“Proletarios de todos los países, uníos”… con estas palabras terminaron Engels y Marx su genial documento Manifiesto del Partido Comunista, en el que explicaron a los trabajadores del mundo y de todas las épocas los orígenes, las causas y las salidas a la cruel explotación que sufren bajo el régimen capitalista.
Delinearon también los caminos, los métodos de organización y de lucha que debería seguir ese mismo proletariado para poder tener éxito en su sueño de un mundo mejor, en el cual sus hijos pudieran disfrutar del producto del sudor, de la sangre y del esfuerzo de los trabajadores de fábricas, del campo, de los servicios y, que como todos sabemos, hasta hoy sigue sin cumplirse en la inmensa mayoría de los países ese sueño tan hermoso.
Los antorchistas levantamos la voz uniéndonos a los pueblos del mundo en lucha, colocándonos decididamente del lado de los que luchan por el progreso verdadero, por la liberación de los trabajadores en Venezuela, en Cuba, en China, en Rusia.
Marx y Engels llamaron a la unión de los proletarios en ese documento, pero lo hicieron también a lo largo de toda su vida con la lucha, con el estudio, con la explicación, con la acción revolucionaria que emprendieron en diferentes etapas de su vida.
Señaladamente, una de las más importantes acciones que llevaron a cabo estos geniales y ejemplares luchadores de la humanidad sufrida fue la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores en Londres.
Ya antes de fundar la Organización Internacional de los Trabajadores en 1864, habían participado en la declaración de unidad de los trabajadores de diferentes países que se unieron en la Liga de los Comunistas en Londres en el año de 1847.
Este congreso fundacional de la Liga de los Comunistas en el cual se le encomendó a Marx la redacción del Manifiesto del Partido Comunista ya ha comentado, sin embargo, fue en la segunda organización encabezada por ellos, La Asociación Internacional de los Trabajadores, que ha pasado a la historia como la Primera Internacional, en la que desplegaron sus esfuerzos para unir y coordinar la lucha de los obreros ingleses, para influir en los derroteros de la lucha de los obreros en Francia o en Alemania y que incluso en sus últimos días llegó hasta el continente americano estableciendo su sede principal en la ciudad de Nueva York en los Estados Unidos.
El llamado a la unión proletaria de Marx y Engels no fue inspirado por un romanticismo proletario, sino en la necesidad más ingente de que se unan los pobres, de que los humildes se unan a los humildes, puesto que la fuerza del pueblo trabajador está en su número, un número que, sin embargo, sin conciencia no pesa, no logra las transformaciones necesarias en su beneficio, debido justamente a la carencia de claridad acerca de su papel determinante en la producción de los bienes y servicios que necesita la humanidad entera, ni tampoco por tanto, de las posibilidades de coordinar sus acciones para obtener los cambios que se requieren en su beneficio.
Marx y Engels, por esto, buscaron que las luchas nacionales, que las luchas que los obreros daban en tal o cual país, fueran conocidas más allá de esas fronteras. Llamaron a que los trabajadores del mundo entero se enteraran de los esfuerzos heroicos que estaban desarrollando sus hermanos obreros en algunos países, para que de esa manera se inspiraran también a levantarse en reclamo de la emancipación necesaria para la clase trabajadora y con ello apoyaran las luchas de los obreros que estaban luchando en otro país.
Hoy vivimos en una época en la cual esto debería parecer una tarea relativamente fácil, puesto que de manera instantánea, como se dice ahora, en tiempo real, es posible que nos enteremos de lo que está ocurriendo al otro lado de nuestro planeta.
Desde las antípodas nos pueden llegar las noticias en cuestión de segundos, pero esta rapidez admirable se ve entorpecida y corrompida por los canales que transmiten esa información.
Tales canales no son otros en la época moderna que las redes sociales, el internet y los satélites controlados por las mafias de los medios que encabezan algunos de los personajes más ricos del momento actual, como lo pueden ser Elon Musk, propietario de X, de la red X antes Twitter, o Mark Zuckerberg, propietario de Meta, grupo del que participan algunas de las redes más influyentes como WhatsApp, Facebook e Instagram.
Es por ello que la lucha de los trabajadores en África, de los que han sufrido el colonialismo durante decenas, centenas de años en el Congo Belga, es por eso que la lucha que está emprendiendo el pueblo ruso para salvar nuevamente a la humanidad del nazismo, como lo hiciera derrotando a Hitler, de ese huevo de serpiente, de ese huevo venenoso que está incubando en Ucrania, empollado, auspiciado por el imperialismo, es por eso que la lucha del pueblo chino que ha logrado resultados admirables y ejemplares para la humanidad completa como acabar con la pobreza, de decenas de millones de personas, elevándolas a un nivel de vida aceptable, con acceso a la educación, a la salud, a los servicios básicos, erradicando el hambre de su territorio, todas estas luchas son desconocidas para los trabajadores del mundo entero.
Por el contrario, los trabajadores de todo el mundo son víctimas del bombardeo de esas redes sociales que mencionamos líneas arriba y de las noticias, que, a través de las grandes agencias como CNN, Reuters, EFE y toda una serie de siglas maléficas, distorsionan los hechos y nos engañan sobre lo que ocurre en Siria, en Venezuela, sobre lo que pasa en el Ecuador, en Argentina e incluso, nos hacen insensibles y ajenos a la tragedia del asesinato de más de 60 mil palestinos, la mitad de ellos casi 30 mil niños que merecerían crecer y florecer en esas tierras asoladas por el imperialismo norteamericano y el sionismo israelí.
Los antorchistas levantamos la voz uniéndonos a los pueblos del mundo en lucha, colocándonos decididamente del lado de los que luchan por el progreso verdadero, por la liberación de los trabajadores en Venezuela, en Cuba, en China, en Rusia, en cualquier país de nuestra humanidad doliente.
Nos identificamos con la lucha de liberación del pueblo africano, reclamamos que cese inmediatamente el genocidio contra los palestinos en su tierra por parte de aquellos que los quieren despojar y que no han encontrado un camino más seguro que el de borrarlos definitivamente del planeta.
Decimos alto, decimos basta contra estas mentiras y estos crímenes del imperialismo, estas mentiras de las agencias noticiosas y las redes controladas por el imperialismo y contra los crímenes de sus gobernantes, contra los asesinatos de sus líderes que hoy, precisamente en las fechas que se escriben estas líneas, cometieron uno de los peores crímenes de los que tiene memoria la humanidad.
Un 6 de agosto bombardearon Hiroshima y posteriormente Nagasaki, con bombas nucleares que cobraron la vida a cientos de miles, no solamente el día del bombardeo, sino a lo largo de la historia. Prohibido olvidar es nuestra consigna, prohibido olvidar los crímenes del imperialismo.
Ni perdón ni olvido contra los asesinos. La mejor manera de honrar en los tiempos actuales la consigna marxista de “proletarios de todos los países, uníos”, es justamente la de dar la lucha en nuestro territorio para detener al imperialismo en su propósito de controlar completamente al continente americano y caer con esa fuerza más sobre la humanidad entera, para que se pliegue a sus destinos.
La mejor manera de honrar ese legado no es otra en este momento, aparte de dar la lucha en nuestro territorio, que la de promover en el mundo entero una nueva etapa de desarrollo que se caracterice por el multipolarismo, por la existencia de diferentes centros de desarrollo en los que cada quien determine el camino que más le convenga, para que sus pueblos disfruten de salud, de educación, de cultura, para que eleven su espíritu y, como dijera nuestro gran líder, el maestro Aquiles Córdova Morán: “que todos los niños tengan aula y hogar”.
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