Concurso Nacional de Oratoria será un acto de rebeldía, un enfrentamiento directo contra quienes nos quieren silenciados, una afirmación de que el pueblo no está dormido.
Aunque sabemos que hablar en público es tan antiguo como el lenguaje mismo, en nuestra cultura occidental normalmente consideramos que los cimientos de nuestra comprensión actual sobre el discurso público se establecieron en la Antigua Grecia, hace más de 2 mil 500 años.
Es necesario tener claro que hablar y construir un buen discurso, bien estructurado, es sin duda un acto de poder. No es casualidad que las clases dominantes eduquen a sus hijos en la elocuencia mientras esperan que el resto del pueblo se quede mudo, confundido, resignado.
Cuando toma la palabra, el pueblo trabajador, se eleva, se hace más grande. Y no sólo para protestar, sino para construir, para iluminar conciencias, para organizarse y así poder defender lo que le pertenece.
La oratoria definitivamente no es un lujo, es una herramienta de lucha, un arma contra la opresión y un puente hacia la emancipación de los oprimidos.
Como oradores, debemos ser claros, directos y evitar divagar. Dependiendo de la audiencia y la ocasión, una presentación más corta y precisa puede ser más efectiva que un discurso largo y detallado.
El que sabe hablar, sabe pensar, y el que sabe pensar, no se deja engañar. Por eso la burguesía nos quiere sin voz, sin discurso, sin confianza en nuestra inteligencia.
Nos han hecho creer hasta el cansancio que la oratoria es cosa de políticos y abogados encorbatados, cuando en realidad es del pueblo de donde nace la palabra más genuina, la más fuerte, la que puede y va a cambiar la historia.
Porque hablar bien no es simplemente recitar frases vacías, es argumentar con lógica, con pasión, con la verdad de nuestra realidad y con la urgencia de la justicia social. La oratoria, cuando ha nacido de la experiencia del trabajador, es irrefutable porque no se basa en teorías abstractas, sino en la lucha diaria por la supervivencia y la dignidad.
Desde los tiempos antiguos, la oratoria ha sido el arma de quienes buscan justicia. Grandes líderes han movido pueblos enteros con la fuerza de sus palabras. Pero en nuestro tiempo, el monopolio del discurso sigue estando en manos de quienes nos explotan.
Se nos enseña a obedecer, no a cuestionar; a escuchar, no a hablar. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que las grandes transformaciones sociales vienen de la voz de los oprimidos, de quienes se atrevieron a tomar la palabra y encender la chispa del cambio.
Este 22 de febrero del año en curso, en todas las capitales del país, veremos un ejemplo claro de que el pueblo trabajador de México no solamente se dedica a trabajar, sino que piensa y se expresa.
En el V Concurso Nacional de Oratoria del Movimiento Antorchista participarán niños, jóvenes estudiantes, obreros, campesinos y adultos que demostrarán que el verdadero arte de hablar no es exclusividad de las élites, sino también de la clase trabajadora, quienes sostienen este país con su esfuerzo constante.
Ellos tomarán la palabra para hablar de su realidad y de su entorno social, de la explotación, de la necesidad de organización y resistencia ante la injusticia de cualquier tipo.
No será un ejercicio académico vacío, sino un acto de afirmación de nuestra dignidad como clase trabajadora. Se demostrará que la oratoria no es solo un talento, sino un arma que puede y debe usarse en la lucha contra la injusticia.
Aprender a hablar es aprender a resistir y modificar las condiciones que nos son adversas como seres humanos. No se puede construir una sociedad justa si los explotados no tienen voz propia, si siguen dependiendo de que otros se expresen por ellos.
La oratoria nos enraíza, nos da cimientos firmes para defendernos, para exponer y acentuar nuestras ideas con claridad, para desenmascarar las mentiras del sistema.
Y es que, cuando el trabajador alza la voz, la historia tiembla. Cada discurso que se pronuncie en este evento será un acto de rebeldía, un enfrentamiento directo contra quienes nos quieren silenciados, una afirmación de que el pueblo no está dormido.
Este evento no es sólo un concurso, es una muestra de que el pueblo no solo es fuerte con las manos, sino con la palabra nacida de su intelecto. La educación, la cultura y el arte no son privilegios, sino derechos y armas para nuestra lucha.
Cuando el pueblo habla con fuerza, gobernantes y poderosos tiemblan. Y cuando el poder tiembla, sabemos que estamos avanzando hacia la verdadera libertad.
La palabra del pueblo es la semilla de la revolución, y cada voz que se alce el 22 de febrero será un grito de lucha, una promesa hecha para su liberación, un grito de esperanza y un recordatorio de que el poder, tarde o temprano, caerá ante la fuerza de la conciencia y la unidad popular.
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