Esta consigna indeleble, inscrita como encabezado de “El manifiesto del Partido Comunista”, lanzada al mundo por los geniales sabios y maestros del proletariado mundial Carlos Marx y su eterno amigo Federico Engels, es la médula y sustento real de la jornada de lucha del primero de mayo, y no otra.
No se trata, dicen los que realmente saben, ni de la conmemoración de una fecha luctuosa por los ocho mártires de Chicago (presos algunos, fusilados otros,) tras el juicio seguido por el gobierno norteamericano contra los ocho miembros de la Federación Americana del Trabajo (AFL por sus siglas en inglés) que encabezaron la huelga general en el norte de Estados Unidos (EE.UU), y cuya represión a manos de la policía se dio el 3 de mayo frente a la industria “Cirus McCormik” donde quedaron siete muertos y 50 heridos, y el 4 de mayo, ambos de 1886, en la plaza Haymarket, con la matanza de un número indeterminado de personas” tras sendos mítines de obreros. Mucho menos de una fiesta de los trabajadores.
Ambas versiones, tan difundidas desde el poder mismo, como lo acaba de exhibir en su mañanera Andrés Manuel López Obrador, lo que tratan de hacer es que el proletariado actual olvide el carácter revolucionario de su lucha, que pierda de vista que “en realidad se trata de una jornada de lucha del proletariado mundial en defensa de sus intereses inmediatos y también para ir cerrando filas en la búsqueda de la conquista del poder político”.
“La idea de la unidad de propósitos y de acción del proletariado mundial que subyace al primero de mayo es la misma que dio origen a la organización internacional de los trabajadores, mejor conocida como la primera Internacional, fundada por Carlos Marx”… y fue en su seno donde se afinó “lo que es hoy el programa de reivindicaciones inmediatas del proletariado mundial, y donde se forjó la necesaria unidad ideológica y de principios que capacitó al proletariado para lanzarse a la palestra política, a la lucha por el poder gubernamental en sus respectivos países”.
Y fue el Congreso Obrero y Socialista Mundial, conocido también como la segunda internacional, celebrado en París en 1889, “el que acordara la celebración de una jornada mundial de lucha en defensa de los intereses inmediatos e históricos de la clase obrera” en cuya resolución puede leerse: “Será organizada una gran manifestación a fecha fija, de manera que en todos los países y en todas las ciudades a la vez, el mismo día convenido, los trabajadores intimen a los poderes públicos para que reduzcan legalmente a ocho horas la jornada de trabajo y apliquen las demás resoluciones del Congreso Internacional de Paris…”. Llevándose a cabo por primera vez en el año de 1890. (citas tomadas del artículo Raíces socialistas del primero de mayo y del libro Conferencias Obreras tomo I, del Maestro Aquiles Córdova Morán).
Es necesario que la clase trabajadora mexicana reconozca e identifique las raíces socialistas del primero de mayo, que identifique como clase sus reivindicaciones inmediatas, pero también las históricas, de largo plazo, políticas, en aras de una sociedad nueva y mejor para todos, y que la jornada de lucha le sirva no sólo para para reconocerse y templar sus fuerzas, sino también para reflexionar y perseverar en la necesaria unidad ideológica y de principios, que la capacite, como ha sucedido con las luchas exitosas del pasado en los países de avanzada, como Rusia y China, para el arribo al poder gubernamental como clase, que ponga al servicio de toda la sociedad todo lo producida por ésta.
Cuando deje de mirar su lucha sólo como una lucha individual por mejores condiciones de trabajo en contra de su propio patrón individual, se dará cuenta que, como clase trabajadora, tiene intereses que debe conocer y defender de toda la clase de los patrones y sus representantes políticos, para pasar a la lucha organizada por un gobierno de los trabajadores, de la ciudad y del campo, de los pobres de México, para arribar a una sociedad nueva y mejor.
Por eso sigue siendo vigente, todos los primero de mayo y todos los días del año, el llamado de Marx y Engels: ¡Proletarios de todos los países, Uníos!
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