En su último Informe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador calificó como logro de su administración el “record histórico en remesas” que alcanzaron la cifra de 40 mil 606 millones de dólares enviados por la población migrante durante un periodo de doce meses y, siguiendo la misma tendencia, se espera envíen más de 48 mil millones de dólares para finales del 2021, en donde el incremento sería del 18 por ciento. Éste logro anunciado por el presidente en su informe ha sido cuestionado por especialistas y comunicadores al considerar que el incremento de las remesas no obedece a las políticas de Gobierno morenista y que, a falta de resultados contundentes en la economía nacional, hace de las remesas “caravana con sombrero ajeno”.
Es cierto, las remesas no son producto de la política morenista. El incremento se explica, entre otras cosas, por los apoyos de mil 400 dólares que otorgó el gobierno norteamericano para subsanar la pérdida de empleos, el pago de renta y servicios básicos de la población vulnerada económicamente y por su recuperación económica debido a la aprobación de incentivos fiscales. Medidas que también permitieron a la población migrante mantener su empleo y destinar parte del apoyo económico a sus familias en México. Las políticas norteamericanas son insuficientes para contener los problemas socioeconómicos que vive su población, pero, sin duda alguna, hizo mucho más que el Gobierno mexicano: ¿Seguro o apoyos ante el desempleo? ¿Subsidio, condonación o aplazamiento de pago de servicios básicos como agua y luz? ¿Apoyo económico o en especie para garantizar la alimentación de enfermos y desempleados? ¿Incentivos económicos o fiscales a los sectores productivos? Ciertamente no vimos nada y aunque se informa una y otra vez los apoyos de transferencias monetarias directas, éstas están muy por debajo de las necesidades de los mexicanos para vivir y enfrentar la pandemia.
Detrás de las remesas hay un aspecto en el que si tiene responsabilidad el Gobierno de la 4T: el incremento de migrantes mexicanos a los Estados Unidos. En la nota electrónica de El País, “México vuelve a emigrar”, por Jacobo García, del 7 de mayo de 2021, señala que “con una caída del PIB del 8.5 por ciento en 2020, en el último año miles de mexicanos se han sumado a un flujo que aspira a llegar a Estados Unidos por cualquier vía. Cada mes -en una tendencia que comenzó antes de la pandemia y se disparó desde mediados del año pasado- 40.000 mexicanos son detenidos en la frontera, frente a los 16,000 de los dos años anteriores. En el último mes la cifra llegó a 55,000 mexicanos y, si se mantiene este ritmo, 2021 terminará como el año con un mayor número de mexicanos detenidos en una década, según cifras oficiales de Estados Unidos”. ¡55 mil mexicanos deportados por mes! ¿Pues, cuántos están tratando de escapar de las deplorables condiciones que viven en nuestro país? Alarmante la cantidad de compatriotas que son expulsados por la inseguridad, la miseria y que emigran en busca de mejores oportunidades de vida.
En México, como en el mundo, la migración no es un proceso de desarraigo voluntario o caprichoso, es un acto obligado de quienes no tienen la posibilidad de enfrentar y superar las condiciones adversas de carácter económico, político, laboral, educativo o de inseguridad en las que viven. Estos desplazamientos humanos de polos subdesarrollados a los de alto desarrollo no son responsabilidad exclusiva de un gobierno determinado, son consecuencia de un modelo de organización social y productiva que ha permitido la concentración de inmensos capitales en muy pocas manos a costa del empobrecimiento de millones de personas en el mundo y que se manifiesta a nivel planetario con naciones de alta capacidad productiva capaz de absorber una amplia oferta de fuerza de trabajo, las menos, y por otra parte, naciones imposibilitadas de brindar espacios laborales y por ende incapaz de ofrecer mejores oportunidades, la gran mayoría. Es, pues, el modelo económico capitalista imperante el que condena a los pobres del mundo buscar la explotación de su fuerza de trabajo en las naciones desarrolladas para mejorar sus condiciones de vida, que no lograrán si se quedan en su país de origen.
Pese a lo anterior, los gobiernos nacionales pueden atemperar la migración de grandes cantidades de personas si adoptan políticas que atiendan los problemas más sentidos de las masas trabajadoras: empleo, mejores salarios, salud, vivienda, seguridad, educación, servicios públicos, cultura, deporte, etc., promoviendo con ello el fortalecimiento del mercado interno y el desarrollo social. El gobierno debe empeñarse en desarrollar el potencial productivo e intelectual que hay en el pueblo mexicano, aprovechándolo en condiciones óptimas para el bien de la patria y así proporcionar condiciones dignas de vida para evitar el desperdicio de nuestra fuerza productiva al servicio de intereses imperialistas.
Muchos creen fervientemente que Morena está haciendo los cambios profundos que requiere nuestro país, sobre todo por su “combate a la corrupción” y su valor para enfrentar a la “mafia del poder” arrebatándole sus “privilegios”. Sin embargo, hay síntomas palpables que señalan que no hay ninguna transformación y que por el contrario los magnates adinerados de antes siguen enriqueciéndose bajo el cobijo del actual gobierno y que la pobreza se arraiga en millones de mexicanos, obligando a miles a exponerse a extorsiones, robo, secuestro, violación y asesinato, en su travesía para alcanzar el sueño americano. Hay casi 40 millones de mexicanos que están en los Estados Unidos y 25 millones que ya nacieron allá, muchos de ellos viven en la ilegalidad, con sus derechos políticos restringidos y en condiciones laborales extenuantes, pero no regresan porque las condiciones de vida en nuestro país no son mejores que las que tienen.
Sí, las remesas están creciendo, y en efecto, están alcanzado “cifras récord”, pero lo hacen porque la migración también está aumentando alarmantemente debido a las precarias condiciones y falta de oportunidades para salir adelante en nuestro país, esto es lo que presume el señor presidente y con ello se denuda el fracaso efectivo de su administración. Regalar dinero para comprar voluntades no es lo que necesita nuestro país. Tampoco ayuda presentar datos que esconden los terribles problemas que vivimos. La pobreza y sus males avanzan entre el pueblo mexicano y no es la 4T quien nos va a sacar de ella, esa tarea está en manos del pueblo organizado, quien deberá alzar en sus brazos a esta sufrida patria, pero será cuando la inmensa mayoría se convenza que esta es la salida y no la demagogia mesiánica. Hasta entonces nuestra capacidad productiva servirá para impulsar el desarrollo nacional y no los intereses hegemónicos de nuestros opresores. Hasta entonces.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario