Don José es originario de una comunidad del municipio de Tianguistengo, tiene 39 años y es jefe de una familia de 4 integrantes: él, su esposa y sus dos hijas. Ante la desesperación por la falta de empleo, los bajos salarios y la falta de oportunidades para que sus hijas pudieran estudiar, decidió salir de su pueblo y migrar junto con su familia a Zacualtipán, donde unos familiares le contaron que en los talleres de ropa había mucho trabajo y estaban solicitando personal.
La ilusión de una vida mejor pronto comenzó a desvanecerse, el primer problema al que tuvo que enfrentarse fue conseguir un lugar donde vivir con su familia, llegó a la residencia de sus familiares solo para encontrarse con que estaban amontonados en un cuartito de unos cuantos metros cuadrados, que al mismo tiempo servía de cocina, sala y dormitorio de unas 6 personas; 10 gentes tuvieron que vivir así por casi un mes en lo que pudo conseguir un espacio al que mudarse con su familia, pero que no era mejor que el descrito.
Conseguir empleo no fue difícil, en efecto, las maquiladoras, los pequeños talleres y las lavanderías industriales están hambrientas de mano de obra, lo que sí es un verdadero problema es la paga, apenas se alcanza el salario mínimo trabajando unas 10, 12 o más horas, tanto tiempo invertido para lograr alcanzar la cuota diaria de producción. Con impotencia, nos cuenta Don José como después de 24 años trabajando, gana solo $1,600 a la semana. Mucho tiempo trabajó “a destajo”, trabajando día y noche para lograr hacer más piezas textiles (apenas se paga en 20 centavos la pieza) y obtener ingresos decentes, porque las necesidades de la familia así lo obligaban, pero no recuerda haber ganado más de $2 mil con un sacrificio mayor, más de 12 horas diarias, lo que implicaba prácticamente no poder convivir con sus hijas. Con ese sacrificio pudo al menos salir de rentar una casa de madera y conseguir rentar un cuarto con techo y paredes de concreto.
La historia de Don José no es única, miles de familias trabajadoras viven en las mismas condiciones en Zacualtipán, sin un hogar propio e invirtiendo la mayor parte de su salario para rentar un espacio donde habitar. El municipio de Zacualtipán de Ángeles, en el estado de Hidalgo, es uno de los municipios de la zona geográfica denominada Sierra Alta, se encuentra entre la capital hidalguense y la Huasteca. Desde los años cuarenta, en este municipio inició la instalación de pequeños talleres y microempresas vinculadas a la confección de ropa, que poco a poco fueron adquiriendo mayores dimensiones.
Con la llegada del “desarrollo industrial” al municipio, se hizo necesario el uso de una mayor cantidad de fuerza de trabajo, atrayendo a miles de campesinos indígenas provenientes de los demás municipios de la Sierra Alta, que presentan altos grados de atraso, abandono y marginación.
Creció el negocio, creció la demanda de mano de obra, pero también crecieron y aparecieron los problemas que trae consigo el aumento de la población, la falta de vivienda es uno de ellos. Toda la población campesina que salió de sus comunidades buscando salir un poco de la inmensa miseria, llegó a Zacualtipán para encontrarse con que no había ni siquiera dónde pasar la noche.
Según cifras de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, el promedio de hacinamiento en el país es del 5.8%, mientras que en Zacualtipán alcanza el 36.22%. La gran demanda de vivienda aumentó los precios de la renta, por verdaderas pocilgas de escasos ocho metros cuadrados, con techos de cartón y paredes de madera, los obreros deben dejar más de la mitad de su mísero salario, unos $800 al mes. Las rentas en cuartos de concreto, de minúsculo tamaño, ascienden desde $1,200 hasta $2,000. Pensar en comprar un pequeño pedacito de tierra es un “sueño güajiro”, el costo ronda por los $5 mil el metro cuadrado, en colonias como “La López”.
Para Don José su historia ha tomado un giro. Hace unas semanas, al salir de la fábrica, se encontró con un volante que le llamó la atención, como encabezado decía: “¿Estás rentando o no tienes dónde vivir?”. Era una invitación a integrarse al grupo de solicitantes de terreno que encabeza el Movimiento Antorchista, esto le reavivó la esperanza con la que salió de su pueblito, la ilusión de tener una casita para su familia, un patrimonio propio. Acudió a las reuniones del grupo, donde conoció a decenas de hombres y mujeres con sus mismas preocupaciones e ilusiones, dispuestos a organizarse y hacer realidad sus esperanzas. Ahora, se ha llenado de ánimo y ganas de luchar, porque se da cuenta que no está solo, que no es el único que enfrenta estos problemas y que si todos los que padecen como él se unen, se organizan y se deciden a luchar, su situación puede cambiar. Don José nos platica que una de las primeras actividades que hicieron fue llevarlos a conocer las colonias que Antorcha ha formado en Pachuca. “La verdad regresamos sorprendidos de ver todo lo que podemos hacer organizados; tienen una unidad deportiva muy bonita, parecía que estaba en la cancha de un estadio, no quería ni pisar el pasto; su centro de salud tiene instalaciones casi nuevas, no como el que tenemos en Zacualtipán que casi se caen de viejas; la gran mayoría de sus calles están pavimentadas (con pavimentos que ni en San Javier tienen dicen los del gobierno estatal) y vimos que unas estaban en proceso de pavimentarse; tienen escuelas desde preescolar hasta bachillerato, vimos la Casa de la Cultura, el auditorio, en fin, nos dimos cuenta que una vida mejor, distinta es posible”.
Por hoy nos despedimos de nuestro amigo, quedó de platicarnos, próximamente, las penas que le ha tocado vivir en la colonia donde vive, en la fábrica donde trabaja y las odiseas que la pobreza le ha obligado a pasar. Su historia se queda con nosotros, reforzando nuestra convicción de que urge la implementación de medidas que ayuden a disminuir este grave problema en Zacualtipán, en Hidalgo y en todo el país. 10 millones de familias, lo que representa más de 50 millones de mexicanos, viven las mismas penurias, se enfrentan a similares odiseas y obstáculos en su búsqueda de una vida digna, en un país donde cada vez es más difícil adquirir una vivienda, con sueldos miserables que con limitaciones cubren las necesidades de alimentación y haciendo milagros para dar salud y educación a sus hijos. Sin embargo, estas medidas siguen sin ser prioridad para nuestros gobiernos actuales, pues pesar de que el Movimiento Antorchista Hidalguense en su pliego petitorio a nivel estatal ha planteado la necesidad de resolver el asunto, en más de dos años, no hemos sido atendidos por el gobernador Julio Menchaca.
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