He afirmado en ocasiones anteriores que un mundo como dice el encabezado, de paz felicidad y progreso es posible; que quienes militamos en el Movimiento Antorchista lo entendemos con toda seguridad: sabemos cómo lograrlo y hemos decidido dedicar nuestras humildes existencias precisamente a lograrlo. No solamente se lo podemos desear a los demás, como se acostumbra en la temporada sino que, además, dedicamos ya y desde hace cincuenta años toda nuestra energía física y mental a construir ese nuevo mundo para todos.
Creo que es útil (y oportuno) decir claramente a todos a qué nos referimos, por qué y cómo pretendemos hacerlo. Todo eso no cabe en este breve espacio, pero sí podemos puntualizar las ideas principales para dejarlo claro a todos y que quienes se interesen puedan profundizar por su cuenta, pues estas ideas están, si se busca, al alcance de cualquiera.
“El dinero no es la felicidad” dicen muchos bienintencionados, y es cierto solamente en la medida en que el dinero es solamente un intermediario para el intercambio mercantil de los bienes y servicios que satisfacen nuestras necesidades de todo tipo (las básicas y las no tanto).
Pero esos satisfactores sí hacen la felicidad o, mejor dicho, sin ellos no es posible; ya no digamos el bienestar o la felicidad, sino ni siquiera la existencia. Por ello es que todas las tragedias humanas, los males que nos agobian y lo que podemos llamar “la infelicidad”, tienen su origen en la pobreza, es decir en la carencia no de dinero, sino de esos satisfactores.
Es falso, pues, que se puede ser feliz sin alimento, sin estudio, sin casa, sin salud, etcétera: ¿Puede acaso ser feliz una madre que ve a sus hijos languidecer de hambre, enfermedad e ignorancia?, ¿acaso no dedica ella toda su existencia para procrearlos, protegerlos, alimentarlos, verlos desarrollarse en buena vida y realizarse como hombres y mujeres de bien?, ¿no es acaso la peor tragedia para ella, para ellos, y para todos que esto no suceda y que, por el contrario, ellos y las grandes mayorías de los seres humanos, precisamente los que dedican toda su vida a trabajar, por más que se esfuercen no puedan realizar este “sueño”?
La felicidad, pues, no es un estado espiritual, como dicen algunos con ingenuidad, y otros con perversidad, sino que está determinada materialmente: significa y se logra necesariamente empezando por el acceso (bien habido y suficiente) a los satisfactores necesarios que nos permitan vivir con dignidad y realizarnos como seres sociales. Por eso no se puede alcanzar con simple concentración mental o exhortos ideales.
Es necesario aclarar que no estoy diciendo que la felicidad es gastar hasta lo que no se tiene en lujos y cosas triviales e innecesarias. Esa idea es una aberración intencional diseñada por las clases privilegiadas dueñas precisamente de los medios de producción y sus especialistas en manipulación de masas, quienes han elaborado y difundido la idea de que la felicidad es el consumo, comprar, desechar y volver a comprar, porque mientras más compres más feliz eres; mientras que el ahorro, el cuidado de las cosas y hasta la austeridad intencional es mala pues “atrae a la pobreza”.
No: ahorrar, rehusar, reciclar no atrae pobreza, pero no hacerlo, es decir consumir y desechar a un ritmo cada vez mayor, sí los hace a ellos más ricos. Lo que yo afirmo es que decir, por el contrario, que se puede ser feliz en la pobreza, con un par de zapatos y comiendo frijoles una vez al día es otro engaño igual o más perverso.
Desde que el hombre evolucionó de su estado simplemente natural y salió de la animalidad, siempre fue gregario, nacemos y vivimos como miembros de una agrupación de personas llamada sociedad sin la cual no podríamos existir, porque individualmente, solos y aislados somos los seres más incapaces e indefensos.
La evolución de esta sociedad, de esta organización para la producción, nos ha llevado a la actualidad en la que se producen bienes de consumo en cantidades gigantescas. La capacidad del hombre para trabajar y producir riqueza ya alcanza para que nadie sufra hambre, para que todos satisfagan sus necesidades elementales y para que todos, en este sentido, podamos ser felices.
Es falso que se puede ser feliz sin alimento, sin estudio, sin casa, sin salud: ¿Puede acaso ser feliz una madre que ve a sus hijos languidecer de hambre, enfermedad e ignorancia?
Y sin embargo, hoy hay más pobreza y hambre que nunca. En 2022, según la organización internacional Oxfam, “50 millones de personas se enfrentarán al hambre extrema, y se prevé que otros 19 millones sufran desnutrición crónica en 2023”. Por el otro extremo, el 1 % por ciento más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6 mil 900 millones de personas. Se entiende que este 1 % podría así “ser feliz”, ¿pero esos 6 mil 900 millones cómo? Así los datos más relevantes de la Oxfam:
• Desde 2020, año de la pandemia, el 1 % más rico del mundo acaparó dos terceras partes de la nueva riqueza creada en el mundo, cerca del doble del dinero que tiene el 99 % más pobre de la población mundial.
• Casi la mitad de la humanidad —3 mil 400 millones de personas— vive con menos de 5.50 dólares al día.
• Cada año 100 millones de personas en todo el mundo se sumen en la pobreza debido a que se ven obligadas a pagar por la sanidad de su bolsillo.
El hambre no debería existir, según la capacidad productiva de la humanidad, pero se prefiere gastar, por ejemplo, en armas de destrucción masiva, cada vez más capaces de matar a más gente. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirma que un día de gasto militar internacional bastaría para salvar del hambre a 34 millones de personas.
En estas circunstancias, un mundo de paz, felicidad y progreso es imposible; es una mentira, es una ilusión inalcanzable y un engaño perverso hacia la humanidad entera que mal hace al ignorar las circunstancias.
Y vale la pena aclarar también que no es menos engañoso y adormecedor el intento de mucha gente bien intencionada que hace llamados a la solidaridad y a la mayor participación de los más ricos para ayudar a paliar el hambre de los más pobres; o el intento de quienes, mejor aún, proponen gravar (cobrar impuesto especial o “impuestos progresivos”) a los más ricos y a la riqueza en general. Estoy convencido de sus buenas intenciones, pero también lo estoy de que la verdadera solución, de que la lucha contra la pobreza, el hambre y la infelicidad no se hace por caridad ni con caridad.
Lo que sí está claro y fuera de toda duda para todos, concederá usted amable lector, es que la capacidad productiva del hombre ya está suficientemente desarrollada para hacer felices a todos y de que cuando todos los humanos (todos, si quiere usted no exactamente igual, pero sí todos sin excepción) tengamos estos satisfactores, estaremos en la antesala de ese mundo finalmente feliz.
Y esto, ¿es posible? Sí, pero no con el mundo así como está actualmente, pues si no esto ya sería un hecho. Dije que los antorchistas sostenemos que de todos modos sí es posible e intentaré detallarlo en la siguiente oportunidad.
Al momento de escribir, el Estado sionista de Israel, la casta burguesa encabezada por Benjamín Netanyahu, ha asesinado a más de 23 mil palestinos y desaparecido entre escombros a otros 70 mil en la Franja de Gaza de los cuales el 40 % son niños; muestra incontestable de que este mundo está totalmente incapacitado ya no sólo para hacer felices a todos los humanos, sino que hay monstruos que sólo pueden ser felices masticando carne humana. Quiero nuevamente declarar mi tristeza, mi indignación, y exigencia a la humanidad para que castigue a estos monstruos.
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