En Querétaro, un estado reconocido por su crecimiento industrial y su alta calidad de vida en las zonas urbanas, persiste una realidad contrastante: los niveles de pobreza en varios municipios revelan una brecha social alarmante.
Aunque ciudades como la capital del estado brillan como polos de desarrollo, otras localidades enfrentan carencias profundas, cuestionando la efectividad de las políticas sociales de la Cuarta Transformación (4T).
La inequidad en la distribución de recursos en Querétaro refleja un modelo de crecimiento que beneficia a unos pocos mientras margina a otros.
Esta administración, que ha prometido la eliminación del neoliberalismo, ha implementado decisiones como la supresión del Ramo 23 del Presupuesto de Egresos de la Federación desde 2019. Como resultado, numerosos municipios han quedado marginados en el acceso a obras públicas y proyectos de infraestructura, una situación de la cual Querétaro no es la excepción.
Municipios más afectados
De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), municipios como Amealco de Bonfil, Tolimán, Colón y Peñamiller presentan los mayores índices de pobreza en el estado.
En Amealco, el 58 % de la población vive en condiciones de pobreza, enfrentando carencias como acceso limitado a servicios básicos, educación deficiente y una grave inseguridad alimentaria.
En Tolimán, esta situación es aún más crítica, con un 60 % de su población viviendo en pobreza, en comunidades donde faltan electrificación, agua potable y caminos pavimentados.
Por otro lado, el municipio de Querétaro muestra un índice de pobreza del 18 %, evidenciando una disparidad significativa entre las zonas urbanas y rurales del estado. En Peñamiller, más del 50 % de la población enfrenta estas condiciones, lo que subraya cómo la falta de infraestructura y oportunidades perpetúan el ciclo de pobreza.
Comparativa nacional
A nivel nacional, estados como Chiapas, Oaxaca y Guerrero lideran los índices de pobreza, con más del 60 % de sus poblaciones afectadas.
Aunque Querétaro se encuentra por debajo de este umbral, la falta de intervención efectiva por parte de los gobiernos federal y estatal ha llevado a que muchas comunidades enfrenten condiciones similares. La inequidad en la distribución de recursos refleja un modelo de crecimiento que beneficia a unos pocos mientras margina a otros.
El testimonio de Ma. Luisa Soto Beaza, una líder social en San Juan del Río y Amealco, ilustra esta problemática: “aquí no llegan los programas sociales que anuncian en las noticias. Seguimos batallando por lo más básico, mientras en la ciudad disfrutan de lujos”.
Esta situación se repite en decenas de comunidades donde las promesas de la 4T no se han traducido en mejoras tangibles.
Las políticas de la 4T bajo escrutinio
El gobierno federal ha impulsado programas como Sembrando Vida y Becas para el Bienestar con el objetivo de repartir dinero entre la población. Sin embargo, en Querétaro, su implementación ha sido limitada e insuficiente. Líderes locales denuncian que los recursos no llegan a las comunidades rurales más necesitadas, mientras que la burocracia y los requisitos complican el acceso a estos beneficios.
Por su parte, el gobierno estatal encabezado por Mauricio Kuri ha concentrado sus esfuerzos en Querétaro ciudad, dejando desatendidas a las zonas rurales. Las iniciativas estatales han priorizado la atracción de inversiones para sectores como la tecnología y la manufactura, pero los beneficios de estas inversiones no han alcanzado a los municipios más pobres.
En palabras de Lourdes Montoya, madre de familia en Colón: “La Cuarta Transformación prometió que nadie se quedaría atrás, pero eso no se refleja aquí. Seguimos sin agua, sin caminos pavimentados y con escuelas que se caen a pedazos.”
Una brecha que se amplía
El crecimiento económico de Querétaro es innegable, con un Producto Interno Bruto estatal que supera la media nacional. Sin embargo, este desarrollo no ha sido equitativo.
Las inversiones en sectores industriales y de alta tecnología benefician principalmente a la capital, dejando a los municipios rurales y a la periferia en el olvido.
Estas enfrentan una variedad de carencias: falta de acceso a agua potable, electrificación insuficiente, caminos en mal estado y servicios de salud y educación precarios.
Estas deficiencias no sólo limitan el desarrollo económico local, sino que perpetúan la pobreza de generación en generación. Además, la eliminación de fondos como el Ramo 23 ha dejado sin presupuesto a muchos municipios para proyectos de infraestructura y servicios esenciales.
En Corregidora, por ejemplo, colonias como Benito Juárez y Altos del Pueblito llevan más de diez años sin que se les introduzcan los servicios básicos; en la 20 de Enero, Valle de los Pinos y Valle Dorado, llevan décadas.
Urge un cambio de enfoque
Expertos en política social coinciden en que las estrategias actuales para combatir la pobreza en Querétaro necesitan un rediseño. Según Jerónimo Gurrola, líder social:
“No basta con programas universales; se requieren políticas focalizadas que atiendan las carencias particulares de cada región. Es necesario un enfoque que priorice las necesidades específicas de las comunidades rurales”.
El deber de los gobiernos estatal y federal es construir un Querétaro más incluyente. Esto implica no sólo aumentar los recursos destinados a las zonas rurales, sino también garantizar que estos lleguen a quienes más los necesitan.
Las familias en municipios como Colón y Peñamiller continúan esperando acciones concretas que transformen sus vidas.
La pregunta que persiste es: ¿Cuánto tiempo más pasará antes de que el desarrollo de Querétaro sea verdaderamente incluyente?
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