…y, claro, sin puertas ni techos; sin salones, pues. Son dos pintarrones colgados improvisadamente de las cuerdas que sostienen las telas y lonas prestadas para medio cubrir de las inclemencias del sol a los alumnos y maestros de la preparatoria Moctezuma Ilhuicamina. Pero no detienen el polvo que levantan cientos de vehículos que transitan a toda hora por la terracería que atraviesa la enorme colonia Gastélum, de Cabo San Lucas, una de sus vías más polvorientas, distante de los pintarrones tan solo 25 metros.
Polvo y sol que fastidian en tan sólo dos horas de respirarlo y sudarlo el ánimo estudiantil y el temple expositor de los maestros. No hay nada que los aísle de un ambiente pernicioso, asfixiante, indigno, el mismo ambiente que no permitió durante siglos más que una escasa población humana.
Miles de jóvenes se han quedado sin ser admitidos en las escuelas oficiales, y la prepa Moctezuma Ilhuicamina les tiende la mano, dispuesta a no dejar en el abandono a los de su clase social.
Por ello, sorprende el tesón y la decisión antorchistas de continuar adelante con un proyecto educativo asombroso, que no ha visto en toda su historia este pedazo último de tierra firme de Baja California Sur. Pero más sorprende aún la indolencia, el desinterés oficial.
Arrancó esta escuela el presente ciclo escolar en un pedazo de tierra polvosa, facilitado por la autoridad estatal, dada la imposibilidad de continuar su desarrollo en el único cuarto en que inició y que había sido prestado por el propio Movimiento Antorchista hace dos años.
Parece que comprendía esa autoridad que muchos padres de familia desesperados hallarían en esa preparatoria la alternativa que no encontrarían en el insuficiente sistema educativo público, y por ello consintieron que allí se instalara.
Pero también parece que pronto se desinteresaron. Mandaron una vieja aula móvil de tres que prometieron, supuestamente dotadas de aire acondicionado: llegó sin eso, sin ventanas ni mobiliario, con el techo cayéndose a pedazos: un verdadero horno más caliente que el aire caliente bajo las lonas.
Así está la preparatoria Moctezuma Ilhuicamina (MI). La ayuda gubernamental prometida ha sido desesperadamente lenta y a cuentagotas, pero la fraternidad antorchista ha proporcionado los maestros, quienes se esmeran y dedican solo por el ideal de luchar contra la ignorancia y tender la mano a los olvidados por el sistema educativo mexicano.
De más está decir que no reciben salario alguno y que para su manutención y movilidad realizan colectas públicas en el ardoroso pavimento de traficadas calles, entre motores que les arrojan fuego y humo.
Claro, están organizados, no podrían hacerlo si no. Venden aguas frescas, dulces y alguna comida rápida en la propia escuela, pero ello es terriblemente insuficiente para completar sus gastos.
Son miles los jóvenes que se han quedado sin ser admitidos en las escuelas oficiales, no hay suficientes lugares. Y son cientos también los que están llegando ahora mismo como inmigrantes nacionales y carecen de opciones educativas.
La prepa MI les tiende la mano: costará muchos esfuerzos educar y aprender, pero este proyecto educativo es solidario, patriótico, dispuesto a no dejar en el abandono a los de su clase social.
El municipio de Los Cabos está creciendo a un ritmo asombroso de 12 % desde que el huracán Otis golpeó a Guerrero. Nada en Baja California Sur está capacitado para resistir este crecimiento demográfico.
Y tanto la iniciativa de esta preparatoria como su puesta en práctica demuestra que sólo si las clases sociales más humildes se deciden a actuar, podrán hacer algo por sí mismas; excepto este proyecto, nadie hace nada por construir una alternativa educativa para los recién llegados y para los propios cabeños olvidados, que no son pocos.
De 2003 a 2023 la población de Los Cabos creció en 244 %. Es decir, cada siete u ocho años duplicó su población; no existe en el país otra ciudad con un crecimiento poblacional tan intenso, porcentualmente hablando, desde luego.
Aquí, el capitalismo se muestra más terriblemente insuficiente para resolver los problemas que él mismo genera. Claro, siempre lo hace, es su característica explotar fuerza de trabajo, pero aquí es más dramático. Y con las múltiples desgracias guerrerenses, sobre todo después de Otis, se ha desatado una corriente inmigratoria que ha causado en este año dicho crecimiento poblacional de 12 %, ¡una locura!
La escuela no tiene tampoco agua ni electricidad, aunque las autoridades dijeron que las suministrarían, pero la tramitología burocrática se antepone a la justicia social. Dijeron que ayudarían con dinero para rehabilitar la ruinosa aula móvil: seguimos esperando y ya suponemos engorrosos trámites desalentadores.
El edil Leggs prometió también libros, pero ¿y dónde los pondríamos? Ni siquiera los baños portátiles que prometieron. De no ser por la solidaridad del centro de salud vecino, los chicos tendrían que desplazarse grandes distancias para ir a un baño. Dos semanas de clases llevan ya en este vergonzoso viacrucis y vamos por la tercera.
Se han tenido ya varias reuniones con autoridades tanto estatales como municipales, se han movilizado los muchachos y las muchachas fenerianas, se habla mucho, pero no se concreta nada en los hechos, y la situación de la escuela, de por sí desesperada, se agrava aún más ante las amenazas naturales de las inminentes lluvias y los huracanes.
Las aulas móviles equipadas se requieren urgentemente para dar una salida, aunque sea temporal, a las necesidades educativas de casi un centenar y medio de jóvenes que cifran sus esperanzas en esta escuela, pero las clases entre el lodazal parece ser lo único seguro que tienen.
Miles de inmigrantes guerrerenses y de otros estados llegan derrotados, pero esperanzados, a habitar en la ilusión sudcaliforniana, mas en poco tiempo se dan cuenta de que el capitalismo que los abandonó allá, no tiene remordimientos para abandonarlos también aquí.
Hay de igual modo en Los Cabos burgueses y sus funcionarios que desean que los alumnos se desesperen y abandonen la prepa, así como su proyecto personal de superación: no se ven ni se oyen, pero sus hechos los delatan.
No quieren jóvenes que aprendan a ser nobles y heroicos, sino egoístas y tímidos; no quieren una juventud dispuesta a vengar la humillación de siglos de su pueblo, dispuesta a prendarse como las águilas de “la gloriosa verdad de las estrellas”, dispuesta en alma y acción a acabar con todo tipo de injusticias aquí y en el mundo.
En su lugar desean manadas de obedientes bueyes dispuestos a trabajar sin cuestionar, soportando todo tipo de afrentas sin protestar, atentos sólo a los videos de sus celulares.
La preparatoria Moctezuma Ilhuicamina clama por la solidaridad popular y espera que alguien recapacite a tiempo entre las autoridades. Aquél que lo haga tendrá su lugar en el agradecimiento popular. Insistiremos todo lo humanamente posible para hallarlo y para dejar como una mancha en la historia de Baja California Sur una escuela de 150 alumnos con sólo una ruinosa aula móvil, una carpa y dos pintarrones sin pared.
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