Según Rosa Montero, un viejo cuento árabe narra que, una vez un comerciante fue al mercado y a la entrada del mismo encontró a un méndigo al que obsequió dos monedas de cobre. Posteriormente volvió a encontrarlo y le preguntó en que había empleado el dinero, la respuesta fue: “con una me compre un pan para vivir y tener con que vivir y con la otra me compre una rosa para tener por qué vivir”.
Lo anterior viene a cuento porque en la sociedad actual, que promete todos lo satisfactores y delicias para toda la población, pero que en realidad condena a una amplísima masa de la población, a la mayoría, a una total y casi nula consecución de nada; que la mantiene en marginación económica, cultural, educativa, y de cualquier otro satisfactor, ha creado y está creando muchas generaciones de individuos inconformes, insatisfechos, rebeldes sin sentido y sin saber por qué y contra quién, que sufren terribles crisis existenciales.
No le encuentran sentido a la vida. Pienso que la inmensa mayoría de ellos tiene razón.
En las condiciones actuales, tal y como se ha desarrollado y existe la sociedad y por el hecho de pertenecer a la clase social de los marginados, nunca van a lograr lo que el sistema les prometió o les hizo creer que lograrían. El resultado es y será que tendrán terribles traumas, frustraciones e insatisfacciones por no poder lograr lo que se les dijo el sistema que podían lograr y en lo que los ilusionó.
Esas amplias masas de población insatisfechas e inconformes tendrán que llegar, tarde o temprano, a la conclusión de que se les ha engañado y cuando se convenzan de esto se propondrán caminar para buscar, un sistema más justo e igualitario.
Es evidente que esto es una tarea titánica, colosal, dificilísima, pero necesaria. Dicha labor solo pueden emprenderla y llevarla a cabo hombres nobles, cultos, inteligentes y decididos a ser congruentes en cumplir en los hechos lo que piensan, dicen y prometen.
Para lograr lo anterior y mientras se camina y se van creando las condiciones para hacerlo, es necesario que todos los que podamos coincidir en la idea de un mundo mejor, nos preparemos y encontremos la forma de ordenar y afinar nuestras ideas.
Esto solo se puede lograr haciendo dos cosas: estando en estrecho contacto con el pueblo, con su trabajo, con su lucha, y adquiriendo, primero nosotros (para luego llevar al pueblo), el máximo de cultura posible para lo cual es necesario tomar el estudio de la literatura, la historia, la ciencia, la filosofía etc. como algo absolutamente necesario e imprescindible.
Por eso decía Federico García Lorca, en 1931, en ocasión de la inauguración de la biblioteca de la Universidad de su pueblo natal, Fuentevaqueros, España: “Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización”.
“Yo tengo mucha más lastima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita.”
Y tenía razón, la vida personal, individual y las oportunidades que la sociedad brinda son totalmente insuficientes para satisfacer el ansia de saber, de plenitud que el espíritu humano necesita, para llenarlo, para estar conforme con uno mismo, para medir las fuerzas y proponerse tareas verdaderamente trascendentes de lo que podemos y debemos hacer; es necesario tener cultura y mucha de ésta se encuentra en la literatura.
En ese sentido y por las mismas razones Camilo José Cela, tambien decía: “Los libros, la literatura es el arma más poderosa del ser humano frente al horror”.
La existencia amarga, de desamparo, de marginación en la que nos mantienen y a la que nos han sometido puede llevarnos al desaliento y la frustración, pero caer en eso es lo peor que nos pudiera ocurrir.
Solo la convivencia con hombres buenos y cultos, así como el estudio serio, permanente y profundo de la literatura nos puede elevar por encima de los animales, tenemos mucho en común con ellos, pero tambien muchas diferencias, dice Kakuso Okakura, que, “es el momento en el que un hombre toma una flor para regalarla a su amada, cuando el hombre se eleva por encima de los animales”.
Nosotros desde hace milenios nos separamos de los animales, no sé si por lo planteado por Kakuso Okakura o por otras y múltiples razones, pero lo cierto es que somos diferentes al resto de la animalidad y no podemos vivir y comportarnos como ellos lo hacen: nacen, viven, crecen, se reproducen y mueren.
Nosotros vemos las cosas de otra manera, sabemos apreciar y disfrutar la belleza de una flor, de una mujer (u hombre) de un amanecer o atardecer; el brillo de las estrellas o a la luna reflejada en el mar e infinitud. Sabemos apreciar cosas bellas.
Además, los luchadores sociales tenemos objetivos superiores, más sublimes, más grandiosos
No puede haber, no debe haber motivos para el desánimo, para la frustración, para los traumas y el desánimo. Juntos podemos lograr un mundo mejor. Y mientras madura la idea de alcanzarlo, debemos mejorarnos todo lo posible para ser seres humanos más sensibles, más cultos, mejores en todos los sentidos y eso lo podremos lograr si nos proponemos leer todo lo que sea posible.
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