La mañana del 19 de septiembre de 1985 un terremoto de 8.1 grados en la escala Richter devastó la ciudad de México. Ha sido el más significativo y dañino en la historia contemporánea del país. El número de muertos, heridos y daños nunca se cuantificó con precisión, sólo algunas organizaciones de ese tiempo dieron la cifra de más de 20 mil muertos.
La negra historia se repitió hace 5 años; otra vez, la mañana del 19 de septiembre de 2017, otro movimiento telúrico, ahora de 7.1 grados en la escala de Richter, sacudió la tierra mexicana. A pesar de que ya se tenía la experiencia 32 años antes, el temblor tomó por sorpresa a las dependencias de Protección Civil y a la población en general.
Aún y cuando se creó la oficina de Protección Civil, en 1986, cuyo objetivo es salvaguardar la vida de las personas, sus bienes y su entorno, esta se vio rebasada por la tragedia. Es cierto que la cultura ciudadana en estos años ha evolucionado, aunado a la efectividad de las alertas sísmicas dispuestas por cientos de receptores a lo largo de la costa que se disparan en la capital México, estados del centro y del pacífico mexicano, como Guerrero y Oaxaca, aunque la alarma solo concede 50 segundos decisivos, el tiempo justo para desalojar un edificio.
La ciudadanía aprendió, a fuerza de sus tragedias, a llevar a cabo medidas preventivas, sobre todo en las ciudades potencialmente amenazadas. También Protección Civil realiza recomendaciones para antes y durante un sismo, que la población ha ido asimilando, tener un plan familiar de seguridad, almacenar alimentos no perecederos y agua, participar en simulacros, mientras que durante el temblor recomienda alejarse de ventanas, de edificios altos y postes, cerrar el suministro de gas y electricidad de los hogares, entre otras acciones.
De acuerdo con Víctor M. Cruz Atienza, Shri Krishna, investigadores de Geofísica e Ingeniería de la UNAM, es muy probable que suceda un sismo de mayor intensidad en la Ciudad de México.
“Bajo las costas del estado de Guerrero, por ejemplo, existe una brecha sísmica (i.e. segmento donde no ha ocurrido un terremoto significativo en más de 60 años) de 250 km de longitud en dónde podría ocurrir un sismo de magnitud superior a 8. Este segmento se encuentra a unos 300 km de la Ciudad de México. Es decir, aproximadamente 150 km más cerca que la zona epicentral del terremoto de 1985. Estimaciones hechas por sismólogos de la UNAM sugieren que, si este sismo ocurriera en un futuro, las aceleraciones del suelo blando en la Ciudad de México podrían ser, bajo ciertas condiciones, mayores que las del sismo reciente de magnitud 7.1, y de 2 a 3 veces mayores que las de 1985 en particular para edificios de más de 10 pisos. La duración del movimiento del suelo sería mayor que las experimentadas en 2017 (alrededor de 3 minutos en su fase intensa)”.
Esto no es un juego, ya hemos visto lo devastador que puede ser, pues aún con toda esa información el Gobierno mexicano hace caso omiso a las trompetas que anuncian peligro. Recordemos que el año pasado, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) recortó en un 30 por ciento el presupuesto de Protección Civil, con respecto al gobierno de EPN.
En palabras de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, el presupuesto destinado permite contar con planes de continuidad de operaciones del gobierno, sector privado y sociedad para mantener la disponibilidad de sus funciones estratégicas aun cuando sufran daños o afectaciones; el dinero entregado facilita las operaciones de prevención del Sistema Nacional de Protección Civil, así como la gestión integral de riesgos, atender a la población por amenazas naturales y la aplicación de programas con prioridad Nacional en caso de desastres.
La lógica de la austeridad franciscana está poniendo muchas vidas en riesgo. Los porcentajes de inversión destinados a Protección Civil se mantienen igual, a pesar de que en el Proyecto de Egresos de la Federación 2023 se prevé un pequeño aumento; en promedio la inversión en la dependencia en los primeros 5 años de gobierno de EPN fue de $223,255,195 millones de pesos, en cambio en lo que va del gobierno de AMLO ha sido de $155,657,262 millones, es decir, 30 por ciento menos.
Además, en el FONDEN, que Andrés Manuel llamó un programa podrido (no recordaremos aquí la opacidad con la que se ha manejado, lo que queda de él, por ejemplo, en las inundaciones de Yucatán) no se nota preocupación alguna, crece irrisoriamente para este 2023, pero mantiene cifras bajas con respecto a los gobiernos anteriores. Como va acuñando el dicho popular, ¿Será que estábamos mejor, cuando estábamos peor?
No es todo. Hay otras inversiones que muestran el desinterés. Recordemos que se creó el Programa Nacional de Reconstrucción, que tiene como objetivo atender a la población afectada por el sismo de septiembre de 2017, pues bien, el año pasado se previó inversión en educación, salud, cultura y un rubro destinado a la dependencia de SEDATU (que por cierto, por la necesidad de mantener control, no se conoce con transparencia a dónde fue a parar todo ese recurso ni las obras que realizó, se dice que se construyeron miles de viviendas, pero hay pueblos que siguen igual que horas después del sismo del 17). Para este ejercicio fiscal se quita de la lista el rubro de la educación y se mantienen los otros, pero después de 5 años aún hay escuelas en todo el país que están esperando la reparación de aulas y la construcción de otras nuevas por el peligro que lleva utilizar las fracturadas, pues la 4t ya borró esa inversión de un plumazo.
Pienso que en la inversión destinada se nota la negligencia y el desinterés por la prevención, la investigación y la elaboración de planes a futuro. Cómo ya es costumbre de AMLO, el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) está cargado hacia los proyectos emblemáticos de la 4T, que son prioridades, pues son la inversión electorera del año que viene, olvidando necesidades que sí debieran ser de interés nacional.
Ante este desamparo total en que nos deja el gobierno, queda la actuación siempre valiente y decidida de la sociedad mexicana que ante las adversidades ha mostrado su solidaridad y unidad. Espero que no acontezca otra tragedia como las que hemos vivido, si sucede y nos encuentra sin recursos, para atender la emergencia, las necesidades de la población, sabemos y conocemos quienes son los verdaderos culpables. De cualquier manera, tomemos las precauciones necesarias.
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