Desde el primer día de enero de 2020, dos años después de que la 4T hiciera su entrada triunfal a la Presidencia de la república y prometiera un sistema de salud tan eficaz como en Dinamarca, el pago hacia los mexicanos que confiaron en este proyecto fue la desaparición del Seguro Popular, que venía funcionando desde hace quince años.
El Seguro Popular brindaba atención por un pago mínimo a todos los mexicanos que lo requirieran. Su membresía era muy extensa porque millones de mexicanos no cuentan con un proveedor de servicios y se encuentran a la deriva en este sentido.
La desaparición del Seguro Popular dejó a millones de mexicanos sin acceso a atención médica, mientras los costos de la salud siguen aumentando sin soluciones a la vista.
Entre este numeroso sector están los mexicanos que se dedican al comercio informal, quienes sólo con el Seguro Popular podían atender sus males, pero ahora que ya no existe han quedado a la deriva y sin miras de que este problema se vaya a solucionar pronto.
Al Seguro Popular, como a muchas otras cosas molestas a la 4T, le crearon una reputación de corrupción para legitimar su desaparición; una desgastada técnica que acabamos de ver, por ejemplo, hace días, con la desaparición de un plumazo de los organismos autónomos.
Entre esos organismos estaba el INAI, que gracias a su gestión pudieron conocerse casos de verdadera y rapaz corrupción que envolvió a la familia presidencial.
La técnica utilizada para desaparecerlo fue la misma: denunciar hasta el cansancio corrupción imperante y derroche de recursos para luego aprobar su extinción sin miramientos.
Justamente este método dejó sin amparo a familias muy marginadas de México, como ocurrió con las madres trabajadoras que tuvieron que presenciar cómo también el gobierno cuatroteísta desapareciera las estancias infantiles por los mismos motivos, o cómo desaparecían al Centro de Apoyo para Mujeres Maltratadas.
Con estas medidas, el gobierno sólo ha demostrado claramente que lo que pregonaba a los cuatro vientos de que primero estaban los pobres no fue más que eso: una cantaleta, un engaño para seguir ganando simpatías, pero la realidad es cruda.
Toda esta situación ha desembocado en una serie de problemas en la salud de los mexicanos, que siguen sin poder atenderse y atender a sus familias, pues un médico particular es caro y, si a esto le sumamos la adquisición de medicamentos, este es un presupuesto que se escapa de los bolsillos de los más pobres.
En México atenderse resulta caro, y la mayoría de las familias mexicanas tienen que decidir entre curarse o comer. Esta es la triste realidad, no la que pregona como merolico la nueva mandataria del país, que ahora representa al sexenio de horror, que pinta para ser igual o peor que el anterior.
Aunado a todo esto que detallo, recientemente vi en distintos medios de comunicación que la inflación médica pegará en los bolsillos ya de por sí golpeados de los mexicanos el año entrante, 2025, que ya está a la vuelta de la esquina.
La inflación médica en México llegará al 14.9 %, lo que hará que los servicios de médicos particulares sean más costosos, debido al aumento de los precios de las nuevas tecnologías médicas y el alza en los costos de los medicamentos.
Este es un tema de gran relevancia porque afecta directamente a los mexicanos. Los gobiernos no deberían estar jugando con la salud de los más vulnerables, que sufren las malas decisiones que toman en las urnas, los más vulnerables que suman más de cien millones de mexicanos, que tienen que tronarse los dedos para poder llevar alimento a sus familias.
Y es un caso que sin duda exige que la propia presidenta explique a los mexicanos qué va a pasar con el sistema de salud y qué va a pasar, sobre todo, con los mexicanos que no pueden curarse a falta de recursos y de un Seguro Popular gratuito.
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