MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Porque lealtad es progreso, no bastan las “buenas intenciones”

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Lo que cuentan son los resultados, pues hechos son amores, y no, buenas razones; pues, de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Los resultados reales y tangibles, son muy superiores a cualquier promesa por bonita que sea. Esto aplica siempre, pero más en estos tiempos de elegir representantes a casi todos los puestos de elección popular. Por eso el verdadero pueblo: los obreros, las amas de casa, los jornaleros del campo y campesinos pobres, los estudiantes humildes, los pequeños comerciantes, los profesionistas asalariados, y todos cuantos formamos los estratos sociales más bajos, deberíamos pensar bien nuestro voto este 2 de junio, para no ser víctimas de ilusiones que a la larga terminan pesando más sobre nuestras espaldas, trayendo angustias y carencias a nuestra ya de por sí complicada vida de pobreza.

Los pueblos tienen mucha historia que han vivido en carne propia y no deberían olvidarla.

Es necesario no caer en la tentación de oír los cantos de sirena de repentinos “defensores” y “rescatadores’’ del pueblo que se aparecen cada elección ofreciendo el oro y el moro a cambio de votos para llegar al poder; es decir, cambiándole al pueblo la primogenitura por un plato de lentejas. Estos falsos redentores confiados en la falta de politización de la gente tratan de ganársela con dádivas y promesas fantásticas de cambios providenciales desde arriba; táctica que alternan con la desinformación y presiones de todo tipo, buscando intimidar a la población con tal de quitarle su intento de ejercer su derecho, como fuerza colectiva, de llevar al poder a gente de su misma clase pobre para que la represente y defienda. Realmente lo que no les gusta es la organización del pueblo, ellos quieren a los pobres, pero como pobres y desorganizados, separados, dispersos, para que no puedan oponerse como fuerza a sus fines de dominio, por eso, entre otras cosas, son realmente contrarios al desarrollo de los pueblos, aunque digan lo contrario.

¿Quiénes son, realmente, los que luchan en favor del pueblo, los que ven en los pobres el motor del desarrollo de las comunidades porque son los que lo necesitan para tener una vida digna de seres humanos, además de por su inmenso número al que sólo le hace falta cohesión para ser fuerza determinante? ¿Quiénes lo organizan todos los días, y no sólo en elecciones, para que cuente con esa poderosa herramienta de transformación de la realidad social y lo educa capacitándolo a él, al pueblo, para que con conocimiento de causa tome sus propias decisiones y defienda con esa herramienta eficazmente sus intereses de clase? ¿Quiénes, a la par que, con las obras materiales, servicios y apoyos contantes y sonantes, desde hace más de 50 años llevó cultura y educación a los pueblos y los unió en torno a sí mismos y de sus intereses, con hechos y no con palabras? ¿Quiénes le han hablado con verdad sobre su situación de miseria y penuria, de las causas profundas de ésta y de las soluciones concretas para su liberación definitiva? Sin duda: Antorcha, y es que Antorcha es el pueblo pobre organizado para auto transformarse, Antorcha somos TODOS los antorchistas.

Los pueblos tienen mucha historia que han vivido en carne propia y no deberían olvidarla. Deberían preguntarse, por ejemplo, ¿a esas nuevas almas caritativas de dónde le salió su repentino amor al pueblo? ¿Dónde estaban cuando los municipios ahora transformados por la lucha antorchista eran la viva imagen del atraso, la desolación, la miseria, el abandono y el maltrato a los más pobres? Hablan de rescatar al pueblo del pueblo mismo. ¿Para qué, para que vuelvan al poder los ricachones o los ambiciosos de hacerse ricos a costillas del erario público porque antes no pudieron? ¿Rescatarlo para la vieja política caciquil, esa que al volver empeora la suerte de los pobres a ojos vistos, como es el caso de Villa Hidalgo; por citar sólo un botón de muestra??

El desarrollo alcanzado en los municipios donde ha gobernado el antorchismo es una clara e inocultable muestra a escala de lo que el pueblo gobernando puede hacer en beneficio de toda la sociedad mediante un desarrollo equitativo; siendo además un importante ensayo en la búsqueda práctica de acabar con las difíciles condiciones de vida impuestas por la injusta distribución de la riqueza propia de una economía capitalista como la que tiene nuestro país.

Por eso, desde mi punto de vista, al pueblo pobre que le tocó padecer antes la falta, y gozar después de la llegada al poder de los gobiernos antorchistas, de cosas que quizá ni siquiera en sueños vislumbró para su pueblo, le conviene contrastar los hechos materiales como aguas potables y electrificaciones, hasta pavimentaciones, carreteras, auditorios, canchas deportivas, plazas públicas, apoyo al campo, a la vivienda, a la salud, etcétera; con las promesas vacías de contenido de un supuesto desarrollo futuro, que serán, en el mejor de los casos, buenas intenciones; cuando no, viles engaños, como suelen hacerle muy a menudo quienes buscan el poder para beneficio propio.

He aquí un buen punto de referencia: quien está en contra de la organización del pueblo, está contra su desarrollo, y está contra sus intereses más profundos y contra sus derechos más elementales, está, por tanto, en contra del pueblo mismo. Por eso, en estas elecciones, el pueblo, los pobres, deben escuchar a Antorcha, pues es él, el pueblo, quien tiene la última palabra y, en todo caso, quién resentirá las consecuencias de su decisión, para bien o para mal.

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