MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Revolución y educación popular

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Durante el periodo del Porfiriato, el país logró un crecimiento económico; sin embargo, la riqueza generada con el trabajo del pueblo quedó repartida en unas cuantas manos nacionales y, otro tanto, en extranjeros. La situación que vivía el pueblo trabajador era difícil, ya que no podía elegir a ningún representante dentro de los poderes estatales ni federales, estos eran impuestos por Porfirio Díaz, quien, pese a haber luchado en contra de la reelección presidencial, permaneció en el poder más de 30 años. Díaz promulgó la Ley sobre ocupación y enajenación de terrenos baldíos, legislación que facilitaban la entrada a compañías extranjeras para que se apropiaran de “terrenos baldíos” los cuales pertenecían a indígenas, campesinos o gente muy pobre que no tenía el dinero para trabajar sus tierras y eran despojados de ellas. Las haciendas con grandes extensiones de tierra pertenecían apocos propietarios mientras la mayoría de los mexicanos moría de hambre.  El 73 por ciento de la población era analfabeta. La prensa tenía prohibido emitir su opinión en contra del gobierno y las huelgas no estaban permitidas para todos los sectores. La inmensa mayoría de los trabajadores debía cumplir jornadas de más de 12 horas por un sueldo miserable de 75 centavos.  Las condiciones laborales eran muy malas, sin embargo, cuando los trabajadores y campesinos trataban de manifestar su inconformidad fueron reprimidos brutalmente, por ejemplo, el asesinato de obreros en la Huelga de Cananea, Sonora (1906) y de Río Blanco, Veracruz (1907).

Ante tales condiciones en las que se encontraba nuestro país, el Estado poco se preocupó por impartir educación a la población, esto ocasionó un enorme rezago educativo, especialmente en la población adulta, para entonces, más del 73 por ciento de la población en edad escolar en México era analfabeta, otro factor que intervino ante este enorme rezago es que las escuelas se concentraban en las ciudades y no atendían a una inmensa mayoría de habitantes que se ubicaban en zonas rurales, esto se agudizó durante el periodo que abarcó la lucha armada en 1910. En la etapa posrevolucionaria, los gobiernos impulsaron planes y programas con miras a reducir el analfabetismo. Una de las primeras acciones que se implementaron fueron las campañas de alfabetización en 1921, bajo la supervisión de la Universidad Nacional de México (UNM), posteriormente fue a través de la recién creada Secretaría de Educación Pública (SEP) -la última bajo la dirección de José Vasconcelos-; así mismo, se creó el Departamento de Campaña Contra el Analfabetismo, cuyo objetivo era atender a la población analfabeta mayor de 12 años, ya que consideraban que los menores a esa edad ya estaban cursando su primaria. La primera campaña estuvo encabezada por la maestra y arqueóloga Eulalia Guzmán. Para llevar a la práctica esta tarea se contrataron a numerosos maestros afiliados bajo el nombre de Profesor Conferencista Misionero de Educación Pública. En 1922, comenzaron las misiones culturales en escuelas rurales en varias zonas y escuelas nocturnas para adultos en la capital del país; sin embargo, esta campaña se vio afectada por el escaso desarrollo y condiciones en las distintas regiones que frenaron el óptimo desarrollo de la labor de los misioneros. Estas campañas quedaron inconclusas con la salida de José Vasconcelos de la SEP en 1924, esto se acentuó debido al poco interés que mostró Plutarco Elías Calles (1924-1928) para darle continuidad a esta actividad. 

La idea de erradicar el analfabetismo del país retomó fuerza durante el periodo de Lázaro Cárdenas (1936-1940) e impulsó la Campaña Nacional Pro-Educación Popular, donde se priorizaba la alfabetización de la clase trabajadora, un año después surgió la Campaña Nacional de Educación Popular (comprometida con la erradicación del analfabetismo en solo tres años). Estas campañas se apoyaron del impulso de instituciones dedicadas a la instrucción del adulto obrero, así como del Departamento de Educación Indígena. La movilización alfabetizadora despertó interés en algunos sectores sociales; sin embargo, esta campaña no alcanzó la magnitud obtenida durante el periodo de José Vasconcelos. A pesar de las campañas mencionadas en la década de 1940, el censo de población reflejó pocos avances. Ante estos pocos resultados, continuaron los esfuerzos para lograr este objetivo y, en 1946, crearon la Campaña Nacional contra el Analfabetismo, impulsada por Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública (SEP), la cual, reguló sus procedimientos por medio de leyes que implicaron a los tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal, con el fin de garantizar el aprendizaje de la lectura y escritura para todos los mexicanos mayores de 18 años y menores de 60. La campaña alfabetizadora de Torres Bodet, se consolidó con el gobierno de Miguel Alemán, el cual adoptó las bases previas y las institucionalizó en 1948 cuando se decretó la Dirección General de Alfabetización y Educación Extraescolar, dependiente de la SEP, cuyo objetivo fue brindar misiones culturales, escuelas de alfabetización, centros colectivos de alfabetización, cursos de alfabetización y un Instituto de Alfabetización para Comunidades Indígenas Monolingües.

En 1980 se instrumentó una nueva campaña de alfabetización, pues las anteriores campañas llevadas a cabo por la SEP seguían dando datos negativos en la materia. Para esta campaña la SEP creó el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), con el cual se buscó que la alfabetización fuera el principio de un proceso de enseñanza de la lectura, escritura y operaciones matemáticas importantes para poder continuar con la culminación de la primaria y secundaria.

El fracaso por años de otorgar educación al pueblo trabajador radica precisamente en poner su ejecución en manos de sus enemigos, o en el mejor de los casos, de gente indiferente y nada interesada en el éxito de nuevas políticas educativas a desarrollar. Querer dar vida a un proyecto dinámico e innovador con el viejo aparato corrupto y burocratizado que es, en buena medida responsable del desastre que se quiere curar es una contradicción que hará fracasar el experimento sin ninguna duda. Ante tal situación, es necesario que como pueblo nos organicemos y luchemos para llevar al poder del país a los hijos del pueblo y desde ahí poder defender y otorgar una verdadera educación que se encuentre al servicio y en beneficio de la clase trabajadora.

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