El grave problema de falta de agua en la mayor parte del país, incluido nuestro estado, es, sobre todo, un problema de índole político, por cuanto tienen que ver con la falta de decisiones y acciones para prevenir, resolver, e incluso corregir, por parte quienes gobiernan actualmente, pues ya ha tenido tiempo de sobra para hacerlo la auto llamada 4T.
Es cierto que la falta de lluvias y el cambio climático que estamos sufriendo es producto del calentamiento de la atmósfera terrestre, y que éste tiene su origen en el empleo de contaminantes combustibles fósiles por la gran industria, como el petróleo y el carbón mineral; los gases de efecto invernadero; la deforestación (tala inmoderada de millones de árboles); la extinción de especies, entre ellas, muchas polinizadoras útiles para la reproducción de las plantas; el agotamiento de fuentes naturales; la pérdida de los cuerpos de agua por desecación de lagos en aras de la “movilidad” de mercancías y personas o por simple abulia de la autoridad; la pérdida de glaciares en los picos elevados de nuestra geografía; etc.
Pero todo, sólo por el hambre insaciable e irracional de ganancia, propia del capital como fenómeno económico, pues para ser tal capital se requiere la acumulación, es decir su acrecentamiento constante mediante la repetición at infinitum del proceso productivo, mediante el cual el trabajo del obrero agrega valor nuevo a lo producido, aunque éste aparece como ganancia del empresario cuando vende el producto, sólo porque es él quien ‘’invirtió’: compró máquinas, materias primas, etc., (capital constante) y la fuerza de trabajo de los obreros mediante un mísero salario que representaría el valor de su fuerza de trabajo calculada mediante el valor de los medios de vida que necesitan él y su familia para seguirse reproduciendo como tal fuerza de trabajo (capital variable).
¿Y qué tiene que ver con la crisis del agua? Pues que todo gobierno capitalista, cualquiera que sea su modalidad o su color, no es más que la junta de notables, el comité de representantes encargados de dar la cara para velar, luchar y defender los intereses de la clase de los ricachones, y que, por eso, aunque peligre la existencia de la sociedad entera por la explotación desmedida de recursos naturales, les vale un soberano cacahuate y dejan, a ciencia y paciencia, que las cosas ocurran; sin reparar siquiera en que el día que ya no haya agua, aire, ni tierra sin contaminar, ellos mismos y los ricachones a los que defienden, no podrán convertir su dinero para tomárselo o comer.
Ejemplos: la ciudad de México está al borde del colapso por falta de agua, caso muy relevante no sólo por ser la capital del país, sino porque es una de las ciudades más pobladas del mundo y, porque, además, ahí gobiernan los mismos desde hace décadas -aunque durante este tiempo hayan saltado de partido en partido y cambiado de convicciones como cambiar de “calcetines” y ahora se llamen 4T-, y no tienen a quién echarle la culpa de lo que ellos nunca hicieron. El norte del país, por su parte, está sufriendo la peor sequía, los ríos se están secando; las presas están vacías; los mantos freáticos padecen “estrés hídrico” y los pozos se están quedando sin agua, etc. Y no habrá lluvias suficientes para este año, según el Meteorológico Nacional. etc. Un panorama desolador.
Se necesita agua para todo: consumo humano, riego, ganadería, la industria, los servicios, etc. Todos debieran contar con agua suficiente y de calidad, por ser un derecho humano. Pero ¿Quién debe hacerlo realidad? El gobierno. El federal en primerísimo lugar, porque a mayor altura en el ejercicio del poder mayor responsabilidad, porque es el que tiene la capacidad financiera para hacerlo, y no como gracia sino por obligación legal porque administra el dinero de los mexicanos, que recaba por los impuestos y por el petróleo. Además, porque, aunque elegido previamente por la clase dominante como uno de sus representantes, ya como candidato oficial el día de la elección constitucional fue ratificado por el voto popular como el gobernante de los mexicanos. Y de ahí para debajo.
Pero estamos peor que antes porque la 4T va en sentido contrario: construyó una refinería para petróleo, hizo que la industria carbonífera surta a la CFE para que funcione la producción de electricidad, arrasó de un fregadazo más de un millón de árboles para realizar el jugoso negocio del Tren Maya. Paró los parques eólicos de producción de energía, Etc. Por lo que, desde mi punto de vista, el pueblo debiera organizarse y exigir al gobierno en turno, que elabore y practique de inmediato un plan hídrico de largo alcance e integral. Nacional. Que contemple, por ejemplo, la urgente construcción y puesta en marcha de suficientes plantas tratadores de aguas negras o residuales; la planificación de la distribución del agua para evitar las fugas y la evaporación del líquido, adoptar modernos sistemas de riego en la agricultura, crear suficientes vasos de captación de aguas pluviales; el recate de lagos y lagunas, detener la peligrosa deforestación de los bosques y selvas por la tala o el monocultivo. Y más medidas sugeridas por los especialistas.
Se puede y se debe lograr en el corto plazo si queremos detener la catástrofe que se nos viene encima. Más recursos tendría para hacerlo la 4T si en vez de andar desapareciendo instituciones que no se le someten, pusiera impuestos progresivos de tal manera que los más ricachones aporten más a la nación, pero a esos no quiere tocarlos ni con el pétalo de una reforma. Aunque la solución de fondo, según mi opinión, es luchar con suficiente decisión y perseverancia por un auténtico gobierno de los pobres, que tendrá que salir de un partido constituido por los pobres, por el pueblo pobre organizado, educado, politizado y consciente, y que llegando al poder no presuma que bajo su mandato los ricos se hicieron más ricos mientras las mayorías se empobrecieron a la misma velocidad, como hace la 4T; sino de una justa y equitativa repartición de la riqueza, de una economía que elimine la anarquía en la producción y con ello el desperdicio de los recursos naturales, una economía racionalizada planificadamente para hacerla además de altamente productiva y sustentable, armoniosa con el medio ambiente. Y eso, es una decisión política.
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